Con enemigos como Rivera y su mini yo Marín, Susana Díaz no necesita amigos. Era mediodía, soportable el calor, agradable el sitio, razonable la comida y el precio. La crónica anunciada del adelanto sin anunciar está tan manoseada que no forma parte del orden del día; resulta indelicado y hasta grosero; así que el tema preferido del reencuentro posvacacional es la transfiguración de Sánchez: de un mediocre secretario general a un presidente fiable.

La explicación de la metamorfosis resulta hasta brillante por parte del colega de mi altocargo, un hombre de gobierno, una teoría que encuentra rápido acomodo en el registro de la claves del vuelco político de los últimos meses. Es que, viene a decir, el Pedro Sánchez que vemos en la tele, el que parece que lleva toda la vida subiendo y bajando las escaleras de La Moncloa, no es el Pedro Sánchez que perdía las elecciones y tartamudeaba en las encuestas.

Se ha endurecido, se ha serenado a la vez, se ha convencido de sí mismo pisando descalzo las ascuas internas, cogiendo a sus hijas de la mano y llevándolas con él el día que se apuntó en la oficina del paro. A partir de ahí, es otra persona, más endurecida, más determinada, más audaz y, desde luego, con la misma flor en el culo de siempre.

Y, a partir de ahí, lo que fluye es la cada día más inverosímil habilidad para gobernar en el alambre parlamentario, convertirse en un referente internacional, aborregar a Podemos y darle un vuelco brutal a los sondeos. Claro que nada de esto hubiera sucedido sin la impagable contribución de Ciudadanos y Albert Rivera y su enorme torpeza de movimientos desde la moción de censura. Absolutamente desnortados, tienen días de cuando eran de centro, días de derecha rancia y cada vez más días de extrema derecha. Y un rumor de caída en picado que viene a ser la causa de la causa del desacuerdo acordado con Susana,

Y es aquí, con el café y el invariable güisqui-de-agua-con-gas de mi altocargo, cuando el morbo se apodera del lenguaje y la crónica del adelanto se adentra en las regiones insondables de las murmuraciones verdaderamente verdaderas. Bueno, la cosa es sencilla, dice el colega de mi altocargo: Susana no quiere ni muerta que las andaluzas coincidan  con las generales y no parece necesario explicar por qué. Eso lo lleva en sus adentros desde las primarias. Ciudadanos no puede esperar ni un minuto más a que su diarrea ideológica y el efecto Casado, si lo hubiera, acaben con sus expectativas electorales. Además, sonríe no sin cierta coña, hay que darle caña a Marín a que se haga (más) de derechas. Así que roto para descosido y elecciones desacordadamente acordadas.

Abrazos, despedida, esto todos los meses, la próxima vez pago yo, no me hago a la idea de Susana de sultana con Pedro Sánchez de profeta, sorpresas te da la vida. Y más la política.

A los dos días de aquello, quien dice antier, Ciudadanos anuncia solemnemente la ruptura. Y suena el wassap:

--Dice Marín que por lo de los aforados, ja, ja, poca vergüenza, ya podrían haberse buscado una excusa mejor.

-- Es lo que tiene esa gente que piensa con la cabeza de otro.

-- Pero Marín ha mejorado el experimento: pensar con las cabezas de los dos: Susana y Rivera.

 --Pues Díaz debe de besar por donde pise. Si será buen chico, que hasta le ha ahorrado el sofoquín de cargar con la culpa.