Tan cierto como que Pedro Sánchez es desde 2020 presidente del Gobierno de España gracias a la abstención de los independentistas catalanes y vascos de ERC y EH Bildu, lo es que Juan Marín es desde 2019 vicepresidente de la Junta de Andalucía gracias a los votos favorables de Vox a la investidura de Juan Manuel Moreno, que antes de aquella votación había cerrado la entrada de Cs en su Gobierno y la incorporación de Marín como número dos del primer Ejecutivo conservador de la historia autonómica andaluza.

Viene el recordatorio de tales obviedades políticas y aritméticas a propósito del acusado contraste entre dos discursos muy presentes en la actualidad partidista: por una parte, el discurso del PP recordándole continuamente a Sánchez que debe su cargo a “separatistas y amigos de ETA” y, por otra, el discurso de Juan Marín obviando y pasando por alto que él mismo debe el suyo a la extrema derecha.

Recuérdese que Sánchez fue investido presidente con 167 votos a favor y 165 en contra, una ajustadísima mayoría que no habría sido tal si Esquerra Republicana de Catalunya (13 votos) y EH Bildu (5 votos) no se hubieran abstenido. Por su parte, Moreno fue investido con los 59 votos favorables que sumaron PP, Cs y Vox. Marín ostenta el cargo que ostenta no porque Vox se abstuviera, sino porque votó sí.

Se entiende el resentimiento con respecto a Ciudadanos que corroe los ultras: desde el arranque mismo de la legislatura, el partido de Marín siempre simuló y aun presumió una y otra vez de que ellos no le debían nada a Vox. A tanto llegó la impostura naranja que, irritado por el hiriente ninguneo, Vox obligó seis meses después a Cs se sentarse a una mesa con ellos y firmar solemnemente un pacto presupuestario que acababa con la ficción de que Cs jamás llegaría a acuerdos con la ultraderecha. “Si Vox quiere una foto, que se vaya a un estudio de fotografía”, se jactó puerilmente una semana antes de la firma el entonces portavoz parlamentario de Cs, Sergio Romero.

En su rueda de prensa de ayer en la sede regional de Cs Andalucía, Marín llegó a decir que el futuro presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, “es inteligente y se ha dado cuenta de que no puede gobernar este país con la extrema derecha, y de que Europa no quiere a la extrema derecha en los gobiernos, y sabe las consecuencias que va a tener la firma del acuerdo" suscrito entre el PP y Vox para gobernar en Castilla y León.

Abundó el vicepresidente de la Junta en que “ponerse en manos de la extrema derecha significa ponerse en contra de Europa y de la inmensa mayoría de los españoles”. El desahogo de Marín dando por hecho que él nunca estará en un Gobierno donde esté Vox recuerda no poco al exhibido por su imprudente portavoz Sergio Moreno ridiculizando la pretensión ultra de hacerse una foto con Cs.

Marín ha repetido en más de una ocasión que “Vox no entrará en un Gobierno con Cs”, pero no será fácil que cumpla su promesa si las próximas elecciones arrojan el resultado que predicen algunas encuestas: que PP y Vox se quedarán muy cerca de los 55 diputados de una mayoría absoluta que solo podrían alcanzar con el puñado de diputados que lograra Cs.

En tal escenario, habría casi con toda seguridad un Gobierno de PP y Vox al que Cs en ningún caso podría sumarse si Marín es fiel a sus promesas. Cuesta creer que, solo por cumplir su palabra, el líder de un partido tenga el coraje de no gobernar pudiendo hacerlo.

Incluso en el caso de que los votos de Cs no fueran necesarios para propiciar un bipartido Vox-PP porque estos sumaran solos mayoría absoluta, no es improbable que Moreno impusiera a Vox la condición de que Marín estuviera en el Ejecutivo: sería una buena operación de marketing para blanquear la presencia ultra.

En principio, Marín no es un político del que en rigor pueda decirse que se sentiría cómodo sentado en el Consejo de Gobierno con alguien como Macarena Olona; de ser fiel a sí mismo, lo lógico que es nunca lo haga, pero la experiencia nos enseña que la fidelidad de los políticos a sí mismos es las más de las veces una quimera.