El presidente del Gobierno quiso hacer público su reconocimiento “a la mayoría de españoles que no se manifiestan, que no salen en las portadas de la prensa y que no abren los telediarios

Uno de los recursos didácticos que solemos utilizar los profesores de Historia es el documental o las películas que ayudan a la comprensión de determinados acontecimientos. A menudo son clásicos de los que calificamos como de blanco y negro. Cuando los alumnos me preguntan si son en color les respondo que sí, de ahí que cuando comienza la proyección se escuche alguna queja acerca de mi afirmación. Cuando acabamos y llega el momento del comentario y de la actividad práctica, les digo que no les había mentido, que cuanto habíamos visto contenía una gran diversidad de colores, de nuevo aparecen las protestas y entonces les pregunto si no se han dado cuenta de que había blanco, negro y una gran cantidad de grises, lo cual nos daba como resultado una diversidad de colores que hacían posible la visión, puesto que si solo hubiera blanco y negro habríamos perdido muchos matices.

Esta anécdota me sirve como ejemplo para considerar que caemos en el error cuando reducimos la realidad a blanco o negro, sin darnos cuenta de los matices. Fue lo que le ocurrió el otro día a Mariano Rajoy, cuando desde Nueva York tuvo un recuerdo para aquellos españoles que no salían a la calle, que no se manifestaban en contra del Gobierno y al mismo tiempo condenaba a cuantos lo hacían. Se le olvidaban los matices: entre quienes se manifestaron habría con toda seguridad una gran diversidad en cuanto a los motivos que los llevaban a manifestarse, e incluso es posible que muchos estuvieran sin ningún motivo preciso, solo porque son individuos que se suman a cualquier tipo de concentración pública con más de un determinado número de personas, y por otro lado, entre los que no salieron a la calle la diversidad y la heterogeneidad sería aún mayor, por supuesto algunos estarán de acuerdo con la política del PP, pero otros muchos nos podrán ofrecer otras motivaciones bien diferentes.

En concreto, el presidente del Gobierno quiso hacer público su reconocimiento “a la mayoría de españoles que no se manifiestan, que no salen en las portadas de la prensa y que no abren los telediarios. No se les ven (sic), pero están ahí, son la mayoría de los 47 millones de personas que viven en España”, y añadía que todos esos en lo que estaban era en el gran objetivo, es decir, en el mismo que su Gobierno: salir de la crisis, aunque aún no haya explicado cómo se consigue. En definitiva, no hay colores, solo blanco o negro: o eres un irresponsable o estás al lado de quienes aprueban medidas que, se supone, nos van a llevar a cotas de mejoría económica.

No es extraño que la derecha defienda ese reduccionismo. Siempre ha pensado que cuando gobierna estamos ante algo natural, consustancial a España, y por tanto no concibe que pueda existir oposición, ni tampoco manifestación pública de descontento. Habrá que preguntarse por qué sentido tenían para Rajoy aquellas manifestaciones en las que participaba el PP durante los años de gobierno socialista, muchas de ellas de la mano de los obispos. Y por supuesto habrá que recordarle que el artículo 20.1.a) de la Constitución reconoce y ampara la libertad de expresión y el 21.2 el derecho de manifestación. Y por último, cabría también pensar si este tipo de declaraciones no tiene en realidad un efecto contrario al pretendido, pues por un lado es una provocación para los manifestantes y por otro es una invitación a quienes no acudieron.

No voy a entrar en el sentido de las manifestaciones, ni en los riesgos que se corren, ni en el ejemplo que representan de cara a nuestro conocimiento del funcionamiento de la vida política, porque por muy indignado que se esté nunca se debe actuar contra las instituciones, ni siquiera para rodearlas, pero dentro del derecho que todos tenemos a equivocarnos, sería de esperar que quien está a la cabeza del país no se expresara de modo tan irresponsable.