Granada es una de las ciudades de España con mayores tasas de paro de España; con una Alhambra, orgullo de los granadinos, que ha sido tapadera de una presunta corrupción y, lo peor, es que no es la primera vez. Granada, nuestra Granada, tiene una de las vegas más ricas de Europa, abandonada por las instituciones y un pacto en su defensa por cumplir. Ante este desolador panorama, tal vez el alcalde de Granada, José Torres Hurtado, ha pretendido hacer una gracia cuando ha manifestado que “las mujeres cuanto más desnudas más elegantes y los hombres cuando más vestidos más elegantes”. Tal vez, el señor alcalde se ha querido hacer pasar por diseñador de moda y ha encontrado su verdadera vocación: vestir a unos y desnudar a otras. O, tal vez, ha dicho lo que realmente piensa. Pero esto último no puede ser, no, porque estaríamos hablando de otros siglos, de otras épocas. Actualmente, el número de universitarias supera al de universitarios y, además, sacan mejores calificaciones, a pesar de lo cual, persiste la desigualdad en remuneración desempeñando el mismo trabajo a favor del hombre. Pero no entremos en dicotomías, rompámoslas. Con su discurso, estaríamos hablando de un retroceso a otra España, sí, esa en que las mujeres no accedían a la Universidad, en que las mujeres no podían hacer negocios sin permiso paterno o de sus maridos; en una época en que la mujer no debía hacer gala de sus conocimientos para que el hombre se sintiera superior. Señor alcalde, yo sé que esto sólo puede ser una broma de mal gusto, que usted quiso hacernos reír porque su gestión es para llorar. Porque el Ayuntamiento de Granada es campeón en algo: en opacidad según el índice de transparencia internacional. Enhorabuena. Le animo a desnudar la institución que gobierna porque en este caso sí, los ayuntamientos, cuanto más desnudos más elegantes. (*) Carmen Lizárraga es parlamentaria de Podemos y doctora en Ciencias Económicas