La Prehistoria es como un gran rompecabezas; cada hallazgo arqueológico añade una pieza que nos ayuda a comprender mejor nuestro pasado. Estamos de enhorabuena: en la Garganta de Olduvai (Tanzania) se han descubierto las herramientas de hueso más antiguas conocidas, con 1,5 millones de años de antigüedad, y en Atapuerca ha aparecido el rostro humano más antiguo de Europa occidental, de hace 1,4 millones de años.

Sin el mismo renombre, pero con gran valor científico, un reciente estudio sobre los restos arqueozoológicos de la cueva de Las Grajas, en Archidona (Málaga), ha revelado un conjunto inédito de herramientas de hueso utilizadas por neandertales.

Este hallazgo pone de relieve la riqueza arqueológica del interior de la provincia de Málaga. Aunque los resultados de las excavaciones llevadas a cabo en los años 70 eran apenas conocidos, este nuevo trabajo no solo aporta información clave sobre la forma de vida de los neandertales en Andalucía, sino que también plantea nuevas preguntas sobre su capacidad de adaptación y su papel en la evolución humana. Además, subraya la importancia de revisar materiales antiguos y promover nuevas investigaciones en el ámbito de la Prehistoria.

Cuando se habla de neandertales en la península ibérica, normalmente se piensa en el norte. Yacimientos como la cueva de El Sidrón (Asturias), Axlor (Vizcaya) o Sopeña (Asturias) han sido ampliamente estudiados y han aportado datos cruciales sobre esta especie. Sin embargo, el sur peninsular también guarda importantes huellas de los grupos humanos que vivieron aquí hace decenas de miles de años.

El caso de Las Grajas, en la Sierra de Archidona, es un ejemplo claro. Aunque las excavaciones se realizaron entre 1972 y 1976 bajo la dirección de Luis Benito del Rey, los resultados nunca llegaron a publicarse… hasta ahora.

Gracias al reciente trabajo del catedrático de Prehistoria Esteban Álvarez (Universidad de Salamanca), junto a Marian Cueto (Universitat Autònoma de Barcelona) y María Teresa Aparicio (Museo Nacional de Ciencias Naturales, CSIC), con motivo de un homenaje al catedrático de Prehistoria Alfonso Moure, hoy podemos entender mejor el papel de este yacimiento en la historia de la humanidad.

Uno de los hallazgos más importantes de este estudio es la presencia de 14 retocadores óseos: herramientas fabricadas a partir de fragmentos de huesos de grandes mamíferos -caballos, ciervos y bóvidos- que los neandertales usaban para afilar o modificar sus herramientas líticas, principalmente raederas “tipo Quina”. Estas herramientas eran esenciales para trabajar pieles, carne u otros materiales, y permitían un uso más duradero de los útiles de piedra.

Hasta ahora, este tipo de utensilios solo se había documentado en algunos yacimientos del norte peninsular, lo que hace aún más relevante su hallazgo en el sur. Este descubrimiento confirma que las poblaciones neandertales del sur compartían tecnologías con sus contemporáneos del norte y que también supieron adaptarse a su entorno utilizando los recursos locales.

El análisis de estos retocadores no solo es relevante desde el punto de vista técnico, sino que también nos permite acercarnos al día a día de los grupos que habitaron la Sierra de Archidona. Al igual que sus vecinos del norte, los neandertales del sur fabricaban herramientas de hueso para perfeccionar las de piedra y garantizar así su eficacia.

Gracias a este trabajo, podemos imaginar a estos grupos humanos organizando sus campamentos en la cueva de Las Grajas, trabajando los huesos de los animales que cazaban y perfeccionando sus herramientas para sobrevivir en un entorno cambiante.

Además de los retocadores, se han encontrado otros objetos de origen animal con marcas de manipulación humana, como un fragmento de asta y un hueso con incisiones. Estos restos podrían ofrecernos pistas sobre prácticas simbólicas o funcionales, aún pendientes de un estudio más profundo.

Investigaciones como esta ayuda a desmontar la imagen tradicional del neandertal como un ser primitivo y rudimentario. En realidad, eran sociedades complejas, con capacidad de fabricar herramientas especializadas y adaptarse a diversos entornos.

Durante mucho tiempo, la arqueología se centró exclusivamente en los neandertales del norte de la península, dejando en un segundo plano los hallazgos del sur. Pero estudios como el de Las Grajas demuestran que Andalucía fue un territorio clave en la historia de esta especie humana.

Poner en valor los yacimientos neandertales en el sur de la península, no es solo una cuestión científica, sino también cultural y patrimonial. Lugares como Las Grajas, la Cueva de Ardales, la de las Palomas en Teba, el Boquete Zafarraya en Alcaucín, las Cuevas del Cantal en Rincón de la Victoria, la de Nerja o la Cueva de Gorham en Gibraltar son testigos de la presencia de los neandertales en esta región. Todos ellos merecen mayor visibilidad, protección e inversión.

A menudo, estos enclaves quedan olvidados o no reciben los recursos necesarios para su conservación y estudio. Sin embargo, representan un patrimonio esencial para comprender la evolución humana y la historia más antigua del sur de Europa. Es fundamental que tanto las instituciones, como la sociedad reconozcan su valor, fomenten investigaciones como esta y promuevan la divulgación de sus hallazgos.

El estudio de los restos de la cueva de Las Grajas ha dejado claro un hecho indiscutible: los neandertales dejaron una huella profunda en el sur peninsular. Su presencia no fue marginal, sino parte de una red más amplia de asentamientos que nos ayuda a comprender su forma de vida, su tecnología y su vínculo con el entorno.

Es hora de que Andalucía y el resto del sur peninsular ocupen también el lugar que les corresponde en la historia de la humanidad. Conservar y estudiar estos yacimientos no solo nos conecta con el pasado, sino también con una herencia que, aunque antigua, sigue siendo parte de nuestra identidad colectiva.

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