Es habitual escuchar a las generaciones más longevas aseverar lo que los jóvenes quieren. Hace años se instauró el “no quieren trabajar”, que no hacía otra cosa más que atacar a aquellos que, tras una ardua preparación duramente costeada por sus tutores, se negaban a aceptar sueldos de 1.000 euros por 12 horas de trabajo. El runrún del “no quieren tener hijos” es también conocido por la juventud española, que carcajea al plantearse una posible paternidad desde un piso compartido con otras tres personas y con un paquete de arroz y otro de pasta como único sustento.

Es habitual señalar a las generaciones venideras como culpables de cualquier problemática que se desarrolla en un contexto determinado. "La juventud de hoy ama el lujo, es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores y chismea mientras debería trabajar”. Esta era la visión que Sócrates, hará unos 24 siglos, tenía de la juventud, pero lo cierto es que estas sentencias suelen carecer de un análisis de la situación. O quizá sea cierto el planteamiento. Quizá el egoísmo juvenil de pretender emanciparse y contar con un trabajo y una vivienda digna antes de pensar en garantizar la supervivencia de la especie nos aboque a la desaparición.

En el segundo semestre de 2022, último periodo del que existen datos disponibles, la edad media de emancipación se situó en España los 30,3 años, según el Observatorio de Emancipación elaborado por el Consejo de la Juventud de España (CJE). La obligatoriedad de destinar el 83,7% de su sueldo (13.079,19 euros netos al año de media) a pagar el alquiler, 96,6% si se suman los suministros, podría ser una explicación a esta situación. Otra podría ser que “no quieren emanciparse”. Sea cual sea la causa, lo cierto es que el país sufre una crisis demográfica cada vez más agravada.

El pasado año se cerró con una nueva caída de la natalidad. La población española con menos de cinco años no alcanzaba ni el 4%, un 3,9% concretamente, lo que se traduce en tan solo un niño de 0 a 4 años de cada 100 personas. Esta caída de los nacimientos está abriendo un agujero en la educación pública y de cara al nuevo curso escolar se esperan 300.000 alumnos menos de infantil y primaria en los últimos cinco años. Esta tendencia de la pirámide poblacional es una mala noticia para la economía española, con pocos trabajadores, muchos de ellos mal pagados, y muchos pensionistas.

Es la primera vez que el dato de niños menores de cinco años cae por debajo del 4%. En treinta años el porcentaje se ha desplomado más de un 1%, mientras que el de personas jubiladas no ha parado de crecer. Así, España pasa a ser el segundo país con el dato más bajo de la Unión Europea (UE), tan solo por encima de Italia, que cerró el pasado año un 3,6%. Los datos son similares al español en otros países mediterráneos como Portugal y Grecia, donde se registra un 3,9% y un 4,1%, respectivamente. La media de los Veintisiete tampoco alcanza el 5% y se queda en el 4,7%.

Además, las condiciones de vida de los menores empeoran año tras año. Así, uno de cada diez niños en España no puede cubrir sus necesidades básicas del hogar, según los datos del indicador AROPE (At-Risk-Of Poverty and Exclusion, por sus siglas en inglés) recogido por la Plataforma de la Infancia. La relación aumenta atendiendo a los niños en riesgo de pobreza, tres de cada diez en España (32,2%), lo que sitúa al país tercero por la cola en la UE, tan solo por detrás de Bulgaria y Rumanía.

Con estos datos, el querer o no querer es meramente anecdótico. Los jóvenes, y ya no tan jóvenes, no pueden siquiera plantearse el formar una familia y los que lo hacen ven como sus vástagos se enfrentan a situaciones de mayor precariedad que antaño. Independientemente de la demografía, mejorar las condiciones laborales, desde los salarios hasta la conciliación, y el acceso a la vivienda, entre otras cosas, son necesidades que debe de abordar urgentemente el Ejecutivo que emane de las rondas de consultas realizadas por los candidatos. La natalidad tan solo es un incentivo más para realizar un cambio en el sistema, fragmentado y descompuesto, por cuyas grietas caen primero los estratos más bajos de la sociedad.