Miguel Montero fue nombrado públicamente el pasado sábado como nuevo secretario del Partido Comunista de España (PCE) en Madrid. Con motivo de su nombramiento, el joven político (26 años) dialoga con ElPlural.com sobre la importancia y los retos a los que se enfrenta un partido que de alguna manera sigue operando en la retaguardia (entendiendo como tal que no está en lo que la gente concibe que es la política), pero también a pie de calle, en el sentido más estricto del concepto. Asimismo, debate con este periódico sobre la estrategia a seguir por una izquierda claramente dividida o la manera en la que plantar cara a una Isabel Díaz Ayuso que cada vez adopta posiciones más reaccionarias.

PREGUNTA (P): Para quien no esté muy puesto en la política. ¿Qué importancia tiene el PCE en la política española y madrileña? Lo digo porque todo el mundo sabe o ha oído hablar de la importancia de la formación durante el Franquismo, la Transición… pero ahora hay quienes ni siquiera saben que sigue existiendo.

RESPUESTA (R): Somos conocedores de esto. Somos un partido que no se presenta directamente a las elecciones, que es como la gente habitualmente se familiariza con la política, sino que tiene un estilo de trabajo mucho más vinculado a la intervención directa en los problemas concretos de la gente. En nuestra militancia hay movimiento sindical, feminista, la lucha por la Vivienda o la defensa de los servicios públicos, y esto muchas veces hace que parezca que el PCE no existe y opere en una especie de semiclandestinidad impuesta.

Uno de nuestros objetivos es visibilizar el trabajo que se hace como militancia en un montón de sitios, pero creo que la importancia del partido precisamente es eso, que no es un partido que entiende la relación con la clase trabajadora o los sectores populares como ir a pedir el voto cada cuatro años, sino que trabaja día a día en la mayor parte de los conflictos que surgen en el país y en particular en Madrid.

P: ¿Quién es Miguel Montero, de dónde viene y sobre todo, por qué decide dar este paso?

R: Soy de Moratalaz, aunque ahora no vivo allí por la situación de precariedad. Yo soy comunista, aunque fui militante en la época del 15M, contra la LOMCE, en defensa de la Educación pública (…) En determinado momento me propusieron tener una tarea en las juventudes y desde entonces pase una militancia más activa. Todo eso me ha pasado mientras estudiaba la carrera, trabajaba -en un despacho de abogados que lleva temas de extranjería y salud mental-.

A la vuelta del verano se decidió que en el partido iba a haber un relevo en la secretaría general del PCE en Madrid y la mayoría de la dirección y los cuadros a los que le preguntaron me propusieron. Acepté un poco atónico y entendiéndolo como una especie de pausa temporal en la que toca hacer otro tipo de vida, pero que en ningún caso creo que se me pueda definir como una persona vinculada a la política institucional.

P: Con 18 años eres nombrado máximo responsable de La Juventudes. ¿Cómo se siente esa responsabilidad desde el prisma juvenil?, También positivo, claro está.

R: Una de las cosas más bonitas que la militancia nos ha dado a mí y a otra gente es precisamente concebir la juventud como algo inigualable, y ese empuje es fundamental para cualquier proceso de cambio.

Pero la gran oportunidad para mí ha sido conocer a gente de edades muy diversas con trayectorias personales y vitales muy diferentes con objetivos muy distintos; centrados alcanzar una sociedad más justa en la que el capitalismo no monitorice nuestras vidas. Esa parte para mí es lo más interesante: que es un partido centenario, pero con gente de muchas edades.

En lo personal evidentemente es una carga emocional y de responsabilidad teniendo en cuenta la trayectoria histórica del partido. Pero como tenemos una cultura muy poco referencial para con los liderazgos, lo he vivido más como una tarea más dentro de todas las que he tenido dentro de la militancia que como un culmen.

P: ¿Cómo valoras el liderazgo de Enrique Santiago? Es obvio que tiene una parte del partido en contra.

