Todo está contado ya. Contado y vuelto a contar. No hay hipótesis que no haya sido una y otra vez manoseada por los analistas ni encuesta cuyas tripas no hayan sido obsesivamente auscultadas por los estados mayores de los partidos en busca del indicio definitivo y concluyente de lo que habrá de pasar el domingo.

En el cierre de la campaña electoral andaluza solo ha faltado Pedro Sánchez, pero ha sido por una buena razón: su asistencia en Buenos Aires a la cumbre mundial del G-20, que un presidente español nunca se perdería y mucho menos si su nombre es Pedro Sánchez.

Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias han respaldado a los cabezas de cartel de PP, Ciudadanos y Adelante Andalucía en los mítines de cierre que celebraron dos los primeros en Sevilla y el tercero en Torremolinos.

La guerra del segundo puesto

En el PSOE hay tranquilidad, en el PP hay ansiedad, en Adelante Andalucía hay euforia y en Ciudadanos hay inquietud, pero nunca en unas elecciones andaluzas se había dado la extraña circunstancia de que fuera más trascendental saber quién quedaba segundo que quién primero.

El hecho de que todas las encuestas den como ganador al Partido Socialista ha desplazado el interés tanto a lo que pueda ocurrir con el segundo, tercero, cuarto e incluso quinto puesto –que excepcionalmente ocuparía la ultraderecha de VOX– como a la gestión que cada partido vaya a hacer del capital político obtenido.

Tiempos volátiles

En todo caso, los tiempos son tan volátiles que puede pasar de todo. Si serán volátiles que este año Canal Sur no realizará su habitual sondeo electoral a pie de urna porque el concurso para su licitación ha quedado desierto.

Y ha quedado desierto, según fuentes conocedoras del proceso, porque las empresas demoscópicas tienen pánico a fallar estrepitosamente y ver todavía más comprometido su ya mermado prestigio. 

Cs se amarra al ‘no es no’

La audaz apuesta de Rivera para arrebatar al PP la hegemonía del centro derecha en España ha tenido como primera víctima colateral al candidato andaluz de Ciudadanos, Juan Marín, obligado a interpretar en la campaña andaluza el poco honroso papel del converso.

Rivera ha sacrificado la templada ejecutoria centrista de Marín en los altares de la codicia electoral. Pero si la jugada andaluza le sale mal porque su partido no logra desalojar al PP de la segunda plaza que históricamente viene ocupando en Andalucía, la inmolación de su leal escudero habrá sido en vano.

El ‘no es no’ de Ciudadanos a Díaz es una apuesta de riesgo que puede despeñar al partido hacia la misma inoperancia parlamentaria que tanto le ha reprochado Marín al PP.

En manos de Adelante

Aunque confiados en los resultados del domingo, a los socialistas les preocupa el día después: no creen que Ciudadanos vaya en ningún caso a desdecirse de su compromiso de no facilitar la investidura de Susana Díaz (no al menos hasta después de las generales, sean estas cuando sean), por lo que ya se imaginan tras el 2-D en las manos desacomplejadamente izquierdistas de Adelante Andalucía, cuya retórica antisocialista autoriza a augurar unas relaciones más que difíciles con el PSOE de Díaz.

Habiendo dejado clara Ciudadanos su determinación por el ‘no es no’, la viabilidad de la legislatura quedaría a expensas de la confluencia que lideran Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo, a quienes probablemente no les quede más remedio que hacer presidenta a Díaz y, aun a regañadientes, buscar con los socialistas un entendimiento que haga virar las políticas de la Junta de Andalucía hacia la izquierda.

Pero el pragmatismo no sería la única opción. La tentación, que ronda a Teresa Rodríguez, de erigirse en alternativa y oposición al PSOE si las urnas le otorgan la segunda plaza es arriesgada pero no inverosímil.

Pintan bastos

Mientras tanto, el PP es presa de la ansiedad. Pintan bastos para un partido acostumbrado sin sobresaltos a no ganar en Andalucía. Esta vez la derrota puede tener un sabor más amargo que de costumbre si Cs le arrebata esa segunda posición que nunca imaginó que alguien pudiera discutirle.

Aun así, nada está perdido. No pocos encuestadores –y escrutadores de encuestas– dicen estar convencidos de que el ‘sorpasso’ de los naranjas a los azules no se producirá. Si tal cosa ocurre, ello no libraría a Juanma Moreno del holocausto que parece tenerle reservado el destino, pero sí daría alas al todavía incierto Pablo Casado: tanto, por otra parte, como se las recortaría al atrevido Rivera.