En pleno confinamiento se estaba terminando el libro “Cambiar la vida, cambiar la historia”, de  Manuel Vázquez Montalbán, un recopilación de textos clandestinos y no tanto, que pude realizar gracias a una investigación en el Archivo Histórico del PCE. En el proceso final de edición, uno de los autores fundamentales de esta obra, Juste de Nin, falleció a consecuencia de un cáncer. Los dibujos de Juste de Nin que por entonces firmaba como El Zurdo/Esquerrà son fundamentales para conocer el contexto de publicación de los artículos de Manuel Vázquez Montalbán en Mundo Obrero de 1976 a 1978. No pudimos presentar el libro con nuestro amigo Juste de Nin, le recordamos con su obra.

Con la nueva normalidad pudimos sacar el libro en papel y llevarlo a la Semana Negra de Gijón de la mano del autor de la introducción y actual director de Mundo Obrero, José Manuel Martín Medem. Y cada vez que aireamos este título nos sorprende la rabiosa actualidad de aquel contexto de los años 70 con situaciones actuales. Vivimos en una etapa muy setentera de la política. Claro está, que nos faltan las calles.

Se cumplen este 18 de octubre 17 años de la muerte del genio. Hemos querido rendir homenaje al maestro Manuel Vázquez Montalbán, decano del mejor periodismo habido y por haber, con la publicación de un texto que sin duda habla de otra normalidad y de aquel debate sobre los comunistas y el comunismo, ¿os suena? ¿No habéis escuchado a antidemocrátas y corruptos hablar mal de comunismo en estas semanas? Por algo será… sin duda, MVM ya nos lo dijo en este artículo, que está incluido en la publicación referida anteriormente. Manolo, allá donde estés aquí estará tu gente, tus lectores y tu memoria, que es nuestra lucha.

[El libro “Cambiar la vida, cambiar la historia”, publicado en el sello Atrapasueños, puede adquirise en el enlace  http://www.libreria-atrapasuenos.com/inicio/197-cambiar-la-vida-cambiar-la-historia-manuel-vazquez-montalban.html)

LOS COMUNISTAS Y LA NORMALIDAD (*)

La operación “salida a la superficie” de los partidos comunistas del Estado español plantea una vez más el irresoluble problema del huevo o la gallina. ¿Ha sido posible gracias a la “tolerancia” reformista? ¿El reformismo no ha tenido otro remedio que asumir la irresistible ascensión de los comunistas desde las catacumbas? En el fondo está el problema de si la tolerancia del poder es consecuencia de la fortaleza de su antagonismo o a la inversa. Creo que en el largo año de transfranquismo que estamos en condiciones de analizar, tolerancia y voluntad de salir a la superficie han mantenido un pulso continuado. La tolerancia del gobierno ha consistido en dar por perdido el territorio progresivamente conquistado por el antagonista y, a cambio, el antagonista ha avanzado con tanta prudencia como resolución.

Es conveniente el tema porque entre los espectadores del forcejeo entre el poder y los comunistas suele abundar el amador de catástrofes, el que se queja porque el poder no ha sido arrastrado o derribado por los comunistas y el que se queja porque el poder no ha erradicado del mapa a los comunistas, utilizando la aviación si era necesario. La “operación salida a la superficie” era en realidad el punto culminante de la batalla por la normalidad civil, iniciada por la política de reconciliación nacional en los años cincuenta. El franquismo había tratado de justificar sus flirteos con el nazismo convirtiendo la guerra civil en una cruzada contra el comunismo. Franco quiso vender a Occidente su imagen de “espada más limpia de Europa” vencedora del monstruo comunista. Lo que fue un simple ajuste de cuentas fascista a la democracia en general se convertía así en una batalla crucial al servicio de “la civilización cristiana”. La política de reconciliación nacional trató de poner al franquismo en su sitio histórico: un monstruoso poder de excepción al servicio incondicional de la minoría oligárquica. Normalizar la existencia de los comunistas en España, significa normalizar la mismísima democracia, porque en el momento en que se produzca esa normalidad el franquismo habrá muerto definitivamente.

Y eso lo saben los aliados coyunturales de los comunistas. Sólo podrán empezar la batalla por la hegemonía dentro de la democracia cuando los comunistas sean antagonistas en igualdad de condiciones. Y lo saben también los actuales gestores de la Reforma y las fuerzas sociales que representan. Toda normalidad democrática pasa por la liquidación del franquismo institucional y por la liquidación de la coartada histórica del fascismo español. 

De ahí la importancia de legalizar a los comunistas. Cada vez que un comunista sale a la superficie, la losa de Cuelgamuros aumenta unos kilos de peso.

(*) Manuel Vázquez Montalbán firmó este artículo como Manuel Sánchez Molbatán. Se publicó en Mundo Obrero el 3 de febrero 1977.