El alza de los tipos de interés del BCE europeo y de la FED estadounidense de 0,50 puntos –lo esperado- ha sentado muy mal al mundo del dinero. El mensaje de la presidenta del BCE, Christine Lagarde, sobre nuevas y fuertes alzas a lo largo de 2023 provocaba una subida de los tipos de los bonos a medio y largo plazo, al tiempo que hundía las bolsas que ya ni se plantean ese tradicional rally de Navidad que acompaña a las acciones a final de año.

Pero al margen de sus efectos concretos a corto plazo como la subida de las hipotecas variables, la nueva dinámica de los bancos centrales tendrán efectos más estructurales en la inversión. No podría ser de otra forma porque en las dos últimas décadas el papel desempeñado tanto por el BCE como la FED ha sido determinante en la evolución de las bolsas y, sobre todo, en los mercados de bonos con tipos de interés negativos que obligaban al comprador a pagar por invertir: el mundo al revés. En las Bolsas, los bancos centrales propiciaron el dominio relativo del sector tecnológico, ya que la menor volatilidad cíclica supuso un menor riesgo asociado a la financiación de modelos de negocio de alto crecimiento y alta rentabilidad. También ha contribuido al ascenso meteórico de las estrategias de inversión pasiva: cuanto más suprimieron los bancos centrales la volatilidad, más ahogaron la dispersión y las oportunidades dentro de las clases de activos y entre las regiones, lo que dificultó que los gestores activos obtuvieran mejores resultados. Además, ha incentivado la concentración de capital en los activos más rentables, especialmente los estadounidenses, ya que una menor volatilidad cíclica ha supuesto un liderazgo más fiable en el mercado.

John Butler, estratega macro de Wellington Management, y Amar Reganti, estratega de renta fija de la firma apuntan a que ahora los bancos centrales “ya no pueden ser los frenos estables y fiables del ciclo. En ese entorno, la política monetaria se vuelve más cambiante, con una mayor probabilidad de endurecer demasiado la política en las recesiones y de sobreestimularla en las subidas. Se convierten en una fuente de volatilidad. Y en ese escenario, la estabilidad macro disminuye. El ciclo económico ya no pasará la mayor parte del tiempo en un estado estático. En cambio, es probable que oscile con frecuencia".

Un entorno macroeconómico menos estable para las economías europeas y estadounidense, supone también un cambio importante para el mundo de la inversión, según explican estos analistas:

Una tasa de descuento más alta y volátil afectará a las valoraciones de los activos: Las implicaciones de esto deberían ser curvas de rendimiento más pronunciadas que en el pasado, márgenes de crédito más amplios y valoraciones más bajas de las acciones, especialmente para los valores de crecimiento más sensibles a la tasa de descuento aplicada a los beneficios futuros.

Habrá menos concentración y más dispersión dentro de las clases de activos: La amplia liquidez del mercado ya no hará flotar todos los barcos, por así decirlo. Y la desglobalización aumentará estructuralmente la base de costes de las empresas. Habrá ganadores y perdedores más obvios: una mayor diferenciación entre las empresas que pueden identificar y ajustarse rápidamente al cambio, controlar sus costes y ejercer su poder de fijación de precios, frente a las que no pueden hacerlo.

Habrá más variación entre los países y una disociación de los mismos: Algunos países se apoyarán en herramientas de política fiscal, más que en la política monetaria, para abordar los retos económicos y de otro tipo a los que se enfrentan. Pero, en gran medida, se trata de decisiones de carácter político: los distintos gobiernos tomarán decisiones diferentes, en función de muchos factores, entre los que destaca la situación del país en su ciclo electoral. Creemos que estos matices específicos de cada país serán muy importantes.

No se dará la correlación históricamente negativa entre los bonos y la renta variable: Habrá largos periodos en los que el crecimiento y la inflación se muevan en direcciones diferentes, como ocurrió durante los años 60, 70 y 80. Y eso puede tener una influencia desestabilizadora en la correlación entre la renta fija y la renta variable, con lo que los rendimientos de los bonos quizá ya no sirvan de cobertura muy eficaz frente a la renta variable.

Se valorará más la agilidad y la liquidez: La menor liquidez del mercado y el aumento de la volatilidad macroeconómica pueden hacer que el panorama de la inversión sea más complejo y fluido, es decir, más difícil de navegar. La implicación aquí es que probablemente habrá un mayor valor (y beneficio potencial) en ser más ágil y líquido con la asignación de activos, ya que los períodos de permanencia de los inversores necesitarían ser más cortos en muchos casos.