Viernes, 4.23 horas. Soy rarita. Si me hubiera quedado viviendo en el Oriente, digamos al sol que la derecha aquella granadina quería incrustar en la verdiblanca de Blas Infante (qué fue por cierto de Blas Infante? Parece que lo están muriendo de nada), sería rara. Pero el bajogualdalquivir me ha convertido en rarita. Con ese dichoso afán de aplicarle el diminutivo a todo.

Viernes, 4.24 horas. Cuando sueño con lugares, nunca son los que he conocido después ya sin temor de Dios (o de furtiva o de ejecutiva, nunca hubo término medio). Siempre sueño con los lugares que soñé de niña. En mi Moscú de sueños siempre hace frío y la vida trascurre a través del visillo de una ventana de uno de esos bloques iguales que millones de bloques. Afuera hay una multitud de nieve, barro y ceniza que aguarda obediente su turno para entrar en un colmado donde sólo hay una enorme tripa de salchichón.

Viernes, 4.25 horas. ¿Cuánto dura un minuto en un sueño? Seguramente doscientas vidas. Pero no me dejaba dormir la angustiosa sensación de soñar permanentemente en riesgo.

Viernes, 8.00 horas. Mi altocargo pone el despertador y organiza el ritmo del poblado. Yo no se lo digo porque se mosquea, pero está un poco abducido (nutrición y los Beatles) por los alegres radiopredicadores que pregonan buenrollismo entre los muertos. Cuando mi altocargo era niño, los radiopredicadores de Pilar Primo de Rivera pregonaban gimnasia sueca con manteca colorá.

Viernes, 8.15 horas. El Rey (qué trabajo me cuesta) aparece haciendo su peonada: mascarilla y guantes en el hospital improvisado de Ifema. Estas penitencias las veremos a menudo. Los brujos de la Zarzuela le han dicho que así debe exorcizar a los espíritus corruptos del viejo padre. Montañas de fotos le aguardan.

Viernes, 8.30 horas. El turismo en patera por el Estrecho ha entrado en picado desde que el virus nos gobierna. Los taimados negratas ya no quieren saltar la verja. Los payoponys desprecian peonadas a siete euros la hora. La preocupación en Vox crece exponencialmente: sin negratas, sin sudacas, sin moros, sin rumanos no hay paraíso. Se analiza un ERTE.

Viernes, 8.45 horas. No hay que confundir la cuenta de resultados con la ideología. Cuando la derechísima perpetró la reforma laboral, los sindicatos hicieron dos cosas: 1.- Salir a la calle a protestar airadamente; 2.- Despedir a los trabajadores propios a precio de saldo aprovechando la oportunidad.

Viernes, 11.45 horas. Salí a sofocar una urgencia, Víctor Jara vino en mi ayuda: la vida es eterna en cinco minutos.

Viernes, 13.45 horas.- Más tráfico del habitual, cierto ambiente de normalidad y colas interminables en los supermercados. El target de riesgo recurre a la murmuración de la memoria: colas de la España del hambre, cartilla de racionamiento, oigo con malhumor a mi espalda. Me estremece el entripado de mi pesadilla: nieve, barro y ceniza.

Viernes, 12,50 horas. Vuelvo con una reflexión y dos bolsas: la única guerra de verdad en el mundo del confinamiento casero es por el control del mando de la tele.

Viernes, 20.23 horas. La cifra dolorosa de muertos de ayer provoca grandes dosis de excitación electoral en la necrófaga táctica del casadismo. Esta es su aritmética política. La veremos en las encuestas.