R: Cualquiera que le eche un vistazo a la historia del movimiento comunista a nivel internacional, puede tener claro que somos gente ruda e intensa a la hora de debatir. Creo que los grandes debates (de hacia dónde ir en las situaciones o disyuntivas más complicadas) siempre generan una especie de sensación de división profunda.

A su vez pienso que el PCE obedece a una trayectoria de preservar la unidad a pesar de las opiniones distintas que pueda haber dentro de su seno. Y eso es algo que debemos cuidar para no terminar en esta especie de metáfora clásica de la izquierda; el Frente Popular de Judea.  En ese sentido creo que no se puede referenciar en determinadas personas, por mucho que tenga la secretaría general.

Sí pienso que el Partido Comunista tiene debates pendientes sobre la coyuntura actual del país y nuestra propia identidad política.

P: En esta coyuntura, ¿por qué vuestro papel es relevante en la deriva que pueda tomar Sumar?

R: Creo que nuestro papel es fundamental porque vivimos en una hegemonía reaccionaria. Vemos más allá de lo que serían los partidos de extrema derecha: a la coalición del gran capital, los medios más fuera de sí y los sectores del PP, la patronal, Vox y demás grupúsculos de extrema derecha. Todo ello comienza a alcanzar cierto nivel de hegemonía en la sociedad.

Esto hace que vivamos en una sociedad cada vez más derechizada. Y en ese panorama lo que ha hecho la izquierda -también Sumar- es escorarse progresivamente hacia la derecha. Y me explico: adoptar posiciones en algunos casos que ni siquiera se pueden catalogar de socialdemócratas; y yo creo que la importancia del PCE en esa tesitura es situar la prioridad no en los propios ritmos de la política actual (la agenda mediática), sino en poner los pies en la tierra de lo que vive la gente trabajadora. Por lo tanto, creo que hay que corregir esa deriva derechista y dar soluciones más radicales a los problemas de la gente.

P: ¿Veis que la mejor opción es seguir caminando de la mano de los magentas? ¿O quizá es más apropiado continuar de la mano de Podemos, Izquierda Unida (IU)…?

R:  Vamos a rechazar cualquier disyuntiva que parezca que el PCE tiene que elegir entre papá o mamá. Tenemos un proyecto político propio, alternativo y radicalmente soberano, que tiene bastante claro que hay derivas de la política actual que no tienen que ver con nuestro estilo de trabajo.

Nosotros apostamos por el trabajo concreto y directo frente a las extracciones generales o marcos más propios de una tertulia en la que se habla de todo. Apostamos por la militancia frente a los hiperliderazgos y/o bandazos. Eso es lo que nos diferencia de cualquier partido político que esté actualmente en España, lo cual no implica que estemos cerrados a buscar acuerdos con otros partidos u organizaciones de izquierdas. Eso sí, en base a las tareas que tenemos por delante.

P: ¿Cuál es la relación con el secretario actual de IU? ¿Qué opinas sobre el todavía apego de IU a Sumar?

R: Empezando por lo último, IU se presentó a las elecciones y se integra en el grupo parlamentario de Sumar. No existe otra cosa que no sea eso.

Quiero decir, no existe Sumar en otra dimensión que no sea un grupo parlamentario. Existe otro partido que se llama Movimiento Sumar, que está en una fase muy iniciativa y que no ha integrado a ninguna otra organización de la izquierda en el Congreso. En los estamentos autonómicos sí hay una coalición donde sí se da esa realidad (…). Entendemos que es positivo cooperar con otras fuerzas de la izquierda en el ámbito parlamentario, pero creemos que no va a ir más allá de eso.

