Esta desunida Unión Europea necesita una total fusión bancaria, fiscal y monetaria. Más allá de los parches en la ruedas para no ir rodando malamente a base de impulsos y sin la firme y equilibrada resolución que las circunstancias requieren. La austeridad en exceso, especialmente la que afecta a las clases populares, pone en serio peligro un crecimiento económico sostenible.

Unos y otros mandamases no han hecho en España los deberes para la puesta en órbita de una economía robusta, con perspectivas de futuro. Ese retraso estructural nos dejó anquilosados, sobre todo, en el motor del ladrillo y en el modelo de sol y playa. No ha sido bastante una producción tan corta de miras como es posible comprobar.

En producir con mayor amplitud de posibilidades, en vender, en investigar e innovar encontramos la respuesta. Diluyendo lacras y sin asfixiar a la ciudadanía, que no es responsable de la recesión. Las características del sistema son las que están ahí. Pero, sin pretender vivir al margen, no debemos resignarnos y asumir despropósitos.

¿Qué saldrá de la nueva cumbre del G-20? Los líderes europeos demuestran no ser la solución rigurosa, sino el problema. Los ajustes de la UE, para dar una respuesta global a la crisis de la deuda, persiguen la estabilidad financiera de la zona euro y su integridad. La creación de empleo, el comercio o el desarrollo verde.

Parloteos y posturas enfrentadas con la canciller Merkel a la cabeza, el hada madrina o quizá la madrastra que no dispone de una “solución milagrosa”. ¿Qué puestos de trabajo pueden nacer entre nosotros teniendo en cuenta los frágiles e injustos cimientos que se instauran en este infértil campo laboral?

Si no se producen rectificaciones de algún modo, la crisis irá haciendo más huella en Europa y en España particularmente. Los nuevos líderes de Francia e Italia, Hollande y Monti, señalan otro camino que no sea es del rigor máximo, ya que el estrangulamiento a toda costa impide respirar y que salgan brotes verdes. Y ello después de que el primer ministro italiano ostente la categoría de primer ejecutor de un duro plan de ajuste.

El socialista François Hollande no lidera una alianza anti-Merkel, aunque sí reclama mecanismos duraderos, eficaces y con recursos para proteger al euro de la especulación. La música europea de los recortes, además de no amansar a las fieras de los mercados, destroza el presente y el mañana de la ciudadanía.

Francia y Alemania sacan pecho y asumen que “tienen la responsabilidad conjunta de proporcionar un futuro a Europa”. A día de hoy, y no es por inclinación enfermiza hacia el pesimismo, el color del paisaje es cada vez más oscuro. Eso sí, mientras la mayoría  absoluta del Partido Socialista francés no demuestre lo contrario.

Marc Llorente es periodista y crítico de espectáculos