No están siendo días fáciles para Miguel Ángel Rodríguez. Partiendo de la base de que no debe ser sencillo asesorar a la presidenta de la Comunidad de Madrid en este tipo de situaciones, recurrentes por otra parte desde que Isabel Díaz Ayuso se sienta en la Puerta del Sol, en la presente ocasión a su jefe de gabinete se le ha visto especialmente nervioso. Todo empezó en X, antiguo Twitter, ha seguido en otras redes sociales y ha hecho un alto en el camino en los medios de comunicación.

El jefe de prensa de la líder regional siempre se ha caracterizado por su tono bronco, alejado la mayoría de las veces de lo que debiera ser la vida política y, lamentablemente, demasiado cerca de lo que ésta es de un tiempo a acá. Sin embargo, su intentona por desmontar las informaciones publicadas sobre el novio de la presidenta, Alberto González Amador, empezó de forma relativamente sosegada para lo que acostumbra. Eso sí, no por ello menos sorprendente.

La mano derecha de Ayuso decía “Estoy aquí” el 12 de marzo, en el que fuera el espacio del pájaro azul. Esto es, tres meses después de su último tuit, totalmente alejado de la bronca y que se centraba en la Navidad, una época de perdón y reconciliación que, parece, no solo queda lejos en el tiempo.

“Resumen de esta locura de Sánchez: el gobierno Sánchez acusa a la pareja de Ayuso de contratar con el gobierno Sánchez… Están desesperados”. Tac. Primera carta sobre la mesa. A partir de ahí a esperar la respuesta del rival. De primero de política, de cualquier juego de mesa, o de la vida.

Y uno de los que se sentó a la mesa a jugar fue el ministro de Transportes, Óscar Puente, que en seguida salió al paso. Un político también de gatillo fácil, al que se le pude atribuir más o menos acierto en lo que dice y, sobre todo, en lo que escribe (le han llovido críticas por ello a lo largo de la semana), pero que no tuvo reparo en responder a Rodríguez: “La cosa tenía muy mala pinta. Pero cómo tiene que estar de malita para que tuitee tres meses después”.

A partir de ahí, un Rodríguez desatado, como si la situación se le fuera de las manos. Tanto es así que llegó a amenazar a la periodista de elDiario.es, Esther Palomera. Quizá fruto del nerviosismo que le produjo que su siguiente bala -la misma que utilizaría la presidenta, la de os estáis equivocando de víctimas y mártires y aquí todo el mundo miente contra nosotros, cayera en saco roto-. “Resumen de la locura de hoy: la fiscalía ofrece por email un acuerdo al señor González; antes de que pueda responder, la misma Fiscalía dice que ha recibido órdenes “de arriba” para que no haya acuerdo y, entonces, vayan a juicio”, indicaba el día 13.

La cosa es que a la mañana siguiente salió a la luz que González, en contra de lo que había defendido Ayuso en rueda de prensa, reconoció los delitos de los que se le acusan -entonces dos de fraude fiscal y uno de falsedad documental- y que, efectivamente, era él quien debía dinero a las arcas públicas y no al revés. MAR (como se conoce también a Miguel Ángel Rodríguez), se desata contra todos -literalmente- y empieza a faltar al respeto a la Justicia, los medios de comunicación, el presidente del Gobierno, parte del Ejecutivo… llevando a su máxima expresión la estrategia del enemigo único: “Tras el ataque desmesurado de Hacienda, de la Fiscalía, del Perro, de la vicepresidenta, del gañán de Transportes, del que no paga impuestos en España de PRISA, de la Intxaurrondo que cobra en B de TVE y la quitan el programa… ¡¡¡No pueden matar a Díaz Ayuso!!! ¡¡¡Nos gusta la fruta!!!”.

Esto era el viernes, y el culmen llegaría el fin de semana, cuando elDiario.es destapaba las amenazas que había vertido sobre una de sus informadoras, que nada tenía que ver, además, con las investigación de este caso. “Os vamos a triturar. Vais a tener que cerrar. Idiotas”. Este mensaje de Whatsapp, totalmente a deshora y que forma parte de una conversación que el propio jefe de prensa comenzó, terminó de agitar el tablero a todos los niveles. La izquierda pidiendo explicaciones, la derecha poniendo en foco en la filtración de una conversación privada, la prensa al unísono -o casi- cerrando filas en torno a la compañera y el propio MAR valiéndose de una supuesta relación de confianza que, en caso de que la hubiere, no justifica su comportamiento.

Y ahora, tras un par de días en los que el responsable de prensa de Ayuso ha centrado buena parte de la atención, difunde el bulo de que “periodistas encapuchados” intentan asaltar la casa de la presidenta. Imposible poner punto final a este artículo, porque todo hace indicar que las subidas de tono, los bulos e incluso, quien sabe si las amenazas, continuarán. Al día siguiente, o sea este miércoles, Rodríguez ha reconocido que fue él quien difundió este bulo, aunque explicando que lo hizo a título personal, ya que no lo hizo desde la cuenta de la comunidad.

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