Las urnas son este viernes 13 tambores de guerra cuyo tamtam atronador augura elecciones para dentro de dos meses. Los genios ignorados de Ferraz y el cráneo privilegiado de Galapagar parecen haber tirado la toalla, aunque más los primeros que el segundo, cuyo último intento desesperado –aun con freno y marcha atrás– de entrar en el Gobierno se estrellaba ayer contra el ‘no es no’ que ya es marca de la casa socialista.

Todos con Pedro

En el PSOE andaluz se limitan a compartir y apoyar sin reservas la estrategia dura de Pedro Sánchez con Pablo Iglesias, coincidente al fin y al cabo con la practicada por Susana Díaz con Teresa Rodríguez en Andalucía.

En todo caso, entre las cláusulas del armisticio firmado en mayo pasado por el vencedor Sánchez y la derrotada Díaz debió de incluirse ese alineamiento milimétrico entre Ferraz y San Vicente que venimos viendo desde entonces, después de tres largos y agotadores años de guerra civil.

A título particular

La dirigencia andaluza no habla a título oficial, pero sí lo hacen significados militantes a título particular. Un antiguo dirigente, con importantes responsabilidades en el pasado pero apartado ya de la actividad política, comentaba en privado esta semana la situación política haciéndose esta pregunta: “¿Tener el Gobierno a mano y renunciar a él para mejorar nuestro resultado? ¿Estamos locos?”.

Aun admitiendo que, en su opinión, la entrada en el Gobierno de España de un partido con un ADN genuinamente antisistema como Podemos entraña no pocos riesgos nada fáciles de soslayar para un presidente, la repetición de las elecciones es una alternativa mucho peor, sobre todo si las derechas son capaces de articular fórmulas electorales que les permitan optimizar en escaños los votos obtenidos hace cinco meses.

“Se arriesga pero acierta”

Otras personas de la órbita socialista, aunque reconocen que no será fácil gestionar un Congreso sin diferencias aritméticas sustanciales con el salido de las urnas del 28-A, opinan que la inmensa mayoría de quienes votaron a Pedro Sánchez en abril volverán a hacerlo en noviembre.

“Pedro está acertando, se arriesga pero acierta; es el Coletas el que no se entera: en noviembre no va a robarle votos al PSOE, mientras que este sí puede arañar muchas papeletas procedentes de Ciudadanos”, sentencian.

También hay quienes piensan que, con respecto al 28-A, para el PSOE supondría un gran avance no tener que depender, como le sucede ahora, de los independentistas para sumar la mayoría absoluta de 176 escaños: "Pedro conoce bien el valor de ese escaño que le falta".

Pero tampoco callan quienes se muestran mucho menos indulgentes con su líder: "Pedro se ha metido en su torre de marfil y ya no escucha a nadie, solo a su pequeño núcleo de fieles. Como todo le ha salido bien a hasta ahora, cree que siempre será así".

El relato de la culpa

Los periódicos digitales llevan semanas preguntando a sus lectores quién tendría la culpa de unas nuevas elecciones, pero los resultados que van arrojando esas improvisadas urnas digitales no son concluyentes: grosso modo, la mitad de la culpa sería de Pedro y la otra mitad de Pablo.

En realidad, para muchos analistas la batalla del dichoso relato es, a estas alturas, una batalla pueril: un cuento, lleno de sobreactuación y jactancia, contado por unos majaderos que se creen muy listos. ¿Será el de Pedro y Pablo, como el de Macbeth, un cuento que no significa nada? Da igual. Su significado, sea el que sea, será irrelevante comparado con el devastado territorio de división de las izquierdas que deja a sus espaldas.

Se diría, en cualquier caso, que la posición del PSOE es la que es porque así lo ha querido Pedro: no la de Pedro porque así lo ha querido el PSOE. Y lo mismo cabe decir de Pablo y de Podemos, aunque el de Galapagar parece tener menos margen de maniobra que el todopoderoso secretario general socialista para modificar su posición.

Un cierto empate

La encuesta de ayer del CIS –ojo: hecha antes de la fracasada investidura de julio– viene a decir que en noviembre todo quedaría más o menos igual que en abril. Volvería a ganar el PSOE, volvería a necesitar a Unidas Podemos, que aguantaría el tirón, y las derechas seguirían sin reunir los escaños suficientes para gobernar.

Aun así, no se olvide el significativo dato de que hubo un empate en los votos obtenidos por cada bloque el 28-A: en torno a 11,2 millones cada uno.

La pócima y el antídoto

Lo más probable, pues, que se repita una ventaja clara de la izquierda en escaños, pero conviene recordar que el CIS y las demás encuestas le decían lo mismo -exactamente lo mismo- al PSOE y a Adelante Andalucía antes de las elecciones del 2 de diciembre que encumbró a esas derechas cuya derrota los científicos pronosticaron entonces y vuelven a pronosticar ahora.

Meritorio si se le adjudica a un propagandista pero inadmisible si se le atribuye a un hombre de Estado, el motivo por el que el país iría de nuevo a elecciones es tan desoladoramente desconsiderado con los votantes que, al menos entre lo más granado de ellos, ha inoculado el veneno del hastío, el cianuro de la indignación. ¿Con qué antídoto combatirán PSOE y Unidas Podemos esa pócima virtualmente letal que ellos mismos han inyectado en el cuerpo electoral?