La economía española creció en 2015 un 3,2% en términos reales. Comparando con el conjunto de la Unión Europea, que creció un 1,8%, o con la eurozona, que lo hizo en un 1,5%, se trata de una cifra indudablemente positiva. La cuestión ahora es, ¿cuánto va crecer este año 2016? Para responder a esta pregunta hay que analizar cuáles son los  diferenciales que explican este mayor crecimiento, y si se van a mantener en el tiempo.

El PIB real, por debajo del 2008

Lo primero que tenemos que hacer es mirar los datos en niveles. EL PIB real español, pese al buen comportamiento del último ejercicio, todavía está a 4,3 puntos porcentuales del nivel previo a la crisis, el de 2008. Es decir, que incluso creciendo un 2,5% anual, no recuperaremos dicho nivel hasta bien entrado 2017. Por el contrario, la UE lo recuperó en 2014 y la eurozona lo ha hecho este año, 2015. Por tanto, no es verdad que la economía española “vaya mejor” que la media europea. Simplemente va con más retraso. 

Los programas de rescate han fracasado, al menos para Portugal o Grecia
De cara a 2016 los analistas y las instituciones multilaterales anticipan un rango de crecimiento que va de 2,4% a 2,9%. Es decir, será un año “bueno”, entendiendo por ello que se crezca por encima de lo que lo hemos hecho desde que estamos en el euro: un 1,4% en promedio anual. Que se cumpla ese pronóstico dependerá, sobre todo, de la magnitud y la duración de los factores externos, tanto los positivos como los negativos.

Los factores positivos

Con frecuencia se fija en esta trilogía: (i) caída del precio del petróleo, (ii) mayor expansión monetaria del BCE y (iii) depreciación del euro. A estos tres factores habría que sumarle una significativa relajación fiscal y la mejora relativa de nuestra seguridad como destino turístico. Con respecto a la política fiscal, vamos a cerrar 2015 con un déficit cercano al 5% del PIB. Siendo el país europeo con más déficit, será difícil conseguir otra prórroga presupuestaria. En cuanto al segundo factor, el daño terrorista a las industrias turísticas de Francia, Túnez, Turquía y Egipto ya está hecho. Como mucho mantendremos el nivel actual, pero no una nueva mejora de la tasa de crecimiento.

La trilogía positiva

En primer lugar, el petróleo. Al ser uno de los países europeos con mayor dependencia exterior de petróleo y gas, es lógico que su abaratamiento contribuya positivamente a nuestro PIB. Al fin y al cabo una caída de los precios del petróleo supone una transferencia de renta, desde los países productores a los consumidores. Seguramente este efecto ha contribuido a cerca de un tercio de nuestro crecimiento en 2015

En cuanto al cambio de la política monetaria, la puesta en marcha del QE por parte del BCE ha supuesto, por ahora, un techo a la prima de riesgo. También ha contribuido a aliviar la carga financiera de las empresas. Al ser un país tremendamente endeudado (una deuda externa neta de más de 100% del PIB), esta menor carga financiera contribuye positivamente a la renta nacional.

La UE recuperó el PIB precrisis en 2014, pero España no lo recuperará hasta 2017. No es verdad que nuestra economía vaya mejor que la media europea
Finalmente el tipo de cambio. Somos una economía muy abierta: más del 60% del PIB. Y una depreciación del euro contribuye a un aumento de las exportaciones y una disminución de las importaciones. Parece evidente que todos estos factores van a mantenerse a lo largo de 2016. Y, sin duda, mantendrán el impacto positivo sobre el nivel del PIB. Pero no está tan claro que vaya afectar a su tasa de crecimiento, una vez se agoten los efectos de “segunda ronda”, que están ahora operando (impacto sobre el consumo o sobre la inversión de la mayor renta nacional). Además, las materias primas parecen haber tocado suelo, por lo que su recorrido más esperable es al alza.

Los factores en contra: no solo China

Está claro que el entorno internacional ha empeorado. La economía china se está desacelerando más de lo esperado, acuciada por los problemas de su sector financiero, su burbuja inmobiliaria y su exceso de capacidad en la industria manufacturera. Que China crezca por debajo del 6,5% (algo que sólo ha ocurrido en la recesión mundial de 2009) sería una pésima noticia para los países que exportan a China, tanto en Asia como Europa y EE.UU. También ha quedado claro que, al contrario de lo que ocurría en los 80 y los 90, China es la que marca el precio de las materias primas. Su desplome ha afectado a muchos países productores, como los de América Latina, y a muchos sectores, aunque, como ya hemos dicho antes, ha beneficiado a los países importadores de materias primas y a los sectores que las utilizan como input (la construcción o el transporte, por ejemplo). El impacto del menor crecimiento de China y de los precios de las materias primas ha ocasionado una ronda de turbulencias financieras. El motivo es que el ahorro mundial de los últimos años ha sido generado por Alemania, Japón, China y los países productores de petróleo (Noruega, Países del Golfo, Canadá). Por tanto, la caída de su precio ha provocado que estos países vendan parte de sus activos en el exterior para compensar su pérdida de renta. Las ventas de estos activos han causado un gran impacto en las bolsas mundiales, mientras que el impacto sobre los bonos ha sido menor porque los QE operan como mecanismo estabilizador, aunque su sostenibilidad a largo plazo es objeto de discusión.

Y pendientes de Estados Unidos

Por otro lado, está la economía de EE.UU. En los últimos 48 años ha sufrido 8 recesiones. Por tanto, en media, tiene una recesión cada 6 años. Como la última fue en 2009, no es descartable que tengamos otra pronto. Eso no quiere decir que la próxima recesión vaya a ser tan intensa como aquella. Los desequilibrios de la economía americana no son ahora tan graves (burbuja inmobiliaria, excesos financieros) y tenemos a la Reserva Federal dispuesta a seguir actuando. Por tanto, la mala noticia de la recesión americana se compensaría con una interrupción de la subida prevista de los tipos de interés. Y este cambio afectará positivamente a Latinoamérica.

Los riesgos europeos

Finalmente los temas europeos, aun sin cerrar. La banca de Italia y Alemania está por sanearse. Los tipos negativos dañarán la rentabilidad de todo el sistema bancario. Los programas de rescate han fracasado, al menos para Portugal y Grecia. Y ello obligará a actuar si no queremos volver a entrar en episodios de turbulencias sobre el euro. Que Portugal entre en problemas graves puede parecer irrelevante para la economía mundial. Pero para la economía española es un problema serio. Al fin y al cabo exportamos cuatro veces más a Portugal que a China.

Miguel Sebastián es economista y profesor en la Universidad Complutense de Madrid. Fue ministro de Industria, Comercio y Turismo en el Gobierno de Zapatero