A los exconsejeros socialistas de Empleo de la Junta de Andalucía José Antonio Viera y Antonio Fernández les ha tocado padecer un doble infierno: la condena a siete años largos de cárcel por malversación en el caso de los ERE y la dolorosa percepción de que sus compañeros de partido se vienen comportando desde hace mucho tiempo con ellos como si los creyeran culpables.

Todos defienden la inocencia de los expresidentes Chaves y Griñán, pero nadie la de los exconsejeros Viera y Fernández. En las proclamaciones públicas de inocencia, el discurso oficial del partido nunca ha citado otros nombres distintos los de Chaves y Griñán, pero en las conversaciones privadas los socialistas suelen mostrarse convencidos de la inocencia del resto de consejeros y de buena parte de los altos cargos condenados.

Inocentes y apestados

Aun después de las condenas judiciales, en el PSOE-A, salvo a los altos cargos de Empleo, tienden a considerar inocentes a todos los demás procesados, es decir, a Gaspar Zarrías, Francisco Vallejo, Magdalena Álvarez, Carmen Martínez Aguayo, Antonio Lozano, José Salgueiro, Miguel Ángel Serrano, Jacinto Cañete y Jesús María Rodríguez.

Los ‘apestados’ dentro del Partido Socialista se llaman José Antonio Viera, Antonio Fernández, Agustín Barberá, Juan Márquez, Javier Aguado, Lourdes Medina y Juan Francisco Sánchez, altos cargos todos ellos de la consejería que otorgaba las ayudas mediante un procedimiento ilegal según la Audiencia de Sevilla.

El director general Francisco Javier Guerrero tiene hornacina propia en ese santoral inverso del socialismo andaluz que conforman los condenados del caso ERE: aunque tal vez sea mucho preferir, en el partido prefieren pensar que sin el ‘estilo Guerrero’ no ha habría habido caso ERE.

La soledad de Viera

La soledad de Viera quedó evidenciada una vez más ayer cuando el exconsejero acudió a declarar ante la comisión que investiga las irregularidades de la extinta Fundación Andaluza de Fondo de Formación y Empleo (FAFFE). El ‘hombre de la Sierra Norte’, la comarca sevillana que concentró un anormal porcentaje de ayudas a empresas, acudió completamente solo a la comisión para someterse al incómodo interrogatorio de sus señorías.

El interrogatorio fue duro, pero ni la gestualidad ni las palabras de Viera aparentaban ser las de un culpable, aunque su apesadumbrada seriedad sí era la de un condenado. El exconsejero no llegó a mostrarse altivo en sus respuestas, pero casi: “No voy a pedir perdón por cosas de las que no soy responsable”.

La declaración de Viera fue una apretada sucesión de noes, colgados todos ellos de perchas como el desconocimiento, la desmemoria, la división del trabajo o la proclamación de inocencia.

No, nunca

"Soy un político de larga trayectoria en Andalucía, entré en política por convicciones ideológicas, no vine buscando un salario, empecé en 1981 y, admitiendo que en este largo camino también he cometido errores, mi conducta siempre ha estado marcada por la ética, la legalidad y la honradez a pesar de los acontecimientos de estos últimos días", dijo el compareciente mirando de frente a sus interrogadores.

Viera dijo no que conoció irregularidad alguna en la Faffe; que no estaba encima de la gestión diaria de la fundación, que era cosa del director general Fernando Villén; que la FAFFE hizo un magnífico trabajo porque miles de jóvenes y parados encontraron empleo gracias a la formación que recibieron ahí; que la entidad tenía los controles que marcaba la ley, ni uno menos; que nunca recibió denuncia alguna ni escrita ni verbal sobre Fernando Villén, el directivo “con capacidad y experiencia” que se gastó miles de euros en puticlubs pagando con una tarjeta de la FAFFE; que nunca supo de personas contratadas que no fueran a trabajar, pues de haberlo sabido hubieran tardado "30 segundos en estar en la calle, ellas y quien las hubiera contratado”; que entre los altos cargos había socialistas, pero también gente sin carné; y que su gestión, en fin, fue acertada “en su inmensa mayoría”, aunque, a la vista de sucedido, en algunos casos habría tomado decisiones “radicalmente distintas” de las que tomó.

Por su parte, el también exconsejero de Empleo y condenado a casi ocho años de cárcel Antonio Fernández no compareció por no haber recogido personalmente la citación del Parlamento, pese a haber sido tramitada “en tiempo y forma”, según el presidente de la comisión, Enrique Moreno.

El exconsejero de Empleo Manuel Recio sí compareció, pero se acogió a su derecho a no declarar porque está en situación de investigado en la causa de la formación y sus palabras ante la comisión podrían perjudicarle. Recio no declaró, pero no abandonó la sala sin escuchar las preguntas de los diputados.

¡Viva la inteligencia!

Quien no tuvo reparo en declarar fue el exconsejero de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo Antonio Ávila, aunque su citación por la comisión puede que no estuviera del todo justificada teniendo en cuenta que el político jiennense nunca tuvo competencias en materia de formación y, además, él fue consejero entre mayo de 2012 y septiembre de 2013 y la Faffe se había extinguido en abril 2011 y al mes siguiente “se procedió a la apertura del proceso de liquidación”.

El exconsejero también recordó a sus señorías que las competencias en formación, que hasta su llegada habían estado residenciadas en Empleo, pasaron en mayo de 2012 a Educación. Diputados de la mayoría conservadora intentaron acorralar a Ávila con preguntas no directamente relacionadas con la FAFFE que el exconsejero esquivó agarrándose al clavo ardiendo de que el objeto de la comisión era investigar las irregularidades en la fundación y no en otros organismos.

El último de los diputados en interrogarlo fue el presidente nominal del grupo parlamentario de Vox, Francisco Serrano, que le preguntó a Ávila por las “juergas, comilonas y prostíbulos” pagados con dinero de la FAFFE.

¿Estaban enterados de todo ello ustedes, los responsables políticos de la Junta?, inquirió el exjuez. “Esa pregunta atenta a la inteligencia”, contestó escuetamente Ávila, sin precisar si el atentado era contra toda la inteligencia en general o solo contra la del diputado que había formulado la pregunta.