¿Algunos o muchos no querían que gobernase el Partido Popular? Pues aquí lo tienen. Recortando acá y allá y dando nuevos sentidos a las palabras, pues no habrá que hablar de recortes, sino de ajustes, que es una manera tan bonita y eufemística de nombrar las cosas como lo fue desposeer a las clases trabajadores de algo tan bonito como es “popular”, que ya no es del pueblo, sino de ellos.

Ellos que vociferaron durante los años de Gobierno socialista contra lo que llamaron duras medidas, maltrato a la ciudadanía y toda clase de descripciones, algunas con razón (aunque vociferaba en otros sentidos y con otros objetivos), y todo porque la dichosa voracidad de los mercados nunca perdona su hambre de enguñirnos. Malo fue que no arrimaran el hombre, que Rajoy dijera tener la solución pero que no la pusiera encima de la mesa, para que no sufrieran sus queridos conciudadanos españoles, que tan maltratados eran, según denunciaban desde la oposición estos populares tan impopulares. Aquello fue malo, pero no vamos a andarnos con rencores.

Donde no perdonamos es en la obscenidad a la que tenemos que asistir perplejos y, ahora sí, más maltratados que nunca los ciudadanos, que vemos cómo donde Zapatero cedía cinco a favor a de los dichosos y puñeteros mercados Rajoy hace diez (por no decir quince) a favor de los mismos. Esos mercados a los que no les importa si esta sociedad del bienestar y este estado de derecho se va al traste. Aquí desde hace algún tiempo, algunos venían hablando de España como si este país hubiera retrocedido en derechos, libertades, bienestar, políticas sociales, riqueza. ¡Qué importante es la memoria, que siempre es histórica! Nunca gozó España de más derechos, de más libertades, de más bienestar, de más políticas sociales, de más riqueza, de más igualdad social que durante los últimos años, en los que muchos de esos que se dan golpes en el pecho con la gualda y roja, con o sin pollos, hubieran gustado de ver a este país tocado, hundido y, tal vez, ni rescatado.

¿Qué es lo que quieren? Pues ese lema que los vapuleados sindicatos UTG y CCOO parieron de ‘Quieren acabar con todo’ es más verdad que cualquier templo, donde incluso desde sus púlpitos los antiguos poderes del catón nacionalcatolicista del franquismo y de los siglos de desvergüenza eclesiástica hispánica, señorial y caciquil que arrastramos han contribuido al ruido contra la España de ahora.

Quieren acabar con todo, porque no han podido soportar más -¡y sólo han sido 30 años de construcción de una España para todos!- que los trabajadores tengan algo que decir sobre sí, sobre su futuro, que los trabajadores, que los descendientes de lo que en otro tiempo llamaron la plebe (¡y cuántas veces la chusma!) gocen de los mismos derechos que ellos. La reforma laboral del PP viene a confirmarnos qué quieren hacer con nosotros. De hecho, ya lo están haciendo. Los Presupuestos Generales del Estado y todo el paquete de reformas recortando en Educación y Sanidad y apostando por la industria militar, como esta mañana he escuchado defender al expresidente de su club de golf, hoy ministro de Defensa, también nos confirman lo que son estos que se llaman populares.

Lo triste es que haya todavía ciudadanos ahora más depauperados que no abran los ojos. Retroceder 30 años es, en términos sociales e históricos, desavanzar, al menos, medio siglo. Y ya saben cómo era la España de entonces: decían de ella que era una, grande y libre. Por la semántica empiezan los cambios. Veremos dónde acabamos.

 

*   Ígor R. Iglesias es periodista y lingüista