En 1912, en un periódico de Soria, publicó Antonio Machado un artículo titulado “Política y cultura”. Es un texto donde se hace referencia a la salida de España de la crisis en la que había estado sumida tras el desastre del 98, y cuyo contenido está, en parte, dentro de la línea de los planteamientos del recién nacido Partido Reformista de Melquíades Álvarez,  si bien Machado dejaría de apoyar poco después a esta formación política.

Decía el poeta sevillano que al mismo tiempo que los españoles habían realizado el esfuerzo de salir de la crisis, los políticos habían seguido instalados en los mismos planteamientos, porque eran incapaces de renovarse, y añadía: “La aparente indiferencia del pueblo por los llamados ideales políticos, guarda en su seno un desprecio preñado de rencor, es un sabio desdén, fruto caído a nuestros pies del árbol de la experiencia. El desprecio que emana de la conciencia, no de la vanidad, es una fuerza que no puede medirse, pero que sería absurdo negar”. Y reseñaba que al margen de la política estaban los intelectuales, la burguesía laboriosa (emprendedora, diríamos hoy), los obreros y los campesinos. A ese conjunto lo denominaba “masa neutra, es decir, España”. No obstante, concluía que un pueblo no puede desentenderse de la política, porque ello supondría que los más ineptos llegaran al poder. Solo encontraba un camino para evitarlo: la cultura, de ahí que en su opinión todo problema político no fuese en el fondo sino un problema cultural.

Casi un siglo después de aquellas consideraciones, la España actual no mira la crisis a distancia, sino que está inmersa en ella, pero sí coincidimos en que la población en general cada vez se aparte más de la política, entre otras cosas porque no hay confianza en los políticos. Las noticias que leemos, vemos o escuchamos a diario fomentan esa actitud, léase el caso Camps, o el de Matas, o el de Urgandarín o el más reciente del chofer del exdirector general de Empleo de la Junta de Andalucía.

En este contexto van a llegar tanto el Congreso del PSOE como las elecciones autonómicas en Andalucía. La pugna planteada entre Rubalcaba y Chacón se dilucidará cuando estemos casi inmersos en la campaña electoral andaluza, y en consecuencia parece innegable que el resultado tendrá influencia en el comportamiento de los electores. Tanto en un caso como en otro, la voz de los socialistas debe ser clara en cuanto a sus propuestas para un nuevo modelo de partido que lo aproxime a los ciudadanos, también hay que demostrar contundencia frente a los casos de corrupción, y no basta con tener palabras duras, o utilizar el clásico latiguillo de “condena enérgica”, sino que se deben exigir responsabilidades, y por supuesto hay que marcar la línea de actuación con respecto a un modelo económico que no viva sometido a las exigencias de los mercados, sin olvidar las políticas de igualdad, que en ningún caso significan igualitarismo.

¿Quién puede representar mejor esa línea? Tanto uno como otra, Rubalcaba o Chacón, vienen de un mismo lugar político: los gobiernos de Zapatero, luego sería bueno que no se enredaran (ellos o quienes los apoyan) en la discusión de si estuvieron o no allí, pues al fin y al cabo, como me decía hace unos días una militante socialista, todos estaban allí. El gran lastre de Rubalcaba es, sin duda, los resultados del 20-N, donde no ha ganado el PP, sino que ha perdido el PSOE, ¿ha perdido toda su credibilidad?; por su parte, Chacón aparece como una incógnita en cuanto a su gestión política, tanto por su brevedad en Vivienda como por la ausencia de la política en un ministerio como el de Defensa. Quizás los debates de los próximos días nos arrojen alguna luz acerca de los dos candidatos, pero ninguno debería olvidar la necesidad de que haya más política, pero limpia, honesta y abierta a los ciudadanos.