Este hombre no defendía ninguna causa justa, sólo animaba a asesinar a los infieles por doquier.Y cualquier persona que aquí, en Occidente, hubiera deseado y hecho lo mismo con los pueblos árabes y orientales tendría por mi parte el mismo trato de sanción.

Queríamos verlo, pero no lo hemos visto. Nos lo están contando, pero desde un punto de vista tan oficialista que las dudas son muchas. Para empezar, se está prohibiendo preguntar a los vecinos de Bin Laden sobre cualquier hecho relacionado con la operación de asesinato (digo asesinato, pues, como nos informa El Mundo, “el objetivo era matarle”). También se prohíben hacer las preguntas que también son adecuadas, porque eso es algo que le concierne al periodista y no al político, militar o portavoz de lo que sea.

Para mí, es todo un paripé. No digo que no hayan matado a Bin Laden. Creo que sí lo han hecho. Pero el modo de proceder es algo tremendamente repudiable desde un punto de vista democrático (con nuestras leyes y principios en la mano no se pueden cometer asesinatos de Estado). Yo no he visto el cadáver, sólo una imagen manipulada por Photoshop. Se han deshecho de él.

A Sadam Husseim se le juzgó y ni siquiera lo hizo un tribunal internacional. Se le juzgó y se le ahorcó. Todos lo vimos. Sin embargo, en el caso de Bin Laden, no ha sido así, cuando Reino Unido, EEUU, Marruecos, Indonesia y España, entre otros, hubieran tenido un especial interés en juzgarlo, por crímenes cometidos en estos estados. EE UU ha asesinado, sin otorgar a Bin Laden la condición de presunto terrorista (está claro que lo era, pero, ¡ojo!, atención a nuestras leyes) y despojando también a los otros estados y los directamente afectados, las víctimas y sus familias, el derecho a ver cómo se juzga al cabecilla de los asesinos. EE UU, con su acción, y el resto de Occidente con su omisión o connivencia se han colocado a una altura moral similar a la de un cobarde terrorista.

No tengo nada que celebrar. El mundo no es más seguro así. Es una falacia, señor Gallardón. No es más seguro porque si se traicionan los valores democráticos, el modo de proceder que nos hemos otorgado donde la igualdad y las garantías ciudadanas, los derechos y deberes sean nuestras armas, nos estaremos colocando en el cortante filo de una navaja que derrama sangre tanto a uno como a otro lado.

Los políticos que afirmen tal cosa y que aplauden bellacas acciones no tienen legitimidad para hacerlo. Un político elegido democráticamente no puede traicionar los valores de la democracia por los que ha llegado a ser lo que es. Somos los ciudadanos los soberanos de estos estados y no esa elite bien pagada donde algunos han perdido el norte.

Creo que detrás de la acción militar contra Bin Laden y de toda la parafernalia mediática y ultranacionalista (para el caso de los EE UU) se encuentra un mirar hacia otro lado, un distraer la atención de un hecho igualmente repudiable, ilegal y villano: un día antes de tal acción en Pakistán, la OTAN asesinó a un hijo y tres nietos de Gadafi en Libia. Nuestro sí a la guerra (el silencio ciudadano y la aprobación del Congreso hacen legítima la participación española, que se da porque hay una resolución de la ONU, no como en la guerra de Irak) queda invalidado cuando se cometen excesos como este: asesinar y no juzgar; y sobre todo si es asesinar a una persona porque sea nieto o hijo de alguien: nadie en España, por ejemplo, ha pedido que se juzgue y asesine a la hija del dictador fascista Franco.

Durante estos días, mientras nuestros representantes políticos estatales se dan palmaditas en las espaldas y traicionan los principios, los derechos y los deberes ciudadanos (que también conciernen a esta elite), he sentido vergüenza, pero no de ser occidental (pues repudio esos encasillamientos), sino de ser un hombre (y ahora busquen en Youtube la chirigota gaditana Los Yesterday y escuchen el pasodoble ‘Yo sé que la gente piensa’).

* Ígor R. Iglesias es periodista y lingüista

http://igoriglesias.wordpress.com