Podríamos recurrir al sabio refranero de las pulgas y el perro flaco o a la multiplicidad de males que se agolpan en un momento concreto. El desmadre de la inflación desde el pasado año que persiste a lo largo de este con más dureza se traducirá en breve en subida de tipos por parte del Banco Central Europeo (BCE). Pero como dicen los liberales, los mercados son soberanos y esas subidas ya las estamos viviendo tanto en la deuda pública a 10 años con niveles del 2,3% y también en el índice interbancario Euríbor. En mayo volvía a subir con mucha intensidad hasta el 0,287% frente al 0,013% de abril y al -0,481% de hace solo un año.

La inflación, en parte impulsada por la guerra de Ucrania y el consiguiente desbarajuste de las materias primas, está afectando sobremanera al bolsillo de los españoles. Los precios han registrado subidas del 8,7%, mientras a diario los carburantes alcanzan máximos y los alimentos también se disparan. A esta ecuación de menor poder adquisitivo que supone una inflación tan elevada se suma también el pago de las hipotecas. Actualmente, cuatro millones de hipotecas están ligadas a la marcha del Euríbor a plazo de 12 meses. En una hipoteca en el que el capital pendiente sean 100.000 euros, la subida anual será de 762 euros y por tanto la mensual de 63,5 euros; mientras que en una de 350.000 euros la cantidad será de 2.667 euros, lo que se traduce en 222 euros más al mes. Un dinero que ya no estará disponible para el ahorro o el consumo.

Curiosamente, la inflación debería tener un efecto positivo para la hipoteca ya que también devalúa las deudas. Algo con lo que cuentan muchos gobiernos para depreciar sus emisiones de deuda pública que han crecido de manera estratosférica en los últimos años de tipos cero o negativos y de continuo riego de dinero por parte de la autoridad monetaria europea. Esta depreciación de las deudas es extensible a las hipotecas, siempre y cuando los salarios de los trabajadores crecieran al mismo ritmo que la inflación. Pero, de momento, no es así. Además desde distintos organismos como el Banco de España o desde la propia Comisión Europea esperan que no ocurra esta indexación entre salarios e inflación para no consolidar la subida de precios y elevar la llamada inflación subyacente (no incorpora los alimentos ni la energía). Sin duda, las voces más críticas se manifiestan contrarias a ligar las pensiones con los precios y se pide a los pensionistas que arrimen el hombro en el desastre de los precios.

Pero no todos pierden en esta situación como explica Joaquín Robles, experto de la firma financiera XTB que sitúa el Euríbor a final de año en torno al 0,40%  Los grandes ganadores de esta situación serán las entidades bancarias, que verán como todo el capital pendiente de préstamos hipotecarios referenciados a tipo variable tiene un incremento de su rentabilidad y por tanto generan unos mayores beneficios. Esta situación ya se está reflejando en las recientes publicaciones de resultados, donde la mayor parte de las entidades se están beneficiando del ensanchamiento del margen de intereses, un incremento de los ingresos por comisiones y menores dotaciones ante una tasa de morosidad más estable.

Una visión más larga en el tiempo nos haría ver que estos niveles de Euríbor son aún muy ventajosos, ridículos si se comparan con los tiempos de la peseta cuando el entonces llamado Mibor (mercado interbancario de Madrid) se movía fácilmente sobre niveles superiores al 10%, porcentaje al que sumar el diferencial impuesto por los bancos en las hipotecas variables. Pero lamentablemente esto no sirve de consuelo. Las familias, las empresas, han hecho sus cálculos de pago de cuotas hipotecarias basadas en los niveles bajísimos de esta referencia desde 2012. Así, los movimientos al alza trastocan las economías familiares y empresariales y pueden ser un indiscutible signo de ralentización o caída del mercado inmobiliario.