La línea fundamental en el discurso de campaña de la derecha europea consiste en establecer que sólo existe una política económica posible, que es precisamente la que aplican con convencimiento los gobiernos conservadores, y que también terminan aplicando por necesidad los gobiernos socialdemócratas. El paro elevado, la pérdida de derechos laborales y el aumento de las desigualdades constituyen los daños colaterales e inexorables de esta política única. Especialmente en los países del sur.

Por el contrario, la clave principal del discurso de la izquierda ha de insistir en la falsedad de aquel argumento. Paro, precariedad y retroceso social no son maldiciones bíblicas ineludibles por la población europea, sino la consecuencia directa de una política económica con perfil ideológico marcado en la derecha. Una política que prioriza la rebaja acelerada del déficit sobre los estímulos al crecimiento, el control de la inflación sobre la creación de empleos y la mejora de la competitividad vía devaluación social.

Si se cambian las políticas, cambiarán los resultados de las políticas. Si Europa deja de aplicar los programas económicos neoliberales, tendremos menos paro, menos precariedad y menos desigualdad social. Si las decisiones de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y las Troycas se llevan a cabo con el objetivo de crear buenos empleos y combatir las desigualdades en el conjunto de Europa, en lugar de atender a los intereses exclusivos de Alemania, las consecuencias de tales decisiones serán indudablemente distintas a las actuales y mucho más positivas.

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