Hemos tenido la ocasión de charlar con Antonio Quiles, que desarrolla el proyecto Mover la mente, pensar el cuerpo, que se desarrolla gracias al apoyo de la convocatoria de Art for Change de Fundación ”la Caixa”, que ya ha lanzado la nueva convocatoria para el corriente año. Se trata de una propuesta enfocada en la producción, creación y exhibición de una pieza de danza contemporánea que recoge los intereses creativos y vivenciales de los participantes del proyecto, personas con discapacidad intelectual. La idea que subyace es que los proyectos artísticos son una vía de crecimiento personal y una forma de expresión, comunicación y visibilización de otros modos de ser y estar en el mundo, y el de Quiles es un ejemplo perfecto.

Pregunta- Te encontramos trabajando en Sintra (Portugal). ¿Qué estás haciendo allí?

Respuesta- Disfrutando del proyecto de danza comunitaria con adolescentes, dentro de la Europa Creativa. Trabajo aquí como docente y coreógrafo.

P- ¿Cuál es el espectro de diversidad, si es que se lo puede llamar así, con el que estás trabajando?

R- En este proyecto estoy como freelance y trabajo con gente con diversidad intelectual o del desarrollo. Hay chicos y chicas con parálisis cerebral, otros con síndrome de Down, etc. También los hay con dificultades motoras... es bastante variado. 

Una escena de Piedras

P- ¿Ya están incorporados a los grupos chicos sin ninguno de estos tipos de diversidad?

R- No, todavía no. Y esa es una buena pregunta, porque si se trata de danza inclusiva, lo que se potencia es que haya una diversidad. Esta primera fase es formativa. Como todo el mundo, hay que formarse antes de entrar en escena. Es otro tema importante: el cómo acceden a esa formación las personas con diversidad. Todavía es muy poca la gente formada en conservatorios, en colectivos, en grupos independientes o con artistas freelance. Si no está formado, es difícil que haya calidad, por lo que yo estoy en esa primera fase, que en realidad está muy vinculada al proyecto Art for Change, de la Fundación "la Caixa", pero que todavía no empieza como tal. Nosotros lo empezaremos en septiembre, para estrenar en diciembre. Ahí sí que voy a elegir a un número, que todavía no es definitivo, de chicos con diversidad y luego habrá bailarines ya profesionales. Ese es el espíritu de lo inclusivo, la participación conjunta de bailarines con y sin diversidad.

P- El lenguaje es dinámico y las palabras condicionan, no hay duda. Más allá de que la carga de significado que da cada uno sea importante, no lo es menos la forma. Está claro que ya hemos dejado atrás la etapa en la que se hablaba de discapacidad. Veo que hoy hablamos de diversidad. 

R- Es un buen ejercicio de esfuerzo. Merece la pena. Cuando yo empecé a hacer danza, se utilizaba una palabra integración, de danza integrada. Pero la integración implica que una mayoría se come a una minoría, cuando esta, en realidad, sigue manteniendo su esencia. Por eso se pasó a hablar de danza inclusiva, pero ya hay colectivos, sobre todo de diversidad motórica o funcional, que ya no quieren tampoco que se les señale como diversidad.

Las etiquetas no son malas por sí mismas, lo malo es que las etiquetas tengan categorías

P- El verdadero triunfo será cuando la llamemos danza, sin más...

R- Parece que tuviéramos la necesidad de etiquetar. A día, para explicar, es necesario hacerlo para que la comunicación sea más fácil, pero sí, el verdadero triunfo será ese. No son malas las etiquetas en sí, sino que las etiquetas estén ya categorizadas. Si tú dices danza inclusiva, ya para un tipo determinado de personas asistentes a la danza como profesionales piensan "bueno, danza de menos calidad". Ese de menos calidad hace que esa etiqueta sea mala. Cuando se categoriza, ya la gente empieza a ser reticente respecto a la coletilla inclusiva. Paradójicamente, a mí me interesa más como persona y como creador que trabaja con cuerpos diversos, a mí no me provoca ningún problema decir que hacemos danza inclusiva. El problema está en quien lo escuche y que, de forma unilateral, considere equivocadamente que es una cosa más cutre. Se trata de romper el tabú y acercarnos a nuevos públicos, muchas veces, hablando solo de danza, como has mencionado. Los que no lo saben, y no se lo esperan, salen encantados. Quizá, si hubiesen sabido que había personas con, por ejemplo, síndrome de Down bailando, no habrían ido. Salen convencidos. 

P- ¿Cómo fue el proceso que llevó a tu proyecto a quedar entre los seleccionados por el programa Art for Change, de la Fundación "la Caixa"?

