Aunque a muchos les pueda parecer algo sorprendente y extraño porque en España, y de modo muy particular en Cataluña, vivimos de forma permanente y obsesiva, desde hace ya demasiados años, ensimismados y enclaustrados en esta suerte de bucle melancólico del proceso independentista catalán, lo cierto es que en el ancho mundo siguen sucediendo otras muchas cosas. En concreto en Portugal, “tan cerca y tan lejos”, como rezaba aquel feliz eslogan de tantos años atrás, cuando el triunfo de “la revolución de los claveles” acabó en muy pocas horas, en un insólito golpe de Estado militar pacífico, democratizador y descolonizador, de un con la sempiterna dictadura fascista de Oliveira Salazar a la que Marcelo Caetano se empeñó en querer prolongar incluso después de la muerte de aquel anciano tirano.

Para quienes tuvimos la enorme satisfacción de vivir, en vivo y en directo y casi desde sus mismos inicios, aquella “revolución de los claveles”, la evolución que ha seguido Portugal desde entonces, desde aquel lejano 25 de abril de 1974, no deja nunca de sorprendernos. Casi siempre agradablemente, como ya lo hizo entonces, porque en aquella época no estábamos en modo alguno acostumbrados a contemplar la simple posibilidad de un golpe de Estado militar pacífico, apenas sin una sola víctima mortal, democratizador, capaz de acabar de un plumazo con una feroz dictadura fascista y, encima, de iniciar un proceso de descolonización que afectó a Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea Bissau, Timor Oriental, Macao y Goa.

Han transcurrido desde entonces más de cuarenta y siete largos años, casi medio siglo, y el Portugal de hoy nada tiene que ver ya, afortunadamente, con aquel Portugal subdesarrollado, encerrado sobre sí mismo en una eterna “saudade” o en aquel “sebastianismo” en el que algunos quisieron enclaustrarle. Miembro de pleno derecho de la Unión Europea desde 1986, al igual que España, en la actualidad Portugal tiene un importante peso en la escena internacional: su ex-primer ministro socialista António Guterres es el secretario general de Naciones Unidas y su hasta ahora ministro de Finanzas, el también socialista Mário Centeno, ha sido elegido como nuevo presidente del Eurogrupo en sustitución del holandés Jeroen Dijsselboem, el desabrido e imprudente líder de las políticas de austeridad máxima impuestas en la UE estos últimos años.

El mismo Mário Centeno, al igual que António Guterres en la ONU, es un fiel ejemplo de los éxitos de la socialdemocracia portuguesa, aquella tan denostada socialdemocracia liderada por el ya desaparecido Mário Soares, que fue y sigue siendo la punta de lanza de los espectaculares logros conseguidos por Portugal desde 1974. Tan alejados del gatopardismo lampedusiano de aquel general Spinola que pretendía que todo cambiase para que todo quedase igual como de los aventurismos revolucionarios de otros militares como Otelo Saraiva de Carvalho, Vasco Gonçalves o Rosa Coutinho, tanto los socialistas de Mário Soares como los militares más democráticos y pragmáticos como Melo Antunes y Vasco Lourenzo, supieron optar por el realismo reformista que dio y sigue dando frutos espléndidos en Portugal.

Mário Centeno es un buen ejemplo de ello. Ha logrado cuadras siempre las cuentas, ha conseguido pasar de un crecimiento del 1,5% al 2,6%, a la vez que ha reducido el déficit al 1,4%, cuando estaba en el 4,4%. Y todo ello como ministro de Finanzas de un gobierno inequívocamente de izquierdas, monocolor socialista con António Costa como primer ministro, con el apoyo parlamentario de las otras dos fuerzas de izquierdas, los comunistas y los anti-sistema del Bloco de Esquerda.

 

“Tan lejos y tan cerca”, Portugal está ahí, con un progreso económico y social sostenido, con una reducción de las desigualdades internas más que evidente, y con un creciente protagonismo en la escena internacional. Sin “saudade” y sin “sebastianismo”. ¡Vaya, si hasta ganaron el último Festival de Eurovisión y la Eurocopa de fútbol!”