El PP de Fuenlabrada intenta recomponerse tras el terremoto causado por las mentiras en el currículum de Noelia Núñez, pero lo hace con una figura bajo sospecha. La imputada Ana Millán, vicepresidenta de la Asamblea de Madrid y número tres de Isabel Díaz Ayuso en la dirección regional, ha sido designada presidenta de la gestora local en un momento crítico, con el reto de frenar el desgaste del partido en una de las ciudades históricamente gobernadas por el PSOE.
Su llegada pretende cerrar la crisis abierta por Núñez, aunque la elección de una dirigente investigada por corrupción ha reavivado las críticas por la falta de ejemplaridad dentro del PP madrileño.
Millán, nacida en Alcorcón en 1979, acumula una larga trayectoria en las filas populares. Actualmente ostenta los cargos de vicepresidenta primera de la Asamblea de Madrid y vicesecretaria de Organización del PP regional, lo que la convierte en una de las personas de máxima confianza de Isabel Díaz Ayuso. Su designación al frente de Fuenlabrada llega pese a que está imputada desde 2022 por presuntos delitos de prevaricación, cohecho, tráfico de influencias y fraude, en una causa abierta en el Juzgado de Instrucción número 6 de Navalcarnero por su etapa como concejala de Juventud en Arroyomolinos.
La investigación apunta a presuntas irregularidades en la adjudicación de contratos municipales y al presunto cobro de comisiones. Aunque ella mantiene su inocencia, el caso ha salpicado de lleno al PP madrileño, que ha preferido respaldarla públicamente en lugar de apartarla. Desde Génova aseguran que su currículum “está perfectamente explicado” y que no hay ninguna incompatibilidad para su nuevo cargo, pese a que el expediente judicial sigue abierto.
El relevo tras el escándalo del currículum falso
El relevo se produce tras la dimisión forzada de Noelia Núñez, quien hasta el pasado julio ocupaba la portavocía del PP en Fuenlabrada y era una de las apuestas personales de Alberto Núñez Feijóo. Núñez reconoció haber falseado parte de su formación académica, presentándose durante meses como titulada en un “doble grado en Derecho y Ciencias Jurídicas” que nunca concluyó. La información figuraba incluso en su ficha del Congreso de los Diputados y en la web del Ayuntamiento de Fuenlabrada.
Tras descubrirse la falsedad, Núñez pidió disculpas públicas y renunció a todos sus cargos —tanto orgánicos como institucionales—, dejando al PP local en estado de parálisis interna. Fuentes del partido admiten que la salida se vivió como un “golpe reputacional”, sobre todo en una ciudad donde los populares llevan décadas sin gobernar. “El caso Núñez nos hizo mucho daño, y ahora necesitamos reconstruir desde cero”, resume un dirigente del PP madrileño.
Fuenlabrada, el bastión socialista que resiste
Con casi 190.548 habitantes —según el padrón de 1 de enero de 2025—, Fuenlabrada se alza como una de las ciudades más pobladas del sur de la Comunidad de Madrid. Ubicada a unos 17 kilómetros de la capital, esta localidad ha sido durante décadas una pieza central del denominado “cinturón rojo” del área metropolitana madrileña: una zona marcada por una tradición socialista firme, movilizada y resistente al cambio.
El PSOE ha gobernado la ciudad con mayoría absoluta en prácticamente todas las legislaturas recientes, y su líder actual, Javier Ayala, ha reforzado esa hegemonía en cada contienda electoral. Frente al partido socialista, el Partido Popular ha cosechado resultados discretos: en las municipales más recientes consiguió 7 concejales frente a los 16 que obtuvo el PSOE, lo que evidencia la distancia —no solo numérica, sino política y simbólica— que aún debe salvar.
Por todo ello, la designación de Ana Millán como presidenta de la gestora del PP local tiene una doble misión: por un lado, apuntalar la estructura del partido en un municipio sumido en el desgaste; por otro, lanzar el mensaje de que los populares aspiran a romper un monopolio prolongado. Millán, al aterrizar en Fuenlabrada, lo hizo consciente de que hereda más que una gestora: hereda un desafío histórico, un laberinto de votos aferrados a la izquierda y de identidades políticas ya consolidadas.
“Acepto este reto con enorme ilusión”, declaró Millán tras su nombramiento, comprometiéndose a formar “un equipo que haga realidad el cambio que tanto necesita esta ciudad”. En su intervención subrayó que Fuenlabrada es “una de las grandes ciudades de nuestra región, históricamente gobernada por la izquierda”, y aseguró que trabajará para impulsar ese viraje político. Con esas palabras, puso de manifiesto que el PP no solo pretende ganar concejales: pretende cambiar el relato, desactivar la etiqueta de “ciudad imposible” para su partido y reconstruir confianza desde la base.
Pero la hoja de ruta no será sencilla. Más allá del mapa electoral, Fuenlabrada es un territorio donde el tejido social —asociaciones vecinales, movimientos de inmigrantes, generaciones de trabajadores industriales— ha sido terreno fértil para la izquierda durante décadas. Cambiar esa dinámica exige no solo estrategia, sino reconocimiento del pasado, conexión con el presente y propuestas que resuenen con la ciudadanía local. Millán y su equipo lo saben. La convocatoria para 2027 ya se vislumbra, y con ella la urgencia de que el PP encuentre en Fuenlabrada un triunfo simbólico que trascienda concejales.
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