Tal como se presentan las próximas resoluciones de la Unión Europea, creo que ha llegado el momento de decir  NO. Al igual que muchos otros ciudadanos no quiero ser europea.

Durante el franquismo soñábamos con ese viejo continente que era el símbolo de las libertades, tierra de acogida, del respeto a los derechos humanos. Viajar a Europa era respirar, sentirnos libres, poder acceder a la cultura, a lo diferente.

Pero todo esto ha desaparecido.

Los artífices de la UE, aunque algunos tuvieran buenas intenciones, han conseguido hacer un continente para el dinero, para los negocios, las transacciones económicas y para las grandes élites que viven de ese mundo.

De los ciudadanos simplemente se olvidaron. Los capitales pueden fluir de un país a otro pero los derechos sociales o laborales  no son los mismos para un nórdico, un húngaro o un español.

La Europa de las personas nunca se llegó a construir. Y quizás sea éste el núcleo del actual problema. Cuando el viejo continente ha tenido que enfrentarse a la llegada de cientos de miles de personas que huyen de la guerra no ha sabido reaccionar.

El primer impulso  de algunos países como Alemania fue de alegría al pensar que les llegaba mano de obra formada y dispuesta a trabajar por sueldos bajos.

Así comenzó la llegada, hasta que los peores instintos de la Europa de los años 40 salieron a la luz. El egoísmo de sociedades acomodadas que temían perder su status ante la llegada de tanto extranjero.

Porque la xenofobia desatada en todo el continente pero especialmente en los ex países del este no es nada más y nada menos que miedo.

Temor a perder lo que se tiene, a los privilegios, al trabajo.....miedo a lo desconocido, al diferente. Y esos sentimientos sólo hacen que levantar barreras entre "los de casa" y "los de afuera".

Y así hemos visto como de la noche a la mañana se han comenzado a levantar muros, barreras, alambradas, como si eso fuese a frenar a los que huyen del terror.

No los frenará afortunadamente porque aunque en el camino muchos pierdan la vida han demostrado que su fuerza interior es más fuerte y llegarán allá donde quieran.

Quizás no sea a través de la ruta de los Balcanes, será por otros países u otros mares. Los refugiados camboyanos, tras sufrir una de las dictaduras más implacables, llegaron a Tailandia, desnudos, hambrientos, simplemente rotos. Los argentinos y chilenos, tras sus golpes de estado, buscaron libertad en México o Europa y la encontraron, los republicanos españoles fueron bien recibidos en México o Argentina, los judíos sobrevivieron a los nazis y los palestinos siguen luchando con fuerza por conseguir un estado allí donde estén.

La fuerza de la libertad es más fuerte que la del egoísmo.

Mercè Rivas es periodista y escritora

PD. Me parece más que vergonzoso lo que ocurrió esta semana en la Plaza Mayor de Madrid cuando un grupo holigans holandeses tiró monedas y billetes a unas mujeres que mendigaban para que se arrastrasen por el suelo a recogerlos mientras gritaban "No crucéis nuestras fronteras".