Si hay algo que demuestra de forma clara la historia de los nacionalismos europeos es que estos presentan múltiples caras, de ahí que su análisis y estudio se pueda llevar a cabo desde diversas perspectivas. Dicho principio es aplicable a la hora de estudiar el nacionalismo catalán, desde sus orígenes en el siglo XIX hasta sus diferentes formulaciones en la actualidad. En consecuencia, nos podremos encontrar con corrientes patrióticas que buscan por encima de todo una exaltación y una invención de un pasado propio; otras que van en exclusiva a la búsqueda del independentismo; también las que entienden que la salvación de Cataluña es un componente ético, pero necesaria para la salvación de España, y por último, los que tratan de reafirmar sus convicciones a partir del desprestigio o de la infravaloración de otros pueblos y de otras culturas.

Cuando dichas tendencias se concretan en formaciones políticas, nos podremos encontrar con algunas que incorporan a su ideario dos o más de ellas. Pero hay algo que casi siempre se olvida, y es que sea cual sea el partido político resultante, siempre representa una minoría en el seno de la sociedad catalana, aunque como es bien conocido todos los grupos nacionalistas pretenden siempre que se produzca una identificación entre su formación política y la correspondiente nación, de modo que cuando hablen o defiendan algo sea como si lo expresara Cataluña, entre otras cosas porque tienen una visión nacionalista basada en elementos esencialistas, defienden el elemento emocional frente a cualquier otro.

La infravaloración del andaluz y de lo andaluz no es algo nuevo. El historiador Carlos Serrano nos recuerda en uno de sus trabajos cómo en 1903 Santiago Rusiñol en su obra “L’Heroe”, dedicada a los que vuelven de Cuba, uno de los personajes afirma que conoce casa donde también hay héroes, pero que en ella siempre se oyen las castañuelas, se escucha de continuo el “olé” y cuando acuden a recibir a su héroe lo hacen cantando y bebiendo manzanilla. Eran los andaluces quienes se comportaban de ese modo tan festivo, incluso en el ámbito de la tragedia y de los problemas generados tras la guerra de Cuba en 1898.

Las palabras de los dirigentes catalanistas, primero A. Mas y luego J.A. Duran, se podrían inscribir en el seno de esa corriente. Pero quizás no habría que concederle más importancia de la que tienen. Desde Andalucía demostramos más capacidad de raciocinio cuando no nos resulta extraño, aunque sí algo molesto, escuchar a Guardiola decir que a Messi “le tiran”, pues durante una fracción de segundo pensamos: ¿qué le tiran?, hasta que de inmediato nos damos cuenta de que el entrenador del Barcelona solo comete un leísmo, pero nos damos por enterados de lo que ha querido decir, aunque lo haya expresado de manera incorrecta.

Las hablas andaluzas están más que estudiadas y definidas desde un punto de vista lingüístico, incluso están establecidos los parámetros de un habla andaluza culta, que siempre fue objeto de crítica en el parlamento español, desde Juan Valera a Niceto Alcalá-Zamora, o en tiempos más recientes Felipe González o Carmen Calvo. Por cierto los que acabo de citar, con la excepción de Valera, pueden formar parte de la nómina de los mejores oradores de la política española, en la cual por otra parte se incluirían otros muchos andaluces.

Y en cuanto a la realidad socioeconómica de Andalucía, resulta lamentable que un político de la talla de Duran no la conozca, y mas aún si pensamos que la teoría política nos dice que en su condición de diputado nos representa a todos los ciudadanos, también a los andaluces. Si ignora esto no merece ocupar un escaño y si no lo ignora demuestra una mala fe política digna de mayor reprobación que la que merecen sus declaraciones. Pero sobre todo desde Andalucía no debemos caer nunca en el error de pensar que esas palabras son las que definen a Cataluña y a los catalanes, pues entonces caeríamos en la trampa de los nacionalistas, porque ellos solo representan a un sector de la población, que por mucha mayoría política que tenga siempre será minoría frente a todos los demás.


* José Luis Casas Sánchez es Profesor de Historia