El PP catalán bordea la irrelevancia parlamentaria desde hace algunas convocatorias. Superado de forma abrumadora por Ciudadanos y su discurso de guerra sin cuartel al secesionismo y al catalanismo también (lengua, escuela, cultura), confía oficialmente en Pablo Casado para igualar la beligerancia de Albert Rivera, más que la de Inés Arrimadas. En opinión de Xavier García Albiol, Soraya Saénz de Santamaria les falló cuando más la necesitaban.

Casado ganó de calle las primarias en Cataluña y Soraya quedó tercera, con una abstención de campeonato. Y a última hora, el líder catalán del PP se ha pronunciado abiertamente por el triunfador en voto militante. Albiol, muy discutido en los últimos meses por su pobre papel electoral en las elecciones autonómicas y su escaso protagonismo social, se abraza a Casado tal vez para evitar su caída al frente del PP catalán, en todo caso, para poder contar en Madrid con alguien que “se parta la cara” como él dice hacer contra el separatismo.

La dirección popular en Cataluña comparte la opinión general del fracaso de la Brigada Aranzadi dirigida por Saénz de Santamaria en su combate contra el Procés, aunque por motivos diferentes a la gran mayoría. Los populares la critican por una gestión judicial y policial ineficiente, y por aplicar de forma moderada y a destiempo el 155, como lo hace Ciudadanos: mientras el resto de fuerzas políticas la acusan de no entender lo que sucedió en el otoño catalán ni las causas políticas del conflicto.

La ex vicepresidenta habló mucho y se equivocó mucho más. Su famoso “todo está previsto y diseñado” para impedir la celebración del 1-O resuena todavía entre carcajadas en los partidos independentistas y cuando aparecieron las urnas, que su CNI no supo encontrar, optó por mandar a la policía a perpetrar un espectáculo bochornoso que incomodó a los demócratas, animándoles a acudir a las urnas.

La “ministra para Catalunya” lanzó una falsa operación diálogo, se parapetó en la judicialización y demostró una nula capacidad de interpretación de los miedos y los temores del gobierno de Puigdemont, a pesar de conversar de vez en cuando con Oriol Junqueras. A las 8 de la mañana del 1 de octubre, el referéndum había sido desnaturalizado por el propio gobierno catalán, contentándose con un nuevo ejercicio de participación popular al estilo 9-N, pero, a las 9 de la mañana, la fuerza policial empleada a destajo y sin miramientos, lo convirtió en un mito soberanista, e incluso en un supuesto mandato democrático. Tampoco supo ver la oportunidad de una convocatoria electoral por parte de Puigdemont como alternativa al fiasco con consecuencias judiciales del 27-O.

Casado está mucho más en la onda de García Albiol. Ni pan, ni agua, ni diálogo para quienes sueñan con romper la España del Cid Campeador. Según parece, este es el ADN del PP, tal como lo expresó en su día Casado. El aspirante a presidente del partido también está a favor de ilegalizar a los partidos independentistas, un propósito que alegró los oídos del presidente catalán del PP, aunque los juristas lo consideran anticonstitucional, a menos que se modificara la Carta Magna en el sentido de convertirla en un texto militante.

La apuesta del PP catalán está clara: sustituir la Brigada Aranzadi por la Brunete constitucional, reformando a peor la Constitución y alejándose de la tendencia al diálogo promovida por el gobierno Sánchez y sus socios de Podemos. De salir Pablo Casado elegido como nuevo presidente del Partido Popular, su previsible mensaje les vendrá bien a los dirigentes independentistas que siempre agradecen las posiciones ultramontanas y más cuando su unidad interna se resquebraja con desparpajo.

De salir victoriosa Soraya, la dirección encabezada por García Albiol profundizaría su crisis general, de carácter electoral y de invisibilidad social, con el factor de desconfianza interna respecto a la autoridad central del partido. La renovación adquiriría mayor urgencia al sumar el carácter disciplinario a la necesidad de huir del horizonte de ser expulsados de algunas instituciones, una eventualidad que algunos sondeos ya les plantean en el caso del Ayuntamiento de Barcelona.