Arranca el año 2022 con una perspectivas, para la economía española, de cierta mejora en relación con los resultados de 2021. Los datos de afiliación de diciembre de 2021, conocidos la semana pasada apuntan a una aceleración de la actividad económica que puede verse afectada por la explosión de la variante ómicron, pero que apunta a un mantenimiento de una tendencia de crecimiento robusta a lo largo del año que ahora comienza. Tendremos que seguir atentos a la evolución de los precios, al menos durante la primera mitad de 2022, que seguirá presionando el poder adquisitivo de rentas y salarios, pero que debemos tratar como un episodio acotado en el tiempo, con el ojo puesto en el desarrollo no sólo de los precios del mercado energético, sino también de los cuellos de botella en las cadenas de suministro globales. En otras palabras, 2022 comienza como una continuidad de las tendencias que se apuntaban claramente en el cuarto trimestre de 2021, con algunos elementos que conforman la agenda de política económica de los próximos meses.

El primer elemento que debemos tener en cuenta es la culminación de las reformas económicas más importantes propuestas para la economía española. A la ya celebrada ley de emprendimiento, la ley de crecimiento empresarial y la ley concursal, se añaden la reina de las reformas, la reforma laboral, que debe pasar su trámite parlamentario, y la culminación de la reforma de las pensiones, que ha dejado para el final su parte más importante y difícil, que es la de garantizar la sostenibilidad del sistema en el medio y largo plazo. No hay solución fácil y no se podrá producir ningún milagro de los panes y los peces con esto. España se juega su credibilidad en el Plan de Recuperación Transformación y Resiliencia en estas dos reformas.

2022 será también el año en el que las inversiones del Plan de Recuperación alcanzarán su velocidad de crucero. Mientras que el año 2021 fue un año de establecimiento de los pilares para su ejecución, con la aprobación del plan y los documentos operativos, este año veremos cómo llega el dinero a los niveles de ejecución, generando los primeros impactos. Especial importancia tienen los PERTES ya aprobados, que deben significar las palancas de transformación estructural de nuestra base productiva, en temas como el hidrógeno, las baterías para automóviles, el sector agroalimentario o el sector cultural. Además de los PERTES, una miriada de convocatorias se ejecutará en cada uno de los componentes de inversión del plan.

La persistencia de la inflación, que se mantendrá durante todo el primer semestre, seguramente indicará el fin de los estímulos monetarios del Banco Central Europeo. Tendremos que ver cómo reaccionan las primas de riesgo de los países altamente endeudados a esta realidad, en un contexto en el que los déficits públicos siguen siendo altos. España ha presentado unos presupuestos para 2022 notablemente responsables y que fueron caracterizados como contractivos por parte de la Comisión Europea, en un año de transición hasta la reactivación, en 2023, de las normas de disciplina fiscal de la Unión Europea. En otras palabras, España deberá acometer, a partir de este año, un calendario de consolidación fiscal que otorgue credibilidad a nuestras cuentas públicas en el medio y largo plazo. Al mismo tiempo, la Unión Europea, bajo una presidencia francesa marcada por sus elecciones presidenciales, tendrá que debatir sobre la reforma de dichas reglas fiscales, con los perímetros de la discusión todavía por delimitar. Las noticias que llegan desde el nuevo gobierno de Alemania y de Países Bajos ofrecen alguna ventana de oportunidad, pero no esperemos grandes milagros.  

En el escenario global, la agenda de la recuperación internacional estará marcada por la evolución de la pandemia y las nuevas variantes que puedan aparecer. Las reuniones del G7 y el G20 de 2021 marcaron una ruta hacia un crecimiento inclusivo y sostenible, con especial referencia a dinamizar de nuevo el comercio internacional. La reactivación de la economía mundial seguirá marcada por la reaparición en la escena económica de la geopolítica, con Estados Unidos, China y Rusia como principales protagonistas, y una Unión Europea que sigue buscando su espacio para construir su “autonomía estratégica”, último leit motiv de la política exterior de la Unión Europea. La primacía de China y de Estados Unidos en la construcción de la economía digital seguirá generando quebraderos de cabeza a los países europeos, que deberán seguir trabajando para lograr un lugar en el nuevo escenario económico internacional.

En definitiva, el año 2022 contiene importantes elementos de continuidad que se proyectan desde el año 2021, de manera que salvo disrupciones imprevistas, es bastante probable que la mayoría de las grandes discusiones de política económica no sean sino un seguimiento de los temas abiertos en la recuperación postpandémica. No podría ser de otro modo. No hemos salido todavía de la crisis pandémica, y el proceso de salida parece alargarse mucho más de lo inicialmente previsto. De todo ello seguiremos dando cumplida cuenta en esta columna. Feliz 2022.