10:15.-  Reclusión con matices. Soy la delegada de curso de mi familia para salir a comprar. Me he dado el número 67 y van por el cuarenta. Es la pescadería del híper que todos sabemos. Las gambas le pueden al miedo a morir. Lorca quería que la muerte le dejara el balcón abierto. Esta gente, mejor una mariscada con balcones.

10:45.-  Un rico se escapa de Madrid a Sotogrande. No hay peligro de cadáveres de subsaharianos (léase negratas) que te amarguen el putt del hoyo 15 ahogados en las playas;  ahora las pateras somos nosotros navegando en la desesperación. Tres días después el rico da positivo. Algo no se ha estropeado del todo en la cosa de vivir. Pikkety no había calculado que los virus son socialistas.

11:59.- Me niego a esos magazines matinales que nos mandan a hacer gimnasia en las terrazas de tender bailando Paquito el chocolatero.

12:00.- Llega el boletín, las once en Canarias. Arranca el marcador. Cantabria, 12 viejos, doce points. AndalucÍa, nueve viejos, nueve points. La curva empeora pero los ecologistas están contentos: la contaminación ha bajado un sesenta por ciento.

13:00.- Nuevo boletín: Madrid va ganando de lejos. Nada se oye de las tractoradas del siglo pasado.

15:25.- Una amiga me escribe de otra: incapaz de la clausura, se cuelga una bolsa mercadona (descuenta la publi del sueldo, jefe) y patea las calles de la ciudad semivacía (ya salió el duende) con ese temblor de ver de lejos los coches de policía preguntándole por su libertad. Puff.

16:45.- La siesta ha cedido paso: el parchís, la oca, las cuatro en raya, el escondite, el cinquillo. Esperamos de un momento a otro que llame al timbre Espinete.

16:48.- Mi altocargo se ha mosqueado porque le he dicho que más bien lo suyo sería que llamaran al timbre Valentina y Locomotoro, conductor de todo menos del codo.

19:45.- Estoy leyendo un (el) libro de Bolaño ‘2666’, que más o menos, es el número de sus páginas. Va en serio: tres pandemias más y no lo termino. Y encima una cita de Heidegger: “hay tiempo”. O no.

23:15.- La política del inquinado jefe de gabinete ha desaparecido. Salvo ese episodio surrealista, digno del mejor Cuerda: el ejército espanyol desinfectando el aeropuerto de Barcelona. Mi altocargo, tan solícito, dice que la cosa le recuerda aquellas manis de los últimos setenta: el policía que te pegaba ayer era el mismo que mañana protegía tu libertad. Sólo es trabajo, debió decirse el hombre.