¡Vengan, pasen y vean! La Corporación malagueña está contenta, porque le han dado las llaves del edificio que remozo para Museo de la Gema en la antigua Tabacalera. El coste en suelos municipales, arreglos y chapuzas en el inmueble, puede alcanzar la entrañable cifra de 30 millones de euros, que no cambio a pesetas, para no soliviantar a los viejos del lugar.

Al final, como es sabido, todo el esfuerzo ha quedado en un fiasco de los gordos. No habrá Museo. Quedamos pendiente de pleitos con los que tenían que gestionar y poner los contenidos, en principio éstos se habían quedado con una llave que no era la suya según el juez, ese ha sido el primer capítulo de la refriega del Museo de las Gemas o Art Natura. Art Natura seguro se lo pusieron para quitarle quilates, y darle el toquecito social más al gusto de los parroquianos, neurolingüismo de zapatillas.

Ahora hay que encontrarle contenido al contenedor, para evitar juegos de ocupas o maledicencias ciudadanas. Así que nos movemos entre un concurso de ideas, o más bien en un discurso de ideíllas, que palien el desasosiego y el desaliento. Lo importante dice el Alcalde es acertar en los futuros destinos del edificio.

La historia irá para arriba y para abajo, de boca en boca; la oposición demandando responsabilidades por el despilfarro y los ciudadanos encontrarán un buen recurso para blasfemar, en medio de la tragedia diaria de vivir y punto, sin com ni nada. Algunos medios tan acostumbrados como están a aeropuertos sin aviones, a lo de un museo sin joyas, le pasan la mano por el lomo de las anécdotas y a esperar acontecimientos.

Ayer mantenía una larga conversación con un extraordinario contertulio en las antípodas de mi ideario, de esas cosas de hoy en día y de siempre, cosas humanas en bocas de divinos y cosas divinas en manos de humanos. Las casuísticas del orden del día de la actualidad eran tan flagrantes, que agotamos las opiniones en un pis pas, un triste empate de consensos y repudios. Necesitábamos un final ante tanto despropósito y apareció la palabra ética, la madre que la parió, tan escondida la teníamos que casi apareció como un hallazgo intelectual, en la búsqueda de una luz necesaria.

Quizás uno no esté de moda, o la moda que viví padecía de un fuego interior muy pasajero, y las argollas de la moral solo queden para las liturgias previas al banquete de las celebraciones. Como al viejo cronista taurino que desde antaño se repite, sobre la falta de encaste, vergüenza torera o la ligereza del público otorgando orejas. Ante este desaguisado tan mayúsculo, siento la falta de criterio, de vergüenza política y el escudo de las mayorías absolutas complacientes. Pasen y vean el Museo de los Errores, que en su vacío lo muestra todo.