R- La convocatoria se hace todos los años. La consigna es trabajar el arte y la cultura como herramienta social. Se presentaron unos doscientos y pico proyectos, por lo que fue una sorpresa y una alegría que mi proyecto fuera uno de los diecinueve. Era la segunda vez que me presentaba. Confiaba que por trayectoria y por número de gente que estaba involucrada, podía tener la posibilidad, pero no por eso deja de ser una grata sorpresa.

P- ¿Qué bagaje traías antes de presentarte a Art for Change?

R- Yo estaba estudiando danza normativa en los Países Bajos cuando llegué a un proyecto de danza inclusiva casi sin saberlo. Después de preguntarme "¿qué hago yo aquí?", fue tan transformador y tan maravilloso que poco a poco empecé a ir tirando por ahí, y ya hace unos quince años que estoy tanto en docencia como como bailarín performer, y ya luego coreografiando piezas de danza con cuerpos diversos y danza comunitaria. La diversidad, en nuestros casos, va desde lo desde lo físico motor a lo intelectual. Fue tan maravilloso que me quedé allí. He trabajado en muchas compañías por toda Europa, presentando tanto talleres como mis propias piezas. Los últimos ocho años estuve como docente y como coreógrafo en Danza Mobile, que es un centro ocupacional (de los pocos que hay en España, quizá el único) centrado en la educación en arte. Tiene danza, teatro, cuentacuentos, artes plásticas. 

El apoyo de Art for Change permitirá que el proyecto dé un importante salto cualitativo

P- ¿Qué nuevas posibilidades tiene tu proyecto gracias a estar entre los seleccionados de Art for Change?

R- Me permite que la pieza que se va a presentar en diciembre tenga mucha mejor calidad. Se puede pagar más, se puede contratar más personal como, por ejemplo, asistentes de dirección que aporten su visión, se puede pagar a una bailarina externa, se puede grabar un buen vídeo o hacer buenas fotos, se pueden ver otros espectáculos de danza para después conectarlos -como parte de la formación-. Mi labor como coreógrafo también se ve recompensada. El salto cualitativo y cuantitativo es importante por la llegada de dinero.

P- Un círculo virtuoso, ya que se trata de un mejor producto, que a su vez es mejor difundido, lo cual lo hará crecer aún más.

R- Claro. La idea es que esto tenga un cierto recorrido. Sabemos que es muy difícil, pero con tener un número determinado de funciones, ya sentiré que estamos avanzando. 

Un ensayo dirigido por Antonio Quiles

P- ¿Dónde tienes la base de este proyecto?

R- En Madrid. Yo estaba muy bien en Danza Mobile, pero me apetecía un cambio, y llegué a un nuevo proyecto de plena inclusión. Un proyecto de coreógrafos invitados para dar clases en un centro. Ese centro quedó encantado y se logró un cambio brutal en autonomía, en confianza, en relaciones entre ellos, en seguridad, en empoderamiento. El cambio va desde la posición del cuerpo a su mirada del mundo. Me ofrecieron, entonces, ir a Madrid. Hoy estoy allí impartiendo clases en los centros COFOILS. De allí saldrán las personas con diversidad intelectual que participarán en el proyecto. Estos centros son RAILESASPAdiRAPHISA ASPIMIP.

A fuerza de pulmón y de creatividad, España está bien posicionada en Europa en cuanto a la danza inclusiva

P- ¿En qué punto están Europa, en general, y España, particular, en cuanto a la inclusión en la sociedad y en la danza?

R- Tengo que decir que esto está muy vinculado a las políticas económicas y culturales en cada país. Todo está vinculado. Eso es lo que separa mucho a Suiza, donde he trabajado, o Alemania, de España o Portugal. Sin embargo, a nivel artístico, España tiene un muy buen nivel. Aquí estamos acostumbrados a hacer las cosas con y sin dinero, y gracias a eso nivel de resultados las diferencias se acortan. No estamos mal. Hay bastantes festivales de danza inclusiva en España, cada vez más teatros beneficiados por políticas de igualdad. Las subvenciones a los teatros suelen incluir la exigencia de que se presenten un número de espectáculos con diversidad a lo largo del año. Aunque sea un poco obligado desde ahí, es un gran paso adelante. Hay bastantes coreógrafos y bastantes artistas que están trabajando la inclusión, así como una buena cantidad de festivales. De hecho fui hace poco al Centro Dramático Nacional en Madrid, y allí se está apostando mucho por la diversidad en escena. Hay mucho camino por recorrer, pero no estamos ni mejor ni peor que nuestro entorno europeo.

P- ¿Qué aportan las artes plásticas inclusivas a la sociedad?

R- Es un camino de ida y vuelta. La danza, por ejemplo, está renovándose y bebiendo de estos otros cuerpos y temáticas. El arte dignifica a la persona y potencia lo mejor de cada uno. Cambiamos nosotros y, cuando cambiamos nosotros, cambia la sociedad, porque esta no es más que una suma de individuos en relación. Con la inclusión construimos una sociedad más justa, más bella y más democrática.