El acoso a ERC sigue con la aplicación del guion clásico. Dado que el independentismo está muy mal, el Estado está muy fuerte y la división perjudica las opciones electorales lo más prudente es ir todos juntos, en una candidatura de país; eso sí, a las órdenes de Carles Puigdemont. Es el regreso a 2015, cuando los republicanos apuntaban a una victoria y entre todos, empezando por la ANC dirigida entonces por Jordi Sánchez, les empujaron al JxSi, a mayor gloria de Artur Mas, aunque luego todo se frustraría por la resistencia de la CUP a votar al padre de los recortes sociales en Cataluña.

Este sábado, gentes de la izquierda independentista han presentado un manifiesto apelando a la habitual fórmula de la candidatura de país para salvar los muebles. Sin embargo, no quieren salvar los muebles de cualquier manera sino de una forma muy concreta, sometiendo a todo el movimiento a los planes de Puigdemont. Los impulsares del manifiesto y de la asamblea convocada para dentro de un mes son esencialmente los integrantes de un círculo de influencia denominado Exigents.cat (Exigentes) creado por dos de los cuatro fundadores  de la ANC, Pere Pugès y Miquel Strubell, hoy fuera de los órganos directivos de la asamblea por imperativo reglamentario.

Este núcleo viene defendiendo desde hace años una visión muy crítica con los partidos, especialmente con ERC, a los que culpan de la ruptura de la unidad civil del independentismo, así como la necesidad de modificar el mapa de partidos con la irrupción de un movimiento transversal que impida la pérdida de fuerza en luchas internas. Al optar por el ex presidente de la Generalitat, intentan también inclinar la balanza en favor del papel del llamado exilio, al creer que el frente internacional de la batalla contra el estado será las más relevante en la nueva etapa. 

EL título del manifiesto presentado en el Ateneu no deja ninguna duda sobre la intencionalidad del mismo: “Desde la izquierda independentista con el presidente Puigdemont, Antoni Comín, Clara Posatí y el Consell per la República”. Ninguna referencia explícita a ERC, salvo en los créditos de los firmantes en los que aparecen muchos exdiputados y exconcejales de ERC, incluso un ex conseller, pero también nombres procedentes del PSC, PSUC o la CUP.  Y una frase transparente: la represión del Estado ha conseguido el estancamiento del Procés y el posible retroceso hacia el autonomismo. De eso se acusa exactamente a ERC por su pacto con el PSOE.

Ninguna apelación tampoco a la mesa de diálogo, ni para criticarla; de eso ya se encarga la ANC, cuya presidenta, Elisenda Paluzie, la considera muy inapropiada porque transmite la idea de que la “independencia es imposible”. Los firmantes envían un mensaje claro a Oriol Junqueras al afirmar que el “presidente Puigdemont simboliza la persistencia del compromiso  colectivo con la causa de la independencia”. Así que a ERC solo le queda una camino para volver al redil, sumarse a la candidatura de país a través de un acuerdo ideológicamente transversal de todas las fuerzas soberanistas. Así sucedió en 2015 pero no pudo ser en 2017 por la negativa de ERC a dejarse abrazar de nuevo por sus adversarios de siempre: antes CDC, ahora PDeCat, Crida o JxCat.

En el seno del independentismo coinciden, básicamente, dos factores de tensión. El primero tiene que ver con el diálogo con el gobierno de Madrid. ERC ha apostado abiertamente por ello, sin embargo, Puigdemont, Torra, la ANC, la CUP y ahora también los agrupados al entorno de este manifiesto, lo consideran una vía muerta, un error paralizante. El segundo afecta al protagonismo de los dos grupos de dirigentes afectados por las consecuencias judiciales del 1-O, los unos cumpliendo condena en la cárcel y los otros instalados en Bélgica o Suiza para evitar ser juzgados, actualmente gozando tres de ellos de la condición de eurodiputados a la espera de saber si mantienen o no su inmunidad parlamentaria.

Estos dos grupos no son políticamente homogéneos, dado que hay gentes de los dos partidos en uno y otro. Jordi Romeva, padre del ex consejero encarcelado, intervino en el acto del Ateneu barcelonés para expresar una posición compartida por los impulsores de la asamblea respecto de esta cuestión de las dos eventuales cabezas del movimiento. “Conviene que los líderes encarcelados faciliten el relevo en otras personas”, dijo, pues, en su opinión, la cárcel “lastra las posibilidades de liderar”.

ERC no ha emitido hasta el momento ninguna señal de cambio de parecer sobre su inversión política en el calificado como independentismo programático. A pesar de ser objeto de una descarada campaña de pressing, como la de este manifiesto o los obstáculos presentados por Torra a iniciar los trabajos de la mesa negociadora, y de diversos ataques a sus sedes, situándolos del lado del mal. La última, protagonizada por los jóvenes de Arran, consistió en rotular la fachada de la sede republicana con las siglas del PSC, el partido, por cierto, que más ataques a sufrido en el último año.