Faltan farolas en Vélez como en tantos municipios de nuestra geografía, para colgar los carteles electorales de los candidatos a las alcaldías. Rostros cuasi favorecidos acompañados  del eslogan de rigor se mecen y hasta se enrollan al compás del viento. Ese paisaje electoral para la celebración de nuestra convivencia democrática me alegra, pero también me rememora algunos ecos de mi temprana juventud en la tenaza de la dictadura, donde un sagaz aprendiz de revoluciones  repetía, casi al oído, -¡faltan farolas! Qué suerte la libertad ante las violentas fantasías que la opresión genera.


El candidato popular veleño se propone como “un alcalde de verdad”, evidentemente la puerilidad de la frase me ha llamado la atención, a tal punto de que, si su objetivo es captar la atención, lo ha logrado. El olfato me dicta el componente clasista y  pretencioso que orienta estas maneras de presentarse ante los electores,  pero me queda la curiosidad de saber el significado de lo que la palabra verdad trata de ocultarle a los electores.


Entre mis experiencias municipales, guardo mi presencia en la Asamblea constitutiva de la FEMP (Federación española de municipios y provincias) celebrada en el Palacio de Congresos de Torremolinos, hasta  acompañar en el acto notarial que declaraba su existencia. Viene a colación, porque en aquella época estuve empapado por alcaldes, y por muy poco perspicaz que yo fuera, no pude vislumbrar que alguno de ellos no fuera un alcalde de verdad. Verdad por elegido, verdad por oficio, verdad por condición. La alcaldía imprime carácter, y el bastón de mando  destaca por sus propiedades. Por eso encuentro que gañán, petimetre, iletrado, licenciado, parcos, engolados, buenos, malos y regulares, de izquierda, centro o derecha no pierden la verdad del oficio de alcalde mientras los tengamos  elegidos los ciudadanos.


Por eso es tan importante participar en las elecciones municipales, porque de verdad elegimos un alcalde o alcaldesa, y debemos evitarnos el lamentable malestar de tenerlos por mal elegidos. El escenario electoral nos ha impuesto que algo tan afín como  las elecciones locales, el destino de nuestras realidades más inmediatas y cercanas, no logren, salvo en circunstancias excepcionales, convocar el más amplio entusiasmo de los electores y la mayor presencia en las urnas.


El 17 de mayo, día internacional del bendito internet, cuando escribo, tengo que escarbar en los medios de comunicación y la red, para encontrar informaciones que prometan sobre las elecciones del día 22. El más ínfimo de los acontecimientos deportivos como las pretensiones y runrunes del fichaje de un futbolista, merece más interés que los programas de los candidatos que están llamados a gobernarnos.


La detención Strauss Kahn se ha llevado la palma,  que  por escabroso supera en atención mediática a la triste tragedia de Lorca y sus consecuencias.  Tampoco nos falta un que si Bildu  que si no Bildu. Tarda uno en llegar a las informaciones municipales; pocas merecen, salvo los escándalos, el logro de la notoriedad. Como es lógico el juicio Malaya sigue su interés, y hasta parece interesar más la  cruel condena a muerte del ex alcalde chino de Schenzhen, Xu Zongheng, por sobornos de aproximadamente unos tres millones de euros.


El 22 de mayo tenemos la oportunidad de elegir nuestros alcaldes y alcaldesas para que de verdad lo sean, hasta el presuntuoso del cartel veleño puede llegar a ser alcalde de verdad si los ciudadanos no lo remedian. ¡A votar!