Empieza a manifestarse que esta crisis va a afectar de manera muy diferente a los distintos países europeos. El Banco de España apuntaba a un retroceso del Producto Interior Bruto (PIB) en nuestro país del 13,6% si se mantenía el confinamiento hasta julio. Y tiene mucha lógica porque el 12% de nuestra riqueza se genera por el turismo, tenemos escaso tejido industrial y el campo no puede servir de sustituto. Hemos estado marcando año a año récords en entradas de turistas extranjeros con 83 millones el pasado año y esta cifra descenderá de forma muy brusca. 

Este duro impacto en la economía española –ojalá se recupere con buen ritmo en 2021 y 2022- nos colocará nuevamente entre los peores del club europeo, tal vez junto con Italia que también es uno de los destinos favoritos mundiales para el turismo. Nos espera un año muy complicado y esta vez no nos podemos echar la culpa. El crédito tanto de empresas como de familias no es el de la fiebre vivida en la crisis financiera de Lehman Brothers y aunque la vivienda siempre tiende al exceso, salvo en sitios muy concretos (Madrid, Barcelona y zonas costeras punteras) ha habido un crecimiento sensato.

También nuestras empresas han hecho los deberes de las exportaciones con un mayor equilibrio en la balanza comercial que en 2008 andaba desequilibrada hacia el lado de las importaciones. Cierto es que se han hecho muy pocos esfuerzos en reducir la deuda pública, aunque en el control del déficit público se ha sido más riguroso. Elementos que vendrán muy bien para la recuperación pero que en pleno shock no mejoran nuestra confianza.

La confianza es ahora clave para los mercados españoles que están reflejando el impacto comparativamente superior al resto de economías de nuestro entorno. Una confianza que también se debe generar desde los responsables de la política económica y también de los responsables sanitarios para que nos pongamos a funcionar lo antes posible y mitiguemos los efectos negativos de la parálisis.

La deuda pública española ha dado un primer aviso. Actualmente nuestro diferencial entre el bono español y el alemán ha subido hasta los 134 puntos básicos. Y como dato inesperado el Tesoro Público tuvo que pagar interés en la última subasta realizada en Letras del Tesoro a 12 meses con una rentabilidad del 0,079% frente al tipo negativo del -0,489% con el que vendieron estos bonos en la subasta anterior. Desde 2016, no pagábamos por nuestras letras a este plazo. Puede ser el primer paso para que toda la deuda pública vuelva a tipos positivos y, por tanto, a representar un gasto hasta ahora inexistente en algunos plazos. 

De ahí, nuestro interés para que se emitan Eurobonos que gocen con el colchón de la Unión Europea y no hagan distingos entre países en los que las diferencias van aumentando. Una medida que descartan los centroeuropeos que sigan gozando con tranquilidad de los tipos negativos. Destaca Alemania donde desde el mes hasta los 30 años tienen en signo menos en su rentabilidad.

También la Bolsa española es la que peor comportamiento comparativo está mostrando en Europa. El índice Ibex 35 baja el 28% en el año, mientras que el Euro Stoxx 50 (recoge las 50 compañías más grandes de Europa, incluidas españolas) se deja el 17%. El índice alemán DAX que además recoge dividendos cae el 13% en lo que va de año. Curioso mirar al otro lado del charco para ver que el estadounidense Standard & Poors 500 solo baja en el año el 1,05%, país que lidera el número de muertos por Covid-19. La propuesta es imposible de cumplir por motivos obvios, pero además de unos Eurobonos para que los malos datos de España se mezclen con el resto de deudas más solventes, también necesitamos una Eurobolsa. Por el mero motivo de ser españoles, los valores de nuestro mercado están siendo más castigados que el resto de los europeos. Y eso, que la gran empresa española está tanto o más diversificada geográficamente que muchas europeas.