Pasqual Maragall cumple 80 años en plena disputa por su legado político, trece años después de su retirada de la vida pública por padecer la enfermedad de Alzheimer. En cada campaña electoral se repite la misma historia desde que el ex presidente de la Generalitat y ex alcalde de Barcelona abandonara el PSC en 2007 y su hermano Ernest pasara a militar en ERC. También la alcaldesa barcelonesa Ada Colau y los Comunes se acercaron a la figura de Maragall en sus primeros pasos en el gobierno municipal. El prestigio de Maragall ha ido acrecentándose en los últimos años, a medida que la situación catalana se deterioraba y la inexistencia de un liderazgo fuerte en la ciudad y en el país se hacía evidente. Ahora, octogenario, goza del reconocimiento que muchos le negaron estando en activo. 

El último episodio sobre el legado Maragall es muy reciente. Ernest Maragall, presidente del grupo de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona emplazó a primeros de año al PSC a “callar para siempre sobre Pasqual”, criticando que los socialistas catalanes evoquen a menudo en sus mítines la figura de su hermano a lo que éstos respondieron que Maragall forma parte del patrimonio político del PSC. Ernest, por su parte, fue acusado de patrimonializar la figura de Pasqual en beneficio propio.     

Pasqual Maragall se distanció definitivamente del PSC como resultado de las tensiones internas entre los socialistas a cuenta del Estatuto de 2006. Alfonso Guerra, por entonces presidente de la comisión Constitucional del Congreso, se vanaglorió de haberse “cepillado” el estatuto, una desafortunada expresión que vertía más sal en una herida abierta a las 48 horas de haberse aprobado dicho estatuto en el Parlament de Catalunya, cuando el propio PSC anunció la presentación de enmiendas al texto aprobado por 120 de los 135 diputados de la cámara, entre ellos naturalmente todos los diputados socialistas.

El final abrupto de Maragall y el PSC, seguido al poco por la salida del partido de destacados dirigentes del sector catalanista, entre ellos su hermano Ernest, no impide afirmar con toda justicia que no podría entenderse la historia del PSC sin Maragall ni la trayectoria de Maragall sin el PSC, partido de cuya fundación participó y presidió hasta la última etapa. ¿Qué diría hoy Pasqual Maragall ante el conflicto catalán, dónde se situaría? Son preguntas sin respuesta que cada uno pretende intuir pero que nadie está legitimado a contestar por respeto al protagonista.

La disputa tiene su lógica porque  el paso del tiempo ha ido aumentando el reconocimiento de Maragall y el interés por su programa base: federalismo,  reconocimiento de los pueblos de España, relación bilateral entre la Generalitat y el gobierno central, euroregión mediterránea y principio de subsidiariedad para fortalecer a la administración local. Incluso la gestión del tripartito, en su momento identificada como un dragón Khan, ha ido recuperando imagen por comparación a la desastrosa gobernación infligida a Cataluña por los sucesivos ejecutivos soberanistas desde 2012. Las primeras sentencias sobre el 3% aplicado por CDC a la obra pública le han dado la razón a su denuncia, a pesar del retraso en materializarse.  Además, Maragall será para siempre el alcalde olímpico y el gran reformador de Barcelona, dos títulos que los diversos alcaldes que le han sucedido, incluidos Xavier Trias (CiU) y Ada Colau nunca le han negado. Nadie tiene una hoja de servicios como la suya.

El gran rival de Maragall siempre fue Jordi Pujol. Ahora mismo, la difícil situación por la que pasa Pujol tras su autoconfesión como evasor fiscal y la multiplicación de los sumarios abiertos contra sus hijos por negocios asociados al tráfico de influencias concede a Maragall una posición envidiable como patrimonio indiscutible de Cataluña y del catalanismo progresista. No siempre fue así; durante sus larga trayectoria como alcalde de Barcelona y presidente de la Generalitat conoció la soledad, protagonizó múltiples controversias políticas y sufrió campañas de descrédito personal que todavía hoy sonrojan a sus autores.