Hace poco menos de año y medio, entre diciembre de 2010 y enero de 2011, estuve unos días en Grecia y dejé escrito en ELPLURAL.COM que aquel era, ya entonces, un país sumido en una gran depresión colectiva. La situación actual en Grecia explica con creces el resultado electoral, con la debacle de los dos grandes partidos que han ocupado el poder desde la recuperación de la democracia, y con un Parlamento muy fragmentado pero en el que las diversas fuerzas progresistas y de izquierdas suman más que las formaciones conservadoras y de derechas: 44,1% frente al 36,5% -otros partidos menores sumaron el 19,4%, aunque ninguno de ellos obtuvo representación parlamentaria. También Grecia ha girado hacia la izquierda: el socialdemócrata PASOK ha quedado en tercera posición, pero porque ha sido desbordado por Syriza, una nueva coalición de izquierdas inequívocamente socialista o eurocomunista, que algunos aquí se empeñan en presentar como ultraizquierdista; junto a estos dos partidos están también tanto el Partido Comunista como la Izquierda Democrática. Frente a ellos encontramos a la conservadora Nueva Democracia y un par de formaciones más, una nacionalista de derechas –Independientes Griegos- y otra de ultraderecha con tintes neonazis –Aurora Dorada.

Si tenemos en cuenta estos datos, es evidente que se ha producido el hundimiento de los dos grandes partidos griegos y que los electores han optado por otras formaciones más radicales, tanto a la izquierda como en especial a la derecha, donde la irrupción de una fuerza como Aurora Dorada supone un peligro real para la democracia helena. Porque el drama que vive y padece ahora Grecia es de una magnitud enorme. Conocemos poco la realidad griega de estos últimos años, pero lo cierto es que los suicidios han crecido de forma exponencial, han aumentado las enfermedades mentales, sobre todo la depresión, y se están produciendo numerosos casos de abandonos de recién nacidos, al mismo tiempo que se dan casos de muertes infantiles por desnutrición.

Grecia necesita ayuda para salir del atolladero económico en que se encuentra sumida por el seguimiento de unas políticas económicas bendecidas durante muchos años por las autoridades comunitarias, con la cooperación interesada de importantes entidades financieras, en especial alemanas pero también de otros países europeos. Pero Grecia debe servirnos también de aviso, porque la suya es una situación que puede reproducirse más pronto que tarde en otros países europeos, si siguen imponiéndose las políticas de austeridad y recortes sin contrapartida de ningún tipo. El voto de protesta griego del pasado domingo es un grito desesperado, que difícilmente contribuirá a dar una gobernación estable en aquel país, pero que de un modo u otro expresa la frustración y la desesperanza de una sociedad abocada al abismo.

Europa, y en especial la Unión Europea, comienzan a dar un giro hacia la izquierda. El triunfo del socialista François Hollande en Francia no es una simple anécdota. Las diversas formaciones de izquierdas han obtenido importantes triunfos en las elecciones municipales parciales celebradas en Italia, y otro tanto sucedió también en el Reino Unido. En Grecia también las izquierdas superan de nuevo a las derechas. Y las izquierdas, de uno u otro signo, moderadas o radicales, deben dar una respuesta al drama de Grecia, que es el ejemplo extremo del drama que vive Europa antera. Otra Europa es posible, y lo es solo desde las izquierdas.

Jordi García-Soler es periodista y analista político