Lunes, 4.45.- El sueño no me deja dormir, alguien que dice ser del gobierno me amenaza con la lectura obligatoria de la última novela de Almudena Grandes o no me aplaza el IVA. Cincuenta minutos de insomnio.

Lunes, 5.35.-  Aquellas farsas surrealistas de Dalí: Hermida le graba una promo desde Nueva York y le pide un mensaje para “los españoles”: alcachofas, dijo. Lo que prueba que los grandes artistas también son capaces de decir grandes tonterías, incluso a propósito.

Lunes, 11.25.- La toxicidad de los grupos de wassap es la contrapandemia interminable. La hija de mi altocargo dice que dicen sus vecinas en el grupo del barrio que se están organizando divinamente y los niños, encantadores, aprendiendo inglés por internet. Al atardecer, el piano de Chopin desciende sobre el confinamiento como el Espíritu Santo.

Lunes, 11.26.- Mi altocargo me dice le que diga tres cosas. Primera: lo del descenso del Espíritu Santo siempre ha sido extremadamente confuso (¿una paloma? ¿una lengua? ¿tres personas en una?). Segundo: en otra parte podría colar, pero aquí todos hemos leído a Faulkner (Cuerda, in memoriam). Tercero: un mojón de la calle Carrión.

Lunes, 13.25.- A veces una burbuja de oxígeno puro se cuela en el albañal de las redes: me lo reenvía mi sobrina (matrícula de honor, de las primeras del MIR, cirujana ahora y guapísima de la muerte). Hasta el tono es admirable: la difícil relación entre la ciencia exprés y los medios. Vendedores de crecepelo milagroso a la carrera con los vendedores de titulares de muertos. Todo sea por los mercados.

Lunes, 13.30.- Aperitivo contra la idea de los lunes aquellos con tan mala prensa: gambas cocidas con debate y manzanilla. Llueve, debate breve. Conclusión de la juventud internauta: porco Governo.

Lunes,14.00.- Los ruidos de gusanitos con llantos acompañan la voz del noticiario: el doctor Simón, la cejuda imagen de todos los memes de las cloacas, ha dado positivo por coronavirus.

Lunes, 14.05- Y dice mi altocargo: Lloverán los toreros tuertos por pitón, los bomberos a los que abrasa el fuego, los policías heridos por criminales, los poetas al borde del suicidio por fuga de inspiración y los bebedores muertos de cirrosis. El doctor Simón, escribiría Chaves Nogales, que estaba en el tajo.

Lunes, 17.15.- Cuando Tejero, apareció un héroe inesperado. Se llamaba Francisco Laína. Nadie sabía quién era. Durante 14 horas, con el Gobierno secuestrado por los golpistas (los hijos de muchos de los asonados son hoy juligans de la Constitución que quisieron pasar por las armas), Laína fue la máxima autoridad del Estado, defendiendo la democracia. Había sido falangista reciente, como Suárez. Podría haber salido por piernas. Pero decidió cumplir con su trabajo. Los niñatos que hoy respiran libertad y mierda en el ciberespacio nunca sabrán su nombre.