Resulta muy significativo que mientras la izquierda suma más escaños que la derecha en el nuevo Parlamento alemán, todo el mundo dé por hecho que socialdemócratas y verdes renunciarán a formar gobierno y que Merkel repetirá irremediablemente como canciller. También ha sido elocuente la decisión del SPD de elegir como candidato precisamente a uno de los cómplices más notorios de la lideresa alemana en la definición de su política económica, dado que Steinbrück fue su primer Ministro de Hacienda en el gobierno de coalición que precipitó el peor resultado electoral en la historia de la socialdemocracia en el año 2009.

El régimen alemán es un régimen parlamentario, no presidencialista, y CDU-CSU no ha obtenido la mayoría de los votos ni la mayoría de su representación. La izquierda suma el 42,7% de los apoyos, frente al 41,5% de la derecha. Hay más diputados de la izquierda y del ecologismo (319) que de la derecha demócratacristiana y socialcristiana (311). Pero no quieren gobernar. ¿Por qué? Porque hace tiempo que perdieron la batalla ideológica, y ahora dan por perdida la batalla política, lamentablemente.

Merkel y la derecha alemana han impuesto sus coordenadas ideológicas tanto en su tierra como en el conjunto de Europa. La estabilidad económica es el objetivo primero y prioritario. La estabilidad económica exige sacrificios: derechos laborales a la baja, salarios reducidos, desigualdad creciente, fiscalidad laxa, prestaciones sociales en cuestión… Las economías que cumplen sobreviven, con más subempleo y menos derechos, eso sí. Las economías díscolas se precipitan por el agujero de la insolvencia financiera, la recesión, el paro galopante, el ajuste draconiano…

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