La cercanía de las municipales retrasó un mes el acuerdo político entre Ciudadanos y el Partido Socialista para la investidura de Susana Díaz como presidenta, 80 días después de haberse celebrado las autonómicas andaluzas. Del mismo modo que se asegura que Bill Clinton le ganó las elecciones a George Bush padre con la bandera de la economía, lo que su director de campaña habría resumido en la célebre frase ‘¡es la economía, estúpido!’, la explicación de que el acuerdo andaluz se haya demorado un mes bien podría resumirse en la frase ‘¡son las municipales, estúpido!’. El hecho de que entre las 70 medidas suscritas por los dos partidos no figure por ninguna parte el compromiso escrito de que el expresidente Manuel Chaves debe dejar su escaño si es formalmente imputado por el Supremo autoriza a llegar, sin apenas margen de error, a esa conclusión de que el 24-M fue el motivo principal y prácticamente único por el cual el partido de Albert Rivera prefirió demorar un mes su respaldo a una investidura que de no haberse producido habría obligado a repetir las elecciones. MEJOR EN COMPAÑÍA DE OTROS Pero ‘prácticamente el único’ no significa lo mismo que ‘el único’. El otro motivo, complementario del 24-M, del retraso es que Ciudadanos no quería bajo ningún concepto facilitar en solitario la investidura de Díaz: esa fue la razón principal por la que el pasado 6 de mayo, cuando el propio discurso conciliador de Juan Marín en el Parlamento daba a entender que Ciudadanos se abstendría en la votación, el líder nacional del partido, Albert Rivera, daba una inesperada vuelta de tuerca a las negociaciones y exigía la dimisión de Manuel Chaves como condición inexcusable para la abstención de Ciudadanos. En las declaraciones de ese día y de los posteriores Rivera repetiría una y otra vez que el culpable de que Andalucía no tuviera gobierno era Manuel Chaves por no dejar el escaño y, por extensión, el Partido Socialista por no suscribir un documento escrito donde explícitamente se dijera que Susana Díaz le exigiría su acta al expresidente si el Supremo ratificaba su imputación provisional. Dos días después, el 8 de mayo, en una rueda de prensa en Sevilla junto a un descolocado Juan Marín, Albert Rivera culpaba al expresidente de estar “utilizando a Andalucía (…) Si en vez de pensar en su aforamiento y en su proceso judicial, Chaves pensara en los andaluces, a lo mejor hoy tendríamos otra votación distinta”. ¿Qué había ocurrido? Simplemente, que Podemos había decidido que mantendría su voto negativo a la investidura, con lo cual Ciudadanos quedaba, a solo dos semanas de las municipales y autonómicas, 'retratado' al facilitar él solo la abstención de Díaz. Y como, además, su abstención era insuficiente para lograr una investidura que precisaba un mínimo de 16 votos y no únicamente los 9 de Ciudadanos, el partido de Rivera podía agarrarse a ese clavo ardiendo para reforzar argumentalmente su brusco viraje sin tener que decir lo que siempre sospechó el Partido Socialista: que su negativa de última hora obedecía a terrenales razones tácticas y no a celestiales razones éticas. TERESA RODRÍGUEZ EN SU RATONERA Muy distintas, y desde luego menos nítidas, han sido las razones de Podemos, el otro partido con quienes los socialistas deseaban llegar a un acuerdo. No se ajusta a la realidad la apreciación hecha ayer por Teresa Rodríguez de que el PSOE nunca quiso llegar a acuerdos con la formación morada. Al contario: sí quiso pero no pudo. O entendió que el precio que Podemos le ponía a su abstención era demasiado alto: eliminar asesores y cargos públicos desde viceconsejero hacia abajo y –la medida estrella– cancelar las cuentas de la Junta con los bancos que desahucien a familias sin alternativa habitacional. Con esta última exigencia, que Podemos calificó una y otra vez de ‘muy sencilla y de sentido común’, el grupo parlamentario andaluz se metía en una ratonera en la que a la postre ha quedado atrapado al no ser incluido ese precepto tan de ‘sentido común’ por ninguno de sus correligionarios del resto de España entre sus condiciones a los socialistas o a otros partidos para alcanzar acuerdos en ayuntamientos y autonomías. Ni Teresa Rodríguez ni su número dos Sergio Pascual han logrado explicar convincentemente esa contradicción que, a su vez, le ha servido a un resentido Partido Socialista para sustentar sus acusaciones de dogmatismo. De hecho, esta fue una de las controversias que centraron la áspera reunión mantenida ayer en el palacio de San Telmo por Teresa Rodríguez y Susana Díaz. UNA REUNIÓN DIFÍCIL Cubiertas las espaldas con el acuerdo al que ya había llegado previamente con Ciudadanos, la presidenta en funciones, con fama de ser implacable cuando se lo propone, debió emplearse a fondo en sus reproches a una Teresa Rodríguez a la cual no sólo había dejado de necesitar para ser investida presidenta, sino sobre quien ya había llegado bastantes días atrás al convencimiento de que no modificaría ni un ápice sus planteamientos para facilitar el acuerdo. Esa convicción de la presidenta no casa, sin embargo, con la decepción sufrida por Rodríguez en la cita de ayer en San Telmo: la líder de Podemos dijo sentirse “estupefacta” por la actitud de su interlocutora de “dar un portazo” a la negociación con Podemos. Actuaba Teresa como si, sorprendentemente, no supiera lo que venía siendo una obviedad para todos los observadores políticos: que el acuerdo del PSOE con Ciudadanos era inminente y que, a esas alturas de un partido que estaba prácticamente terminado, la distancia con Podemos se había convertido en un insalvable abismo. En la rueda de prensa posterior al encuentro se pudo ver a una Teresa Rodríguez –su cara lo decía todo– visiblemente herida, con el gesto conmocionado de quien acaba de recibir un duro golpe que ni espera ni, en su opinión, merece. ¿Significaba el gesto dolido de Rodríguez que la dirigente de Podemos acababa súbitamente de comprender que había jugado mal las excelentes cartas que el 22-M había puesto en sus manos? ¿O significaba más bien que se sentía engañada y vencida por la más experimentada jugadora Susana Díaz? Lo que vaya ocurriendo en el futuro entre ambos partidos dentro del Parlamento andaluz nos dará pistas sobre cuál de las dos respuestas es la correcta.