El origen de nuestro calendario, en sus aspectos formales, se encuentra en Roma. Julio César fue quien, aconsejado por el astrónomo griego Sosígenes, estableció una corrección que evitara el desfase con respecto al año astronómico. Además de corregir esa anomalía mediante la introducción del año bisiesto, con 365 días y un día más cada cuatro, César abolió el año lunar y estableció el solar, con seis meses, los impares de 31 días, otros cinco de 30 y febrero, el último del calendario romano, con 29, excepto en los bisiestos que tendría 30. Modificaciones posteriores, como la dedicación del mes sexto a Augusto, obligaron a cambios que nos han conducido a la forma actual. El mes quinto, Quintilis, se dedicó a Julio César, de ahí la denominación que hoy tiene este mes.

Al margen de esas consideraciones más o menos curiosas acerca de nuestro calendario, todos solemos conocer determinados acontecimientos históricos que tuvieron lugar en el citado mes de Julio. Así, conocemos quela Declaraciónde Independencia de las 13 colonias, que daría lugar al nacimiento de los Estados Unidos, tuvo lugar el 4 de julio. También sabemos que la fecha que marca el nacimiento de la contemporaneidad en Europa es la dela RevoluciónFrancesa, cuyo acontecimiento determinante fue el asalto a la fortaleza deLa Bastilla, ocurrido el 14 de julio.

Julio también fue el mes escogido por un contingente de militares españoles, con apoyo de sectores tradicionales, para dar un golpe de Estado que puso fin a la experiencia democrática dela IIRepública.En contra de lo que la derecha afirmaba, y sigue haciéndolo a día de hoy, no fue una respuesta al asesinato del dirigente del Renovación Española, José Calvo Sotelo, sino que se trataba de una acción preparada desde varios meses atrás, incluso en los contactos internacionales con potencias como Alemania o Italia. Aquella intervención militar fue causante de la mayor tragedia de la historia contemporánea española, entre otras cosas porque sus repercusiones aún gravitan sobre la sociedad española.

En el siglo XXI, este mes de julio nos ha traído también la aprobación de un Real Decreto-Ley que ha supuesto el mayor recorte conocido en la economía española. Damos por sentada la gravedad de la situación, admitimos que es más necesaria que nunca la colaboración de todos, asumimos que es obligado un esfuerzo colectivo de unas dimensiones hasta ahora desconocidas y aceptamos que debemos vivir en unas condiciones diferentes a las que hemos tenido hasta ahora.

Sin embargo, no solo seguimos sin que nadie explique de forma clara al conjunto de la población cuál es el origen de la crisis y, sobre todo, quiénes son los responsables. ¿Somos todos? Díganlo. ¿Sólo algunos? Indiquen dónde están. La norma aprobada hace unos días en el Congreso de los Diputados dio lugar, según las crónicas, a un interesante debate parlamentario, del cual solo llegan a la población algunos ecos. Seguimos con una de nuestras grandes carencias: pedagogía política. Pero sin duda una de las cuestiones más sorprendentes y preocupantes fue la ausencia de Rajoy de su escaño en el Congreso, pues no solo estuvo ausente el diputado, lo estaba además el presidente del Gobierno, el responsable último de la decisión que se iba a votar.

Por el bien del país deseo que este mes de julio, con la aprobación de esa ley, no sea recordado en el futuro como el momento en que se fraguó de manera definitiva el hundimiento de España, porque entonces veríamos al mismo tiempo la imagen de un escaño vacío, el primero a la derecha en el banco azul, justo el mismo en el que Suárez aguantó sentado el golpe de Tejero. Claro que aquello fue en febrero, no en julio. Y de Rajoy seguimos sin saber si sube o baja. Ahora bien, ha quedado claro que es un experto en fugas.