Ocurrió que, al final, Madrid se cayó por la borda, al principio del proceso final, por donde menos imaginábamos, los de a pie, que podía caer. Nos habían hecho creer otra cosa bien distinta. Los detalles se nos habían ocultado. Los miembros del COI a los que se decía convencer, ahora sabemos que no se les debía estar convenciendo. Infraestructuras, capacidad organizativa y seguridad, se han juzgado mejor en Turquía y por supuesto que incomparablemente mejor en Tokio. Enhorabuena Tokio. Enhorabuena Estambul, que por poco te toca; no se si, de verdad, te interesaba o no, pero casi lo logras. Madrid, esto no era para ti.

En el caso de Madrid, con  sinceridad, probablemente el final es lo  mejor que le podía haber sucedido.  No está nada claro, que la gigantesca inversión, que por mucho que se quiera minimizar, va asociada a unos Juegos Olímpicos, retorne lo suficiente como para compensarla. No podemos estar en condiciones de dispendios de ninguna naturaleza. Las cuentas de todos los juegos y eventos de magnitud similar, nunca están lo suficientemente claras, como para tener la seguridad de que sea una empresa rentable. Los defensores siempre abogan por valorar unos conceptos intangibles que, supuestamente, compensan los esfuerzos, como reconocimiento, fama, atractivo que fomenta acciones de futuro y un largo etcétera de posibles, pero no actuales beneficios. Nunca sabremos lo que cada una de las ciudades que han sido protagonistas, en el pasado, han sacado como beneficio. Lo que si podemos conocer, y de aquella manera, es lo que se gastaron para poder realizarlo. Al final, los Estados, que son los ciudadanos, no solo los de las ciudades protagonistas, sino todos los del país, son los paganos y, por cierto, sin consulta previa de si estamos dispuestos a pagar algo.

Mucho me temo que si nos hubieran preguntado, en estos momentos, por nuestra voluntad con respecto a que Madrid acogiera los Juegos, tras enumerarnos con detalle lo que nos iba a costar de los bolsillos, sin recovecos., sin historias malsanas de encubrir y disimular gastos, sin el subterfugio de que solamente es Madrid la que corre con la cuenta de resultados, porque, al final, en la financiación procedente del estado, acabamos pagando todos, y no sólo Madrid es la que paga, sino todos, de una u otra forma; digo que, si esto se hiciera, el plebiscito hubiera dejado en tierra a la delegación, un tanto numerosa que se desplazó para hacer de lobby, esta vez a Argentina.

No puede compartir el de a pie, que en una época en la que tantas mentiras se nos están diciendo sobre todo, pero en especial sobre el presente y el futuro del país, que con una Sanidad como está, una Educación maltratada, una I+D ignorada, una dependencia destrozada, un empleo fulminado y amenazas permanentes de todo lo que resta y es susceptible de abatir por formar parte del Estado de Bienestar, como las pensiones, jubilación, contratos, etc., en este estado de cosas, empleemos recursos en celebrar unos Juegos. Las preocupaciones de los españoles son otras. ¿El PP es capaz de enterarse de esto? ¿Cuántos han estado comiendo y viviendo de  los potenciales Juegos de Madrid durante tantos años, como para concurrir hasta tres veces? ¿Se ha contabilizado en la deuda tremenda de la capital este rubro? ¿Quién va a pagar la deuda de Madrid?

Cuando se conoció el resultado de Madrid, fulminada antes de comenzar la contienda, algún español o española se alegró, y tengo in mente a una brillante y jovencísima estudiante, preocupada por su futuro, pero capaz de analizar su presente, que pensaba que algún recorte menos se dará en Educación, ya que nos vamos a librar de los gastos de los juegos. Me sentí avergonzado de formar parte de la generación que ha propiciado el ascenso al poder de estos energúmenos que nos engañan en todo momento y no tienen rubor para crearnos expectativas irreales, ocultándonos lo que acontece y haciendo propaganda de un país que no es el nuestro y una situación económica y social que está muy lejos de que sea cierta. ¡Ya está bien!, para que acabemos con esta situación. Nos han asaeteado, insistentemente, convirtiéndonos en culpables de cuanto acontece, pero ahora aplaudían gastos superfluos que, solamente se pueden entender desde una enfermiza, indeseable e incontenible gana de propaganda política. España no va bien, ¡que no!, que no hay ningún indicador de ello. Unos Juegos Olímpicos no arreglan nada, ¡goebelianos gobernantes!, Por mucho que se empeñen no han convencido a nadie. Les han dicho que en casa están mejor y que mejoren muchas cosas antes. Es la tercera vez que se lo dicen. Los que están en ello, no saben o no son lo suficientemente competentes para llevar un proyecto de esta naturaleza (además de todo lo comentado, la breve presentación audiovisual está a mucha distancia de las otras, ¿aprenderán algo de Tokio, estos ilustres ignorantes?) . ¿No creen que en casita y quitecitos están bastante mejor? Ahora apelaran al espíritu deportivo para justificar la derrota, pero no están en esa clave. Pensaban que eran invencibles, como en todo.

No quiero ni pensar en la máquina de propaganda que hubieran puesto en marcha los del PP, de haber conseguido los Juegos. Todo se convertiría en propagar que ha habido un reconocimiento a escala mundial sobre el acierto de las medidas de Rajoy. Si por dos minutos contados, de Obama, se hizo algo de esto, ¿qué no se hubiera hecho si los Juegos hubieran venido a Madrid? Bueno, pues tanta mentira hubiera sido, como lo va a ser, el análisis que ahora harán de la derrota. Esperen lo peor. ¿qué inventarán en este caso? ¿Nos subirán la luz, de forma encubierta, claro, para pagar los viajes y las delegaciones que han ido vendiendo humo durante demasiado tiempo? Esperen lo peor. Bueno, lo que se dice bueno, no caerá nada. Eso sí, con más cara que espalda, nos dirán lo contrario. Tomen nota, que lo necesitarán. Llegará el momento en que hay que votar y habrá que acordarse de todo. La memoria es la contabilidad de todas las facturas pendientes y tenemos ya demasiadas.

Alberto Requena es Presidente del Partido Socialista de la Región de Murcia