El centro derecha nacionalista, recién bautizado de centro soberanista por la líder del PDeCat, Àngels Chacón en su reaparición, deambula de hace años en un círculo vicioso del que no halla la salida. La ex consejera de Empresa en el gobierno de Quim Torra, cesada ipso facto cuando comunicó se negativa a militar en Junts, ha presentado su programa para reclamar el liderazgo de este centro derecha actualmente fuera del Parlament. Su apuesta es un referéndum legal que incorpore una propuesta de reforma constitucional para el reconocimiento nacional de Cataluña, la mejora del autogobierno y un estatus especial para Cataluña en la Unión Europea, sin especificar detalles del mismo.

La exconsejera Chacón reunió en el Teatre Nacional a los antiguos dirigentes de CDC que no se han integrado en Junts, además de las patronales de rigor y de representantes del PSC y de ERC. La presencia de socialistas y republicanos es el reflejo del interés táctico que pueda tener el intento de reagrupación del tradicional centro derecha nacionalista como eventual futuro pilar del puente de la transversalidad que un día, más o menos lejano, les permitirá comunicarse abiertamente sin el secreto que rige sus relaciones actualmente. La experiencia de los socialistas con los cuatro diputados de PDeCat en el Congreso, separados de sus colegas de Junts, es alentadora. Cómo mínimo, la alternativa electoral de este soberanismo moderado puede castigar un flanco del partido de Puigdemont; siempre obtendrá mejores resultados que la actual dispersión en media docena de marcas que compiten entre ellas. 

La propuesta de la última candidata fallida del PDeCat a la presidencia de la Generalitat descansa sobre la defensa del derecho de Cataluña a pedir la independencia, la crítica a la unilateralidad, la confrontación y la polarización y el respeto al ordenamiento jurídico vigente, además de resaltar la habitual preocupación de la vieja CiU por el sector turístico y comercial y su oposición a la subida de impuestos. Nada nuevo, pero mucho más grato a los oídos de los asustados por la estrategia de Junts elaborada por furibundos anticonvergentes. La cuestión es saber que restos quedan libres del botín electoral atesorado un día por Jordi Pujol e incluso Artur Mas. Los famosos 300.000 votos detectados por los estudiosos no aparecieron en las elecciones autonómicas que dejaron a Chacón sin escaño.

Las negociaciones para reorganizar este centro derecha siempre parecen a punto de culminar, sin embargo permanece troceado entre los supervivientes del naufragio de Convergència i Unió que no se han incorporado a la trituradora política conducida por Carles Puigdemont. No acaban de dar con la fórmula idónea para asociarse, ni con la manera de enterrar la herencia del partido de Jordi Pujol y Artur Mas, padres de las sucesivas desgracias que acabaron con la coalición que reinó en Cataluña durante casi tres décadas.

PDeCat, Units per Avançar, Partit Nacionalista Català, Convergents, Lliures y Lliga Democràtica llevan meses hablando de cómo salir del círculo vicioso, pero acaban enfrentándose siempre a una verdad incómoda: siguen representando en el imaginario colectivo a CiU. Casi todos sus dirigentes tuvieron algún protagonismo durante el pujolismo (pronto sentado en el banquillo de la Audiencia Nacional) o contemporizaron por cierto tiempo con el giro independentista dado por Artur Mas, el padre putativo del Procés del que ahora todos ellos abjuran.

Por otra parte, los sumandos de este reagrupamiento en construcción no tienen el mismo peso. Units per Avançar salvó su presencia institucional (un diputado en el Parlament y presencia en el gobierno municipal de Barcelona) gracias al cobijo hallado en las listas del PSC del que solo saldrán en fórceps, con una oferta muy generosa de sus compañeros de coalición de antaño. El PDeCat aspira a liderar este centro derecha soberanista, aunque no acaba de decidirse qué hacer con su actual marca electoral. A su favor juega la fuerza municipal que logró mantener (unos 200 alcaldes) y sus 4 diputados en el Congreso de los Diputados; en su contra, las dificultades económicas por las que pasa por culpa de las indemnizaciones del caso Palau. El resto de grupos tienen poco que ofrecer, más allá de su voluntad de resintonizar con la tradición del centro derecha catalanista.