Pedro Sánchez salió vivo de Barcelona. Ni los CDR consiguieron provocar el Armagedón en la capital de Cataluña,  a cuenta de la protesta por el consejo de ministros, ni hubo paro de país como vaticinaba la presidenta de ANC a primera hora, ni la hiperventilación de la derecha a raíz de un comunicado conjunto del presidente del Gobierno y del presidente de la Generalitat Quim Torra se sustenta sin caer en la elucubración, ni la inexplicable reacción de desdén del independentismo ante los gestos del ejecutivo central con Tarradellas y Companys pueden restarle brillo a los mismos.

El alarmismo de los líderes de Ciudadanos y PP tanto en el Congreso como en el Parlament (España humillada) contrasta con el mensaje del independentismo, todo sigue igual, se entiende la represión judicial, la prisión preventiva y la no aceptación de la autodeterminación. El éxito de la reunión de Pedralbes está en la propia reunión, el haber superado ambos protagonistas las muchas presiones de los enemigos de la distensión. El diálogo como objetivo sin poderse concretar todavía el contenido de dicho diálogo. El diálogo es el diálogo, de la misma manera que para Mecano una rosa es una rosa; aceptando que la rosa tiene espinas y el diálogo implica concesiones.

El origen del escándalo alimentado por la derecha política y mediática entorno al comunicado oficial del encuentro está en una frase concreta, en la predisposición a conseguir una repuesta democrática a las demandas ciudadanas en el marco de la seguridad jurídica. Esta frase sirve también de consuelo para algunos independentistas animosos. Unos y otros quieren leer una hipotética opción para un referéndum de autodeterminación, soslayando la Constitución. Como si “respuesta democrática” fuera sinónimo de “referéndum” y tratando de eludir la evidencia de que en un estado de derecho la “seguridad jurídica” viene asociada al ordenamiento constitucional, vigente o reformado.

En realidad, el texto acordado más bien certifica la inexistencia de ningún pacto sobre el fondo del problema (el futuro institucional de Cataluña), aunque pueda especularse respecto de otros acuerdos parlamentarios de carácter presupuestario. Hay un conflicto dicen los firmantes (lo de conflicto político ya estaba dicho y redicho) y a continuación subrayan las “diferencias notables” que mantienen sobre el origen del mismo, su naturaleza o las vías de solución. Quieren dialogar y tal vez más adelante negociar, sin atreverse a delimitar, por el momento, sobre qué exactamente están dispuestos a hablar. La debilidad política de ambos se lo desaconseja.

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En el documento no se recoge la habitual formulación del concepto de diálogo por parte de Quim Torra (dialogar es poner fecha a la celebración del referéndum de autodeterminación), aunque no hay que descartar que bien pronto reaparezca esta exigencia si no quiere verse equiparado al gobierno de Vichy por sus radicales. En parte, dependerá de la presión que vaya a ejercer Carles Puigdemont, para quien el encuentro de Pedralbes no sirvió para nada y a quien por no gustarle no le gusta ni que el aeropuerto de Barcelona-El Prat se denomina Josep Tarradellas, el presidente de la Generalitat que preservó la institución en el exilio y pactó con Adolfo Suárez su restablecimiento. Tampoco al gobierno de la Generalitat le ha complacido el cambio de nombre; ni tampoco le ha emocionado la declaración para restituir la plena dignidad del presidente Lluís Companys, “ilegítimamente condenado” por el franquismo

La declaración de Pedralbes hace referencia al propósito de mantener un diálogo efectivo que vehicule un amplio apoyo de la sociedad catalana para una propuesta de futuro, una de las exigencias habituales de Sánchez, heredada del PSC: el diálogo interior de Cataluña para contrarrestar el peligro de división. El Parlament se lo encomendó a Torra y el presidente de la Generalitat lo puso en marcha sin excesivo interés. El jueves, Elsa Artadi, lo explicó con toda claridad, se trata de sumar al PSC (y a los Comunes) en el debate para alcanzar un consenso potente socialmente y parlamentariamente; nada que ver pues con el eslogan soberanista de ampliar la base para ganar adeptos a la independencia.

A Miquel Buch, consejero de Interior, le esperan unos turrones amargos por lo sucedido en la protesta de este viernes. Más de setenta heridos (la mitad policías) y una docena de detenidos, imágenes de contundencia policial y episodios de inacción sustentaran las peticiones de dimisión de la CUP y de Ciudadanos-PP, respectivamente. No ocurrió nada extraordinario, nada que pudiera sorprender a la sociedad catalana muy acostumbrada a regular su actividad en jornadas patrióticas. Más de la mitad de los vehículos que entran en Barcelona en día laborable se quedaron en casa en esta vigilia navideña. Se confirmó que los CDR son un fenómeno que actúan más cómodamente en comarcas que en Barcelona, que tienen dificultades para controlar a sus encapuchados siempre dispuestos a enfrentarse a los policías; mientras que ANC y Òmnium mantienen su capacidad movilizadora de carácter pacífico.