“Las personas toman todos los días decisiones, unas de mayor calado que otras. Eso es posible porque existen alternativas. Si tenemos dudas es que hay incertidumbre. Para reducir la incertidumbre necesitamos información… y que nos sea útil. Esto es inteligencia”. Son palabras de Vicente García Pla, profesor de Inteligencia Económica y Seguridad en un postgrado de ICADE y Mas Consulting, quien nos proporciona las primeras pautas para familiarizarnos con una herramienta cada vez más solicitada.

La inteligencia económica es un mecanismo de presente y de futuro. Desarrollado en primer lugar en el ámbito de la Defensa, como tantos otros, pasó después al gubernamental. “Entonces las famosas agencias [de inteligencia] manejaban todo tipo de información, capaz de hacer tambalear a países y Gobiernos”, apunta García Pla.

La inteligencia económica se centra fundamentalmente en el manejo de mucha información y su transformación en conocimiento. Como decíamos, incorpora y aplica los conceptos, procesos, técnicas, estrategias y tácticas utilizados por los servicios de inteligencia de los Estados, al mundo de la economía y los negocios, ya sea de fronteras adentro o afuera. Es decir, interesa a países, gobiernos, grandes corporaciones...

“Se puede aplicar desde una multinacional, un banco internacional, una Universidad hasta una cadena de tiendas de supermercados. Incluso lo puede usar un chaval en cuarto de carrera para buscar trabajo y preparar un buen currículum. La clave está en buscar información, la mayor cantidad posible y establecer un plan reduciendo riesgos como consecuencia de dicha cantidad de información. Se trata de personas que toman decisiones y que afectan al marketing estratégico”. Vicente García Pla lo ilustra con un ejemplo: “Cuando una gran cadena abre una tienda, al principio todo es incertidumbre. Entonces, es cuando hay que aplicar la herramienta de la inteligencia económica. Es necesario buscar información de todo tipo. La situación geopolítica en el país donde se abre la tienda; el paraguas jurídico que te protege; la salud económica del partner –en el caso de que lo hubiese-; estudiar el sector o producto en varios países; el nivel cultural y adquisitivo de la sociedad; medir a la competencia y el valor reputacional en redes sociales; licitaciones; posible corrupción; índices de criminalidad; la ciberseguridad…”.

La utilización de la inteligencia económica permite a cualquier organización ubicarse con ciertas garantías en un mundo globalizado y altamente competitivo; anticiparse a los cambios, descubrir oportunidades, influir sobre su entorno y protegerse ante las amenazas externas e internas. Cualquier tipo de información bien empleada reducirá en un buen porcentaje esa incertidumbre en la toma de decisiones. 

Lo que NO es la inteligencia económica

No estamos hablando de un método infalible. Si una idea o producto es malo, por mucha información de la que dispongamos, no se puede obrar un milagro. Se trata de un valor añadido que debe incidir, en positivo, en la cuenta de resultados final, pero nunca puede entenderse como la salvación de algo destinado al fracaso. Por este motivo es vital invertir en la formación de personal.

Las agencias de inteligencia ya no tienen la exclusividad de su uso. Hoy no existe sector o áreas de actividad económica y empresarial que no pueda beneficiarse. Banca, industria, turismo, seguros, sanidad, alimentación, cine, televisión, agricultura, farmacia… Los conocimientos y procedimientos son aplicables a organizaciones estatales y empresas de cualquier tamaño en cualquier sector.

Tampoco se trata de un remedio para la crisis. Su valor es anterior a ella porque es “la herramienta de innovación más eficaz”, según García Pla, para alcanzar un modelo de desarrollo económico sostenible y equilibrado en base a la gestión del conocimiento y del talento en un proceso que permita tomar las decisiones adecuadas. Siempre ‘antes de’, nunca ‘después de’.

Por eso la inteligencia económica incide en la anticipación al futuro. Disponiendo de los elementos necesarios para analizar de un modo estructurado, correcto y anticipado todas las señales que nos lanza el entorno, se puede establecer un plan estratégico en el que los riesgos y amenazas externas se reduzcan o esquiven.