Aunque en algunos ámbitos se le ha dado el tratamiento de huracán, en realidad ha sido poco más que una tormenta en un vaso de agua: la candidata en las primarias del PSOE andaluz Susana Díaz se quejaba este martes de que “hay compañeros a los que sí les han permitido seguir” desde la dirección federal socialista, “pese a haber perdido las elecciones”, mientras que a ella en cambio, que las había “ganado”, le pedían “renovación”.

Hasta ahí no le faltaba razón a su queja, pero la expresidenta andaluza añadió esta coda en clave feminista que solo los más cercanos consideran suficientemente fundada: ”¿Por qué a mí no? ¿Porque soy una mujer?”.

La candidatura de Juan Espadas movió en redes y medios el victimismo algo impostado de Díaz y en la tormenta llegaba a terciar incluso la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, para afirmar, no sin razón, que en el PSOE "nadie juzga o prejuzga por razón de género", y que Díaz no recibió un "trato discriminatorio" dentro de la formación cuando era presidenta de la Junta.

Para acabar de arreglarlo, el portavoz de Vox en el Congreso de los Diputados, Iván Espinosa de los Monteros, simulaba alinearse con la secretaria general del PSOE-A y acusaba a los socialistas de ser, "como buenos progres, muy machistas: lo sospechábamos, pero ahora lo confirma Susana Díaz ".

Si su mención a su condición de mujer como causa principal de haber sido tratada con distinto rasero que sus homólogos Emiliano García Page y Guillermo Fernández Vara ha corrido como la pólvora en los medios no es solo por lo impropio de la queja, sino también y sobre todo porque esta campaña de primarias está siendo una balsa de aceite, y no una piscina repleta de pirañas como fue la campaña de 2017 que enfrentó a Díaz con Pedro Sánchez.

Aquellas primarias federales con vocación de guerra civil le dieron al periodismo un juego que éstas no le están dando. Y el periodismo –algo tendrá que ver Díaz en ello– prefiere en general a cualquier candidato que no sea ella.

Valga como muestra este botón: si el apoyo explícito que el cantante ultra José Manuel Soto le dio días atrás a Espadas en Twitter se lo hubiera dado no al alcalde de Sevilla sino a Susana Díaz, la noticia habría dado la vuelta a 'Andalucía, España y la Humanidad' en un santiamén.

Parece obvio que la razón principal de que al día siguiente de haber ganado las elecciones pero perdido el poder el número dos de Ferraz, José Luis Ábalos, le sugiriera a Susana Díaz la dimisión no fue que ella fuera mujer, sino que había encabezado un convulso proceso de defenestración del secretario general que abrió al partido en canal y dejó profundas heridas que Pedro Sánchez creyó que cicatrizarían mucho más rápidamente si Díaz presentaba su renuncia.

Ciertamente, Emiliano García Page perdió en Castilla-La Mancha en 2011 por algo más de 50.000 votos y un diputado, aunque él personalmente era la primera vez que encabezaba la candidatura a la Presidencia, que reconquistó para el PSOE en 2015 y revalidó en 2019 con mayoría absoluta. Nadie en Ferraz le mostró entonces la puerta de salida.

Ese mismo 2011, Guillermo Fernández Vara perdió el poder en Extremadura después de que el PP lo aventajara en dos diputados y los tres de Izquierda Unida se abstuvieran, entregando así las llaves de la Junta al conservador José Antonio Monago. Cuatro años después, Vara regresaba a la Conventual Santiaguista de Mérida, sede de la Presidencia de Extremadura.