“ Una de las cosas que hemos comprobado durante el estado de alarma… es la solvencia de nuestro sistema agroalimentario asegurando el abastecimiento de alimentos de la población”, era el inicio de un reciente artículo de Eduardo Moyano, profesor del IESA-CSIC, y que me sirvió de base para hacer una propuesta a la Comisión para la Reconstrucción del Congreso de los Diputados.

Efectivamente se ha demostrado que España tiene un sector agroalimentario capaz de garantizar el abastecimiento que necesitamos para nuestra alimentación hasta en situaciones críticas, pero sin ser  expertos conocemos que hay una crisis latente y compleja que podría poner en dificultades la garantía que hoy nos ofrece, por eso creo que los problemas que se expresaron en las movilizaciones de protesta de los meses anteriores a la pandemia, están ahí y deben ser resueltos si queremos que la próxima vez no nos falte la comida como ahora nos ha faltado todo el necesario material sanitario de protección. Los problemas son enormes y sin duda de difícil solución en el marco de libre comercio y competencia en el que estamos, pero la política está para buscar soluciones a los problemas que tenemos y no excusas para no hacerlo y esta es una propuesta sencilla y barata que de llevarse  a cabo impulsaría de manera indirecta un cambio profundo en nuestro campo.

No podemos engañarnos, la vida en el campo resulta bucólica e idílica para los urbanitas que disfrutan de sus días de ocio en ese entorno, pero para los que viven en las zonas rurales es un lugar de privaciones en atención médica, recursos educativos, culturales y de ocio frente a las ventajas que tienen los que viven en las zonas urbanas,. Hoy parte de ese déficit se vería bien compensado con una real extensión de la banda ancha, en igualdad de calidad de la que hay en las zonas urbanas densamente pobladas, a cualquier rincón de nuestra geografía. Calidad que facilitaría el acceso de todos  a todos los servicios avanzados de internet, pero especialmente de los jóvenes, acceso a la información, a la educación, al uso de la tecnología en las casas y en las empresas y porque no decirlo alto y sin complejos, también al ocio digital.

Hace ya muchos años, pero yo lo recuerdo, en los campos se vivía con 50 años de retraso porque no había electricidad, no se podían conservar los alimentos, había que sacar el agua del pozo tirando de una cuerda que mediante una polea subía el cubo, etc… y una potente iniciativa de electrificación rural permitió mejorar la calidad de vida en el campo  igualándola en parte a la urbana.  Así se pudo acceder  casi en cualquier sitio a la iluminación de calidad, a la televisión, a los electrodomésticos y al uso de maquinaria para muchas tareas.

Hoy el retraso en redes de telecomunicaciones es de menos años, porque todo va muy deprisa, pero es igual de grave y habría que resolverlo porque hoy  todo ciudadano debería tener derecho al acceso a todas las potencialidades del mundo digital.

Rejuvenecer el campo sería mucho más fácil si vivir en él no supusiera estar desconectado, por eso he puesto en primer lugar el reto de la extensión de la banda ancha porque es la condición “si ne qua non” para afrontar los demás retos que resultan así más fáciles de conseguir.

Una vez resuelta la pandemia, estoy seguro que muchos jóvenes mirarán al campo como un buen lugar para vivir sin los inconvenientes del hacinamiento de las ciudades y si hay buena banda ancha será aún más atractivo. En este confinamiento nos hemos acostumbrado a usar la tecnología y además de para ver películas, series y jugar en red podría aplicarse en cualquier sitio para todo lo relacionado con la gestión administrativa o las nuevas tecnologías aplicadas a la eficiencia en la utilización de los recursos de todo tipo.Los jóvenes con esta ayuda podrían desarrollar todo tipo de iniciativas empresariales y participar en plataformas comerciales, etc...

Si, los jóvenes, sin duda mejor formados que sus padres, utilizarían la tecnología para divertirse como suelen, pero también para crear riqueza en un entorno rural que tiene capacidad de absorber mucha más población de la que hoy tiene. Habría que disponer también de ayudas a esos proyectos innovadores de desarrollo como los  que hoy existen en muchas de nuestras urbes para los emprendedores si queremos que la mal llamada “España vaciada” se pueble de jóvenes entusiastas dispuestos a cambiar las cosas,  para que el campo, rejuvenecido, siga garantizando nuestro futuro.

(La foto con una niña cogida de la mano por su joven padre, pastor, en la trashumancia de un hato vacuno de la raza tudanca por el valle del Nansa en Cantabria, es una metáfora del rejuvenecimiento agro-ganadero que apoya este artículo y la hice el 17 de septiembre de 2017).

(*) Profesor jubilado de Educación mediática de la Universidad de Córdoba.