No nos va a faltar carbón al apilar los desastres de las llamas que nos han asolado este largo y cálido verano. El bolsillo vacío como nuestros tendidos de sol, sin un trasero que le de sombra. Los que venden minucias y pretenden  hacer el agostillo en el patio trasero de todas las ferias, lamentan que la gente pasee festiva y flamenca, con la procesión por dentro, sin gastarse una gorda.

Se han agotado los mensajes amigos que llaman a la  solidaridad contra la horrible actitud del Gobierno de querer quitar la ayuda de los 400 euros, menos mal, que el verbo rectificar tiene dominado a Rajoy, no por sabio, más bien por incongruente. A los gobernantes y a los hostigadores verbales contra las ayudas a los parados de larga duración, se les debía tener un tiempo viviendo con esa cantidad, sometidos al portazo del desempleo y iniciándose en un oficio tan emprendedor como llenar una carretilla de los despojos de abundancia.

Pero cuando el solar está que arde  y el horizonte lo pinta  con la brocha gorda de alquitrán, todos seguimos con el agua al cuello esperando un rescate trágico del BCE. Eso sí, Gordillo, que pasa en las épocas exuberantes de ser una anécdota o un verbo aliado contra los socialistas, lo retratamos a la sombra de un chaparro esgrimiendo su manual de instrucciones contra la miseria.

A mitad de agosto cuando el terral hace más insufrible la corbata, el Tribunal Constitucional nos aprieta el nudo, con la noticia de que el ponente en el fallo del aborto, sea el magistrado Ollero, antiabortista, del Opus, clásico ex-parlamentario del más rancio PP. Es  ya un clásico del mal agüero que nunca las desgracias vienen solas.

Cuando todo eso sucede la magia de facebook,  y otras morcillillas de la red, me inunda el correo  por unos entusiastas reivindicando que se arregle el Caminito del Rey. En época de recortes, y con la que está cayendo, es como pedir que le pongan alfombra roja a la senda de los elefantes. No pretendía caer en el chistes fáciles de coronas y paquidermos, ni del sendero que conduce a las viejas glorias. Pero a veces las personas nos metemos en unos berenjenales impropios, para evitar la tragedia del olvido, como si pudiéramos disponer de la memoria colectiva.

En el verano siniestro, solo nos queda la gloria de nuestras mujeres, que saben a lo que juegan en las olimpiadas.  ¡Ajá! También nos queda Pellegrini que no abandona el barco como un  buen capitán, y al menos muestra más seriedad que la parte contratante.