Tras las elecciones más ajustadas de la historia de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, con 77 años, conseguía recuperar la presidencia del país con un 50,9% de los votos, frente al 49,1% de apoyos en los que se quedaba el ya presidente saliente, Jair Bolsonaro.

Brasil, país con más de 200 millones de habitantes y que crecerá este año al 2,8%, según el FMI, supone la mayor economía de América Latina, por encima de México, Argentina, Colombia y Chile. Así, el regreso de Lula a la presidencia brasileña supone el broche de oro para la izquierda en Latinoamérica, que, por primera vez, gobierna simultáneamente en los cinco países ya mencionados.

La radiografía de Brasil: favelas y hambre junto a barrios ricos

No obstante, Brasil no es solo el país más rico de la región, también reluce la diferencia de poder adquisitivo que tienen sus clases sociales. La desigualdad es un lastre que la patria brasileña arrastra ya desde antes de que el Partido de los Trabajadores (PT), capitaneado por un Lula de principios del siglo XXI, se propusiera reducir la brecha socioeconómica.

Uno de los datos más alarmantes en este sentido fue revelando en diciembre de 2021, por un estudio que evaluó la renta de los brasileños en función de la raza y el género. La investigación, realizada por la Universidad de São Paulo (USP), identificó que 705.000 hombres blancos, que suponen el 1% de población más rica, acaparan el 15,3% de la renta nacional. Este porcentaje significa un valor superior al de todas las brasileñas negras adultas juntas, que representan el 14,3% de la renta del país.

Además, según un estudio realizado en 2022 por la organización Red Brasileña de Pesquisa en Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional (Red Penssan), el número de personas que pasan hambre en Brasil se ha duplicado en los últimos dos años, llegando a 33 millones de personas. Esta cifra significa el 16% de la población total.

Ahora que el alumno más aplicado de Donald Trump, Jair Bolsonaro, deja tras de sí un Brasil polarizado y sumido en la violencia entre simpatizantes de distintos bandos políticos, es hora de analizar cuáles son las propuestas con las que cuenta Lula para su tercer mandato.

El recorrido de Lula: años de bonanza y de acusaciones

Lula comenzó su andadura presidencial en 2003, siendo reconocido como el primer obrero en conseguir ser presidente de Brasil: todo un sueño para la clase trabajadora que por primera vez se vio representada en la esfera política. Este fue también uno de los atributos clave en la polarización de la figura del presidente y del país: hay quien le reconoce la heroicidad de sacar a 30 millones de brasileños de la pobreza, pero también hay quienes le acusan de corrupto y de haberse hecho con dinero público a través de la petrolera estatal Petrobas.

La realidad es que el Banco Mundial ha señalado que entre 2001 y 2011, el PIB per cápita de Brasil creció un 32%. Además, la desigualdad, tan hiriente en Brasil, se redujo un 9,4% y el porcentaje de personas en situación de pobreza y pobreza extrema cayó a la mitad. Además, el ingreso medio de los brasileños subió un 38% más que la inflación, según datos del PT. Pero, también la realidad es que, en 2016, la Fiscalía de São Paulo denunciaba al expresidente de Brasil por lavado de dinero y ocultación de patrimonio. Las élites clamaban al ver convertido al héroe trabajador en un corrupto.

No obstante, tras múltiples denuncias y de pasar 20 meses en prisión, el líder de los trabajadores fue excarcelado el 9 de noviembre de 2019. Las condenas que le llevaron a la cárcel fueron anuladas o archivadas y se comenzó a analizar la situación del juez que le llevó a prisión, Sérgio Moro, que una vez retirado de la justicia fue ministro de Bolsonaro y más tarde intentó postularse para la presidencia. La falta de respaldo popular le disuadió de ese objetivo.

Por otro lado, durante sus años en la presidencia, Lula fue considerado todo un activo internacional, algo que le ha ayudado con la opinión pública global en estas elecciones. El líder del PT se encargó de poner a Brasil en el mapa y consolidó la visión del país como sexta potencia mundial. Lula llevó una activa política diplomática y pujó por asociaciones comerciales que ampliaron la presencia de Brasil en organismos como Mercosur, Unasur, y los Brics.

Impuestos a los ricos, protección a los vulnerables y al Amazonas

Durante la campaña electoral, Lula y Bolsonaro han estado enfrascados en una guerra política y se han dedicado más a arremeter contra su adversario que a dar detalles de las propuestas económicas para su país. Una vez conocido el ganador de la presidencia, Lula tiene que persuadir a los inversores y a los mercados financieros de que no es un extremista de izquierdas ni un comunista desalmado, como le ha tintado su rival.

Se prevé mayor peso del Estado, ya que el líder del PT ha asegurado que impulsará el gasto público, especialmente en infraestructura y bienestar social. Por ejemplo, habla de una subida del salario mínimo y de mayor protección a los trabajadores.

Con el fin de hacer frente a la inflación, ha propuesto adaptar los precios de los combustibles de acuerdo con los “costos nacionales” de Brasil, una medida que a priori podría recordar al bono para la gasolina impulsado en nuestro país.

El reelegido presidente de la patria brasileña se ha fijado entre sus objetivos limitar la privatización de empresas paraestatales, como Correos y Eletrobas. Tampoco quiere dejar atrás la minería, industria que promete dinamizar y estimular.

En cuanto a los impuestos, el recién elegido presidente de Brasil propone relanzar un sistema fiscal más progresivo y con menos peso en los impuestos al consumo, siendo esta una de las estrategias para ayudar a hacer frente a la inflación.

Lula también propone una renta básica universal y hace hincapié en la importancia de proteger a las minorías y vulnerables. Para las personas negras, busca la permanencia de cuotas raciales en educación superior y las oposiciones gubernamentales. Asimismo, reclama asegurar la propiedad de tierras en pueblos indígenas, con el fin de limitar posibles actividades predatorias.

Además, uno de sus mantras es que los ciudadanos con mayor riqueza paguen más. Esta es otra similitud que se puede hacer con el impuesto a las grandes fortunas impulsado por el gobierno socialista de España, que gravará a las rentas superiores a los 3 millones de euros.

Finalmente, en el marco del Acuerdo de París, Lula apuesta por un empuje a la reducción de emisiones contaminantes. También busca recuperar la disminución de la tala del Amazonas que ya comenzó durante su anterior mandato. Asimismo, promete recuperar a fondo el activo natural más potente de su país, y compensar las prácticas de deforestación que ha llevado a cabo el presidente saliente Bolsonaro.