Lo han dicho las CUP nada más conocerse el batacazo de FrancescHoms, cabeza de lista de Democràcia i Llibertat. No piensan investir a ArturMas. A pesar que Homs asegura que el proceso sale beneficiado, ni los suyos se lo creen. La coalición convergente, con dos partidos totalmente residuales como Reagrupament o los críticos de Unió que se “pasaron” a Mas, ha quedado cuarta en estas elecciones. Convergencia, sin Unió, ha perdido la mitad de sus diputados - en el 2011 tenía 16 y se ha quedado con ocho -, las posibilidades de pactar en Madrid son cero, la situación de interinidad que se vive en Cataluña, con un gobierno provisional y sin posibilidades de que Mas sea investido, son terribles. Pero Homs habla de “un balance razonablemente positivo”. La realidad es que el electorado ha optado por dar la espalda a los que han vendido el humo de la independencia para ocultar la enorme losa de  corrupción que pesa sobre CDC.

Mas no será president
Los exiguos consuelos que se daban hoy los allegados a Mas eran patéticos. Que si Duran no había salido diputado, que si los socialistas catalanes se habían quedado con ocho diputados – mal resultado, pues de catorce pasan a ocho, pero Chacón ha aguantado el tirón dentro de lo que cabe – o que Ciudadanos no ha obtenido el resultado espectacular que pretendía.

La última solución consiste en el nuevo partido que quiere crear Mas, con él al frente, dejando a CDC como “banco malo”, sin nada más que los diferentes procesos sobre presunta corrupción, y presentarse a unas nuevas elecciones catalanas, quizás haciéndolas coincidir con unas eventuales nuevas elecciones generales. Ni una autocrítica, ni un amago de dimitir – como hizo Montilla en su momento cuando las cosas no fueron bien para el PSC – ni una mínima valoración hacia Ada Colau, la gran triunfadora en Cataluña.

Mas sigue en su mundo de ilusión mientras en convergencia se preguntan hasta cuándo van a aguantar. Los críticos más prudentes argumentan que no tienen recambio; los otros, que cualquiera podría hacerlo mejor que un dirigente que ha llevado al partido y al país a un callejón sin salida.

Todo indica que la gran crisis en CDC está a punto de estallar.

Lo que han dicho los “aliados” de Mas

Esquerra, que ya no concurrió en las pasadas elecciones con Mas, evitando reeditar la fórmula de Junts pel Sí, se ha felicitado por haber incrementado su presencia en el congreso, apresurándose a tender puentes con Podemos y con Ada Colau. El propio Oriol Junqueras, que no piensa ir nunca más de la mano de Mas, ve más probable entenderse con Colau y Pablo Iglesias, partidarios de celebrar una consulta, que seguir con lo que considera un lastre.

De hecho, los teléfonos ya se han puesto en marcha y Alfred Bosch, ex diputado por Esquerra en el congreso y actual regidor en el ayuntamiento de Barcelona, del que Colau es alcaldesa, podría ser el hombre puente que facilitase un próximo encuentro entre las dos formaciones, según nos comentan.

Las CUP, a pesar de que en la próxima asamblea del 27 han adoptado la diabólica forma de presentar cuatro propuestas – la típica “escalera” que se inventó hace años para que acabe saliendo lo que tú quieres en un congreso – y forzar a que la votación sea secreta, no deja resquicio alguno a la duda: Antonio Baños ha dicho que, o Mas no va de candidato a la presidencia, o se acabó el carbón.

Y hasta aquí, lo que dicen los que podrían echarle un cable al president provisional en la huida hacia adelante más vergonzosa de la reciente historia política catalana, española y europea.

¿Qué le queda, pues, a Mas? ¿Pactar con los socialistas de Miquel Iceta, renunciando así a su “hoja de ruta” independentista”? ¿Dimitir y quedarse con un cargo honorífico de reina madre? ¿Convocar nuevas elecciones?

Los que se mueven en el Palau de la Generalitat nos aseguran que Mas piensa morir con las botas puestas. Que Jordi Pujol le aconseja que no afloje, que espere hasta el último minuto, como hizo él con su confesión acerca del dinero que había ocultado. “Hemos llegado a un extremo al que nunca debíamos habernos dejado arrastrar”, nos confesaba hoy un conseller aún en activo.

Ha añadido, en un tono realmente dramático, “Ni convergencia, ni su electorado ni la propia Cataluña se merecían ésto”.

No se puede decir mejor.