Alemania nos salva de la recesión técnica, al menos de momento. El Bundesbank respira hondo tras publicarse hoy los datos del PIB alemán, que por una décima han sorteado los grandes titulares que hablan de crisis económica, al crecer un 0,1 por ciento en el tercer trimestre.

Sin embargo, las señales de alarma no cesan en la eurozona. Algo no va bien. Es cierto que Alemania, que ha visto decrecer su industria en el último año, así como las exportaciones y el empleo, se ha salvado gracias a los ingresos y, sobre todo, al gasto que realizan los alemanes. Pero, ¿y el resto de países de la zona euro?

Según los datos revelados hoy por Eurostat, el PIB de la eurozona aumentó un 0,3 por ciento en el conjunto de la Unión Europea y un 0,2 por ciento en la eurozona. Europa sigue creciendo, sí, pero ¿a qué ritmo? En comparación con el tercer trimestre del año anterior, el crecimiento interanual del PIB de la Unión Europea se mantuvo en un 1,2 por ciento y en un 1,3 por ciento si hablamos de la eurozona. Respecto al empleo, crece al 0,1 por ciento, el ritmo más bajo registrado desde el cuarto trimestre del año 2013. Ese mismo 0,1 por ciento representa a su vez una contracción respecto a los dos trimestres anteriores: entre los meses de abril y junio el empleo en la zona euro aumentó un 0,2 por ciento y un 0,3 respectivamente.

 

Eurostat

Hemos de recordar que en el tercer trimestre del año 2018, el empleo aumentaba al 1 por ciento en la eurozona y al 0,9 por ciento en la UE, casi un punto porcentual por encima de los datos que hoy manejamos.  Y ahora, la pregunta que nos hacemos todos es:  ¿a qué se debe esta ralentización en la economía europea?

En primer lugar, la desaceleración es palpable en el sector manufacturero que suma sus peores cifras desde el año 2012. El decrecimiento de la industria se extiende también al sector servicios en este último año y así continúa una espiral de saldo negativo que impacta sobre los hogares europeos.

Por otro lado, la inestabilidad política de los países de la zona euro afecta directamente sobre el conjunto.

En España, la actual situación de falta de consenso político para formar Gobierno causa incertidumbre entre los inversores. A este factor se le suma el preacuerdo alcanzado entre PSOE y Podemos que puede dar lugar a un Gobierno de izquierdas y progresista, sobre todo en materia social. Realmente el problema no radica en la tendencia política de los partidos que compongan el Ejecutivo sino en el programa e iniciativas que éstos hayan propuesto durante su campaña. Nacionalizar los bancos, o una posible subida fiscal y de gasto público -propuestas de Podemos- provoca temblores entre los empresarios y una espantada de los inversores extranjeros, que,  no obstante, concluyen que lo que necesita España es un Gobierno, sea del signo político que sea. Ya vendrán las negociaciones. 

¿Y nuestros vecinos?

Las políticas económicas de Macron han conseguido sortear la crisis a la que se precipitaba el país durante las revueltas sociales de los chalecos amarillos. Esa suerte no la corre Reino Unido. El anuncio de los últimos datos del PIB, que crece al 0,4 por ciento,  provocaron el desplome instantáneo de la bolsa de Londres el pasado lunes.

La compleja situación que entraña el Brexit ha llevado incluso a la Comisión Europea a abrir un procedimiento de infracción contra el país por no proponer un candidato a comisario europeo, a pesar de estar obligado a hacerlo mientras siga siendo miembro del conjunto. Este es un ejemplo más de las relaciones entre Johnson y Bruselas.

La tensa situación política impacta sobre los mercados y la sociedad británica. Un ejemplo de ello es el acopio de provisiones ante la desconexión, si finalmente la hay. Un dato: el número de camiones que utilizaron el eurotúnel en el mes octubre alcanzó un récord mensual histórico con 153.600 camiones. Los británicos se preparan para un posible desplome de la libra y un desabastecimiento. Es decir, la incertidumbre política que supone separarse de la Unión Europea o afrontar en estos términos unas elecciones generales ha llevado al país a experimentar su peor crecimiento en términos anuales en una década. La economía británica, recordemos,  crecía al 2 por ciento anual antes de que se produjera el referéndum en junio del 2016.

Por otro lado, la guerra comercial entre Estados y China ha sido causa de fatiga para los mercados europeos que han reducido el intercambio de bienes. De hecho, han sido los países europeos quienes han disminuido la compra-venta de bienes europeos entre ellos, ya que las exportaciones con Estados Unidos y China se mantienen en términos generales en los porcentajes que se manejaban antes del aumento de la tensión. Los datos de Eurostat revelan que hasta el mes de julio Francia importó un 13 por ciento menos de bienes alemanes e Italia disminuyó en un 15 por ciento sus importaciones procedentes de España. Aunque por supuesto, en materia de inversión han influido las tensas relaciones con Estados Unidos, que últimamente versan en torno al concepto sanciones.

Esto hace huir a los inversores extranjeros y temer a los productores locales por lo que, la economía se contrae. La falta de seguridad política y social incide sobre los mercados y los individuos, que tienden a reducir el gasto y por lo tanto fomentar el ahorro en los hogares.

En resumen, la falta de seguridad política y económica desalienta a los inversores que retrasan sus operaciones o buscan mercados alternativos que ofrezcan el mismo producto de consumo. Esto se traslada a los mercados locales, y a los medios, que hablan recesión económica y por ende a los hogares, que temen la pérdida de poder adquisitivo, el aumento del desempleo y la subida de precios por lo que se contrae el gasto. No hablemos ya de la inflación. A grandes rasgos, Europa está perfilando el escenario para una incipiente crisis económica.  Es por eso que, en este contexto, el Fondo Monetario Internacional ha alentado a las economías europeas a preparar sus planes de contingencia. No nos ocurra lo que en 2008.

¿Hacia dónde vamos?

La agencia de calificación de riesgo Moody’s ha revisado a la baja el crecimiento de las economías del G-20 situándose en el 2,6 por ciento para este año y el siguiente. Es decir, una décima menos que su previsión realizada el pasado mes de agosto. En el contexto de la eurozona las previsiones se recortan y la agencia habla de un crecimiento del 1,1 por ciento para este año y del 1,2 por ciento para el 2020. La Comisión Europea no quiere ni hablar del término recesión, pero sí advierte que nos dirigimos a un nuevo escenario de ralentización económica.

Actualmente son España, Bélgica, Francia y los Países Bajos los países que están echando músculo a la eurozona. A ellos se suman Polonia, Hungría, Bulgaria y Letonia, como los países que más rápido se están expandiendo en la zona euro. Mientras tanto, mantengamos un ojo en los datos que va revelando la locomotora de Europa, Alemania, y salvemos, aunque sea por una décima, las cifras en rojo.