La obra se titula en realidad ‘Cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida’, pero en la edición española el título se ha convertido en subtítulo tras sustituirlo por el más expresivo, aunque quizá excesivamente libre, de ‘Facha’ (Blackie Books).

Jason Stanley se centra principalmente en Donald Trump y Estados Unidos, pero su análisis salta una y otra vez el Atlántico para referirse a los partidos y líderes europeos que él denomina directamente fascistas, pues “como en los años treinta, el mundo está reaccionando negativamente contra la globalización”, arrastrado por unos políticos que “en vez de ocuparse de la mejora de las instituciones democráticas para minimizar problemas como la corrupción, nos hablan de mitos sobre un pasado glorioso (…) y, en vez de buscar soluciones para aliviar nuestra inquietud, lo que pretenden es intensificarla para que cunda el pánico por la presencia de unas amenazas que ponen en peligro la ‘masculinidad’ y la ‘pureza’ del país, supuestamente derivadas del feminismo, los derechos de los gais y la inmigración”.

EEUU, Rusia, Turquía, Polonia…

En ese y en muchos otros pasajes del libro, Stanley parece estar hablando de Vox, aunque obviamente no podía estar haciéndolo porque el libro se publicó en Estados Unidos antes de que irrumpiera en España la ultraderecha.

Una ultraderecha que, aquí como en otras partes de Europa, reniega de su nombre y aun amenaza a medios como Canal Sur por denominarla así. Baste recordar que en la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), los españoles otorgaban a Vox una puntuación de 9,4, siendo 0 la extrema izquierda y 10 la extrema derecha.

Al autor no parece preocuparle tanto si el término ‘fascistas’ es el adecuado para definir a los mandatarios que hoy gobiernan en Estados Unidos, Rusia, Turquía, India, Polonia o Hungría, como analizar “la política fascista, y concretamente las tácticas fascistas para obtener el poder”.

Siempre es demasiado tarde

Para quienes opinen que el pensador norteamericano exagera, el escritor Isaac Rosa formula esta advertencia en su contundente prólogo a la edición española:

“Si algo nos enseña el pasado es que el triunfo del fascismo siempre se entiende años después: en el momento parece inadvertido, no lo vemos venir, no creemos que pueda pasarnos a nosotros. Siempre es demasiado tarde”.

Aunque la retórica se haya actualizado en sus herederos, ciertas proclamas del líder fascista Benito Mussolini resultan estremecedoramente familiares con algunas de las obsesiones políticas de Vox: “La nación está ahora integrada por unas gentes ancianas y deterioradas que no pueden defenderse del ataque de unas hordas jóvenes que se abalanzan sobre unas fronteras que están desprotegidas” (discurso de Mussolini en 1927).

La ansiedad sexual

Entre las estrategias de la política fascista que identifica y examina Jason Stanley figuran: el pasado mítico, el antiintelectualismo, la jerarquía, el victimismo, el miedo al mestizaje o la ansiedad sexual.

A esta última cuestión dedica el pensador un sugestivo capítulo cuyas consideraciones ayudan a explicar por qué Vox le da una importancia política trascendental a cuestiones que a tanta gente le parecen banales, como que los padres puedan vetar contenidos escolares relacionados con la igualdad de género o la diversidad sexual.

El denominado por Vox pin parental puede llegar a poner en peligro la alianza y ya está haciendo peligrar la confianza entre las tres derechas en Murcia, Madrid o Andalucía debido al rechazo cada vez menos temeroso de Ciudadanos, pero para el partido ultra es un asunto irrenunciable. Pin parental: sí o sí.

Algunas pistas

¿Por qué? Stanley ofrece algunas pistas esclarecedoras. Para él, “como la base del fascismo es la familia patriarcal, es común también que todo lo que se aleje de ella desate el pánico. Se alude -añade el autor- a las personas transgénero y homosexuales para intensificar la ansiedad y el pánico que causan las amenazas a los roles tradicionalmente masculinos”.

La terquedad de Vox al negar la violencia de género estaría vinculada al hecho de que, si la reconociera, estaría erosionando fatalmente el prestigio y la prevalencia de la masculinidad, ‘expresión natural de la jerarquía’ que toda sociedad precisa para sobrevivir.

No menos intensa es la obsesión de Vox por vincular violaciones e inmigración. Stanley parece estar hablando de Santiago Abascal cuando escribe esto: “En Estados Unidos, en el momento en que escribo esto (…) [hay] un aluvión de propaganda que vincula a los grupos de inmigrantes con las violaciones”.

Machos alfa en retroceso

Jason Stanley formula esta explicación de lo que serían las paraonias de la política fascista al respecto: “En épocas de gran angustia económica, el hombre, que ya nota cierta ansiedad porque percibe que está perdiendo su posición privilegiada a causa de una igualdad de género cada vez mayor, puede caer fácilmente en el pánico al escuchar opiniones demagógicas dirigidas contras las minorías sexuales”.

En todo caso, la conclusión del autor de ‘Facha’ es inquietante y tal vez debieran tomar buena nota de ella quienes menosprecian como mera y anticuada extravagancia la obcecaciòn ultra en materia sexual:

“Atacar a las mujeres transgénero y presentar al otro como una amenaza a la masculinidad de la nación son modos de colocar el elemento masculino en el centro del debate político y de introducir gradualmente en la esfera pública los ideales fascistas de jerarquía y dominación mediante la fuerza física”.