Sobre el secretario general de IU, desde el PCE de Madrid valoramos positivamente la reconexión con la militancia que está generando Antonio Maíllo, pisando el Estado a lo largo y lo ancho; esa recuperación de la voz propia de IU en los medios y otros elementos… Pero también pensamos que quedan muchos debates por dar en el seno de la organización tanto respecto de políticas de convergencia como hacia los horizontes estratégicos que nos marcamos. En ese sentido aún es pronto para valorar el desempeño de su dirección.

P: ¿Cómo contemplas la política autonómica con una Ayuso cada vez virando más hacia posiciones ultras, la reciente dimisión de Lobato, un Sumar que ya nació con una controversia que, sin duda, ha aumentado con el caso de Errejón, aunque no sea algo estrictamente autonómico...?

R: Se encuentra en un momento de degradación bastante importante. Pienso que objetivamente Ayuso se ha convertido en una antagonista en el seno de la batalla ideológica y/o cultural contra cualquier política de izquierdas y que avance en los derechos de la clase trabajadora.

En ese sentido, ha conquistado el protagonismo absoluto tanto madrileño como estatal. La única forma de cambiar eso es atajar las causas de esa hegemonía, planteando alternativas concretas en cuanto a la vida de las personas allí donde la sufren y donde se pueden organizar para dar la vuelta a su discurso.

Todo lo que esté en los marcos parlamentarios y mediáticos siempre va a estar dominado por ella.  Eso es evidente, le ha pasado factura a Lobato (…) También el PSOE de Madrid es una jaula de grillos, lo lleva siendo 20/30 años y creo que la alternativa a Ayuso no va a venir por ahí sino por el conjunto de la izquierda. Además de que el PSOE-M ha ido adoptando cada vez más posiciones de centro en materia fiscal, de Vivienda, etc.

P: ¿Qué autocrítica debe hacer la izquierda en su totalidad para que el PP lleve gobernando Madrid de forma ininterrumpida desde finales de los 90?

R: Primero, abandonar este eslogan de que viene el fascismo, que viene el lobo, porque se está degastando. Se lleva muchos años diciendo ‘Cuidado, que viene el fascismo, votar cualquier otra cosa’, y ahora la disyuntiva empieza a estar entre el liderazgo de Pedro Sánchez…

Esto le hace un flaco favor a la comprensión de lo que son los fenómenos naturales en la extrema derecha que, alrededor de toda Europa demuestran que tienen cuestiones mucho más profundas en la población general de lo que sería el fascismo clásico. No creo que Vox sea un partido fascista, sí que transita peligrosamente en el camino hacia el fascismo. Pero el fascismo en este país ya lo hemos vivido y es otra cosa.

Por lo tanto, creo que la izquierda tiene que cambiar su discurso de que hay que frenar a la ultraderecha y empezar a definir políticas claras, alternativas reales que hagan a la gente identificarse en positivo y no a la contra. La única forma de disputar esa hegemonía es que todo el mundo tenga derecho a techo, a un trabajo digno… Esa es la mayor garantía de que no van a existir políticas de la ultraderecha que movilicen también los intereses de las clases populares como ha pasado en el resto de Europa.

P: ¿Qué puede aportar el PCE al escenario actual?

R: Tenemos mucho que ofrecer por varias razones. La primera es que miramos más allá de lo parlamentario, y una formación que mira más allá de lo institucional siempre es garantía de que va a tener más los pies en el suelo. Estar más en contacto con la gente y no pensar que porque algo se publique en el BOE automáticamente se haga realidad.

En este país se ha avanzado mucho en derechos sociales y conquistas que se han reflejado en textos legales sin implicar que cuando vayas a una empresa se cumplan las medidas de prevención de riesgos laborales o se pague a la gente lo que se le debe.

Ese es el gran valor del PCE, que permite además valorar la realidad cotidiana de la gente. También que, frente a la mediatez y la nueva política vinculada a las redes aspiramos a terminar con el sistema capitalista. Es decir, tenemos siempre la mirada puesta en el medio y largo plazo, sin dar bandazos ni perder el rumbo.

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